Esta es la entrevista íntegra que la poeta, periodista y amiga, Jennifer Marline me hiciera y que se publicara en la sección cultural Ventana, de Listín Diario. La reproduzco en Hombre de Letras, en interés de que sus lectores conozcan el pulso de una entrevista que me enorgullece.
¿Cuándo y cómo te encuentra el llamado de la literatura?
Para mí establecer la época es fácil. Desde muy pequeño me gustaba dibujar, esa, realmente era una pasión que cultivaba hasta entrada la edad adulta. Incluso mis familiares y amigos creían que me inclinaría por la pintura. Recuerdo que un día fui a ver la película Los Diez Mandamientos, a la Matiné y luego, compré un cuaderno en el que reinventé toda la historia de Los Diez Mandamientos. Hice un paquito, con ilustraciones y textos, muy rudimentario. Mi familia se reía muchísimo porque dibujé a Moisés con una pistola, al momento de defender a unas mujeres que buscaban agua en un pozo. Imagina, Moisés con una pistola. No tenía conciencia de que algo estaba surgiendo, algo de lo cual me convencí posteriormente, cuando descubrí que la Literatura, así con esa “L” mayúscula no era un mero pasatiempo. En primero de bachillerato el profesor de Español me escogió para saludar al gran cuentista Abel Fernández Mejía en nombre del curso, me puse nervioso y todavía no sé cómo salí del trance al ver a ese señor grande, que aparecía en los libros, al mediodía, con ese traje y esas gafas negras, a quien formulé algunas preguntas. También muy joven tuve la oportunidad de entregar unos textos aspirantes a cuentos, al Virgilio Díaz Grullón, una verdadera gloria de las letras, a los pocos días me los devolvió. Parecía un arbolito de tachaduras, acentuaciones y un sigue adelante piadoso.
En una conversación casual me has dicho que asumes la literatura como un “todo integral”, conversando sobre los distintos géneros que trabajas. ¿Puedes abundar sobre eso?
Para mí la creación literaria es un todo integral. No me es ajena la pasión por la poesía, género que considero el más puro de la Literatura, porque nos saca de adentro lo humano, lo astral, lo filosófico, lo reflexivo. Pero la poesía tiene unas reglas demoledoras, no solo de forma sino de fondo. Tiene la peculiaridad, a mi entender, de que no puede trabajarse todos los días. No se escribe un buen poema a diario. Te absorbe su creación. Con la narrativa hay un proceso de relevo. Estás en la novela y requieres de un largo proceso de investigación, luego escritura, caracterización individual de personajes, trama y tramas, terminas el trabajo y, como dijo García Márquez en alguna ocasión, al escribir Doce Cuentos Peregrinos, los cuentos se escriben/en el caso del novelista/para calentar el brazo y no perder el horizonte. Lo mismo ocurre con el ensayo. Tú como autor, hay temas que descubres que no puedes abordar en una obra narrativa o poética, sino con la sobriedad expositiva, sin aspirar al tratado científico, del ensayo. Ver la Literatura como un todo integral es eso, no aislarme de la novela porque soy poeta y viceversa, a veces incluso, ambos interactúan de manera eficaz.
Con cuál género te identificas más o si en todos te sientes como en casa, si tuvieras que quedarte con un género cuál sería y por qué?
Definitivamente la novela. Me siento muy bien al plantearme la idea de escribir un cuento. A veces me surgen serios conflictos sobre el material. Me pasó con el cuento El Dragón sobre su cuello que apareció publicado en la revista Vetas y que anda por ahí en algunas publicaciones de la red, su temática, el punto de vista, me daba para una novela. Lo mismo con Dos Gotas de Agua, uno de los textos del libro “Cuentos de Vapor y de Sombras” que obtuvo mención en el certamen de relatos de la Alianza Cibaeña, me sustrajo tanto que hice una novela corta y por ahí anda, “Contra Dios no puedes pelear”. Y así. La narrativa es más mi campo, porque es ahí donde he puesto mi mayor empeño. Es lo más cotidiano. La poesía es una pieza de lujo en la que incursiono cuando mi espíritu me pide el algo más. Me quedaría con la novela, pero nunca me desharía ni del cuento ni de la poesía. Además, mi opinión muy personal y humilde, creo que una novela siempre puede ser alimentada por salpicaduras de poesía. Hay momentos, hay personajes, hay situaciones que en algún momento requieren un chispazo de poesía.
Cuando pocos conocían tu nombre en el medio literario, este año lograste una proyección insospechada, con los reconocimientos en el concurso de Alianza Cibaeña y la próxima puesta en circulación de tu novela infantil, por Norma, desde cuándo estás trabajando en esos proyectos y en los demás que tienes inédito y cuánto tiempo les has dedicado?
