28 agosto 2007

Nuestra gente tiene sus percepciones (análisis)


I de III


Durante todos estos años he tenido la oportunidad de conocer aspectos diferentes y, hasta contradictorios en cierto modo, sobre la gente y las situaciones inverosímiles de la vida. Las situaciones inverosímiles de la vida no solo podemos encontrarlas en este país. República Dominicana no tiene el monopolio de las locuras ni de una apabullante realidad que supera con creces la ficción. No. Y no es fácil apreciar las cosas de esa forma. Los episodios más insólitos de la Literatura Universal quedan chiquitos ante lo cotidiano, no aquella cotidianidad que vemos los periodistas-muchas de ellas terribles, incluso, a veces no pueden salir a la luz, por sus ribetes de escándalo o de atentar contra la estabilidad moral de los ciudadanos: no, me refiero a lo que día tras día ven los ojos enrojecidos de la gente; el despampanante espectáculo de la pobreza que se viste de casuchas endebles a orillas del pestífero río Ozama, o en medio de barrios gigantescos con verdaderos cordones de miseria, insalubridad y altísimos índices de delincuencia.

La población nuestra, la de República Dominicana y de América Latina, al parecer, bueno, al menos sospecho, están condenadas a desatarse de una historia de conflictos históricos, ocasionados unas veces por la ambición desmedida de los hombres con la responsabilidad de dirigir sus destinos y otras por la mala aplicación de una democracia que todavía, lo que es lamentable, nadie ha podido entender.

América Latina exhibe un esquema político muy difícil en estos momentos; primero, cada uno de sus países debe reconstruirse internamente, resolver sus problemas de hambre y de supervivencia, de política y criterios de repartición de las riquezas-muy pocas riquezas, por supuesto- y segundo, un vendaval ideológico de nueva ruptura con los esquemas predominantes en los últimos cincuenta años, que instigan al camino de una economía de corte socialista, impulsada por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Esta economía, por cierto, está arrodillada ante el gran dios de la nueva civilización mundial que es el petróleo; el petróleo lo determina todo, hasta los zigzagueos de las amistades regionales de entronques enfrentados como es el caso de esa nación y Estados Unidos.

Esas son expresiones generalizadas sobre el contexto en el cual se desenvuelve todo en este momento. Mientras tanto, el pueblo llano, el pueblo de a pie que anda "enñanguetao" en la calle buscando el sustento, percibe que estos fenómenos externos no significan nada para sus deprimentes economías y entonces es cuando llega el problema.

19 agosto 2007

Contemplación en la penumbra


Estaban juntos a las cinco de la madrugada. Cuando los vi dormían como dos niños; desnudos, él con la pierna derecha sobre su cadera, arropando su cuerpo, él detrás de ella. Pensé en las cosas de la vida: las cosas ocurren, porque quizás, tienen que ocurrir, pero, cuando suceden, nos dejan un sabor agrio en la boca.



Me senté en el sofá de la habitación. En la penumbra, podía incluso escuchar las respiraciones combinadas, el dormir profundo de ambos, que al parecer, disfrutaban de un sueño imperturbable. Qué hacer. Esperar. Nunca es bueno interrumpir ese tipo de escenas, porque no hay nada más parecido a la eternidad, a la uniformidad entre la vida y la muerte que aquel espacio de tiempo en el cual uno duerme, profundamente, sin alteraciones.



Además, yo estaba cansado. Podía aprovechar y dormir un poco en el sofá; la habitación bien condensada por el acondicionador de aire y los estrépitos sutiles de la lluvia en el patio, acomodaban la intención y el deseo de hacerlo.
Iba despacio.


No había desesperación. Tres días caminando de un lugar a otro en esta ciudad enorme, de rascacielos grises y luces mortecinas en las esquinas y en los parques desiertos. Paraba en los bares, buscaba entre la gente más hermosa, porque ellos dos poseen cualidades especiales de estética y belleza, que los hacen particulares. Paraba en las discos, en los restaurantes, en los cines, en una búsqueda infatigable pero desesperante, enloquecido por encontrarlos. Debía hacerlo. No podía darme el lujo de permitir que las cosas siguieran como iban, nebulosas, sin salida.



Ellos eran amigos de toda la vida. Fueron juntos a la escuela y luego de los años del bachillerato, él se marchó del país. Su padre era un político de carrera, que joven inició una vida diplomática intensa, que lo llevó a él y a su familia, a varios países de Europa, América y África. Ella, hay que decirlo, quedó desamparada. Al principio se comunicaban a través de mails evocativos y de ascendencia nostálgica cada tres días; se enviaban fotografías y seguían como si nada. Un día él dejó de responder sus misivas. Ella, que nunca fue imbécil, aunque sí muy bella, descubrió que él tenía otra chica y que esa chica, estaba embarazada.


Fueron meses de intenso llanto para ella. Entonces me conoció.
Fue difícil sellar las heridas, que ella misma decía le habían provocado. Sin embargo, un poco de paciencia, de verla llegar a la universidad y correr apresurado a ayudarla con el morral de libros; de hacerle chistes y darle consejos dulces y sin malas intenciones, en los momentos de mayor depresión, me permitieron ganar espacio.


La tuve en mis brazos una noche de lluvia después de cenar y a partir de ese momento fuimos uno en dos cuerpos. Juntos, ella pudo olvidarlo, se entregó en cuerpo y alma a los ardores de la pasión a mi lado. Nos mudamos en un apartamento de las afueras de la ciudad y procreamos dos niños preciosos.



La vida nos había premiado. Ella jamás pensó en otra cosa que en nosotros y en su carrera. Puedo decirlo a voz clara y definitiva, durante todos estos años fuimos felices.
Hace unas semanas supe, a través de los periódicos que él regresó al país, provisionalmente, pues su padre murió y él continuará con su vida de diplomático, porque de tal palo tal astilla.
Estoy aquí, sentado, a punto de dormir frente a sus cuerpos perfectos, con la pistola bien empuñada y concediéndoles unas horas más de sueño reparador.

15 agosto 2007

Mensaje directo para la mujer que protagoniza mis sueños



Ayer, cuando te vi por última vez hice un descubrimiento, que tal vez, cambie la ruta de mis próximos días, meses, años, ¿quién sabe? Lo determinante es que se trata de uno de esos descubrimientos que nos desnudan por dentro y por fuera, nos retratan de cuerpo entero y nos hacen ver como simples mortales incapaces de resistir una sonrisa como esa sonrisa con la que en cada minuto adornas tu rostro.

Ayer pude descifrarlo con claridad. Vi en tu rostro el rostro que quisiera estrechar en las noches de lluvia. El rostro cuya boca quisiera probar cuando los rayos de la lluvia convierten en gotas los primeros pasos para llegar al amor.

No fue un descubrimiento simple. Porque diariamente veo otros rostros y otros labios y otras sonrisas y otras mujeres encantadoras, pero no te veo a ti en ellas: eso, de manera definitiva, significa, que algo en mí está en ti o que, quizás sin saberlo, te has quedado con algo mío que se alimenta de tu calor y crece...a punto de enloquecerme cuando por una razón u otra, me miras.

Admitirlo es lo difícil. Pero creo que cuento con la hombría suficiente, si no para admitirlo, por lo menos para insinuarte, lentamente, con voz queda y sin mucha exaltación que, estoy al borde de la locura por ti.

Ayer descubrí que puedo quererte hasta el fondo de tu alma, que puedo transformarme en un soplo de tu sombra y hacerte sentir lo que una mujer debe sentir cuando las ansias de un hombre se desbordan, en algo, un sentimiento más allá de la pasión.

Lo que queda, en definitiva, es contemplarte: confesarte que eres la mujer que en este momento protagoniza las escenas de mis pensamientos, resumiendo encuentros y desencuentros, deseos y ganas de protegerte, en un abrazo, en una caricia, en un beso...

Descubrí que ocupas cada espacio de mi mente. Eso desde hace algunos días: sin saberlo tiranizas mis ansias y te haces dueña exclusiva de mis más caras aspiraciones presentes.

No lo puedo describir. Pero lo describo, con dos palabras simples: te quiero. Dos palabras simples que pueden sustituirse por otras dos: te deseo. Estás ahí y espero que no sólo estés ahí, sino que estés conmigo, cuando así lo decidas.

03 agosto 2007

Hay que salvar la Literatura


Necesito saber cuál es el rumbo de la Literatura en mi país. Pero no sólo la Literatura como concepto abstracto y aéreo del arte de la apreciación y la concepción creativa, a partir de los valores de la estética y de la preceptiva. No.


Me refiero a la unidad recíproca entre factores fundamentales como los niveles de lectura, cuando sabemos que una gran parte de la población adulta no tiene afinidad por la lectura, otro porcentaje inexacto, pero de seguro elevadísimo, es que la juventud pocas veces le importa leer un buen libro, o un mal libro. Sobre todo en este tiempo de distracciones tan necesarias y de doble filo como la internet, además de la dinámica propia, pura y simple de su vida rápida, atada a las diversiones y a la capacitación tecnológica. Porque, en la medida en que el mundo se hace más global, más tecnológico y se crean los inventos más perfectos e insospechados, los valores de la lectura literaria, se deshumanizan hasta escabullirse con ánimo de desaparecer.


Los índices de lectura, según un famoso plan quinquenal que ha impulsado el gobierno para los próximos cinco años, pintan un panorama triste: en República Dominicana en los actuales momentos se percibe una gran deficiencia en la capacidad lectora que muestran, tanto la población en general, como los integrantes de la escuela del nivel básico.


No pretendo citar cifras, porque odio que mis escritos, de cualquier tipo, narrativos, ensayísticos o periodísticos, sean aburridos y no hay una vaina más aburrida que las cifras. De lo que sí hablaré es de los factores nocivos que atentan no sólo contra la Literatura, sino contra los hacedores de Literatura.


Esos factores nocivos se resumen en varias líneas: la falta de una verdadera decisión o voluntad política del sistema-no de coyunturas- para restaurar la educación o el sistema educativo que legó el puertorriqueño universal, Eugenio María de Hostos. Más que las toneladas de millones de pesos que se necesitan para levantar las infraestructuras necesarias destinadas a la educación, es pertinente que haya una mayor capacitación, tecnificación, remuneración y valoración de los profesores dominicanos. Que tengan deseo de enseñar a sus alumnos, que se establezcan programas científicos capaces de crear una interacción entre el maestro y el alumno, con la lectura como elemento filosófico relevante.


La Literatura dominicana no podrá florecer mientras no haya un “mercado de lectores”. Ese término es, aparentemente contradictorio, porque implica algo tan vulgar como comercio y lectura, una mezcla tan disgregante como el agua y el aceite. Pero, no ha habido error en ese enunciado. Hay que crear un mercado de lectores, haciendo esfuerzos enormes e institucionales por incentivar la lectura, por empezar con la infancia, con la niñez, que significará una inversión en el futuro. La misión sin embargo, es del Estado.



El Estado debe hacer ese descomunal esfuerzo por hacer que los niños se sientan atraídos por la lectura. Creo, de manera tajante y si lo pensamos bien, apocalíptica, de que si no se hace de esa forma, la crisis en la Literatura será total.
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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.