Con Escritos con agua de lluvia, poemario que obtuvo el premio único de poesía de la Alianza Cibaeña, hice una selección de textos muy íntimos que mezclan lo astral, con lo erótico, esa fuerza del cosmos sobre los seres humanos, con la lluvia como maestra la inspiración, que ya estaban escritos, algunos con meses antes del certamen y otros, con varios años como Torbellino de Hielo. La novela infantil Héroes, Villanos y una Aldea, con la que el Grupo Editorial Norma me prestigió al valorar su potencial, el proceso fue normal. Varios meses de trabajo, luego el proceso editorial en sí, alrededor de un año. En esta novela infantil, con algo más de cien páginas, hay un tratamiento narrativo enfocado a la sensibilidad del niño que entra al umbral de la adolescencia, y si bien su lectura está respaldada por valores literarios que no dejan de ser interesantes para los adultos, el tratamiento tiene que ser muy delicado por el campo específico al cual se dirige. En mi novela inédita ¿Dónde está Johnny Lupano?, medianamente conocida por los cosmonautas, ha habido un proceso entre escritura y correcciones, de más de cuatro años. A mis proyectos les dedico la mayor cantidad de tiempo que puedo, porque son, lo que pretendo que sean en el futuro.
Háblanos un poco de esos proyectos inéditos y cuáles son tus planes con ellos en lo inmediato.
Estoy trabajando para publicar. Pero me gustaría hacerlo no solo para que estén llenando vitrinas en las calles, sino para que sean leídos. Soy optimista en ese sentido. Hay varias novelas en carpeta, en las que, vaya presunción, he puesto mi confianza y que serán entregadas para distintas valoraciones, en editoriales, en concursos, es, la forma de buscar el mecanismo de que salgan a la luz, pero para ser leídos. Al mismo tiempo espero de parte de la Secretaría de Cultura y de la Sociedad Alianza Cibaeña la publicación del poemario Escritos con agua de lluvia. El volumen de relatos Cuentos de Vapor y de Sombras, está ponderándose para su publicación, incluso he recibido el apoyo de entidades académicas para contribuir con esos fines. Mi mayor proyecto es seguir escribiendo hasta que Dios y la vida me lo permitan. Eso es lo más importante. Además, hay un renglón en el cual estoy ingresando, la literatura de aventuras. Tengo una novela juvenil que, como aquellas de aliento clásico pretenden presentar vidas extraordinarias, batallas épicas, cruce de tiempos, y es que creo que en la Literatura Dominicana falta más la obra de imaginación, la invención de mundos, de paisajes, de grandes episodios que mezclen lo fantástico con lo real, que es lo que pretendo con La Leyenda de la Piedra Dorada.
De los autores dominicanos, ¿cuáles consideras que han sido grandes influencias en tu literatura? ¿Por qué?
Influencias sabes que hasta los escritores consagrados han tenido y siguen teniendo. Creo en la mezcla de valores, escritores clásicos como Juan Bosch, me han enseñado que existe una exactitud temática en el cuento, que no puedes atiborrar de personajes una historia, y que el tema debe ser uno solo. Pero también he abrevado de René Rodríguez Soriano, de Pedro Peix, de José Alcántara Almánzar. En la novela, don Marcio Veloz Maggiolo es un gran narrador, experimentalista y Diógenes Valdez constituye un escritor que debe ser leído por quienes como yo estamos en el proceso de aprendizaje. Andrés L. Mateo es un buen referente y no puedo dejar de lado a Roberto Marcallé Abreu, narrador con profundas preocupaciones sociales. En poesía, quién deja de lado a Franklin Mieses Burgos, a Manuel Rueda, Manuel del Cabral y a Pedro Mir. Los jóvenes como Pedro Antonio Valdez en novela, José Mármol en poesía y Luis Martín Gómez, en cuento, no deben quedarse. Quién puede olvidara René del Risco Bermúdez, de Manuel Rueda.
¿Crees que el periodismo ha formado parte fundamental de la sensibilidad social que tienes ahora? ¿Cómo se refleja en tu literatura? Y ¿cómo ha influido tu trabajo periodístico en tu literatura y qué le ha aportado? Si hay alguna anécdota que puedas contar sobre esto.
Llegué al periodismo atraído por la carga humana que representan sus valores universales, sobre todo en las naciones donde hay vulneración, donde hay guerras, donde surgen movimientos y protestas que buscan dignificar la vida. Creí que narrar una historia de una familia pobre que emigró del campo huyendo del hambre y la desesperación y que ahora sucumbe en las orillas pestilentes del río Ozama, era denunciar en pos de esa familia que se ve atrapada en la falta de oportunidades, de educación y de acceso a los instrumentos medianamente decentes de subsistencia. En mis escritos, sobre todo narrativos, hay un traspaso de vivencias periodísticas latentes, de descubrimientos crudos sobre grupos de poder que utilizan sus influencias y ese poder para imponerse. El caso de mi novela inédita Contra Dios no puedes pelear es eso: la historia de un padre, que es a la vez un próspero empresario industrial, que oculta detrás de esa fachada, al narcotraficante más importante del país, que se hace candidato presidencial y negocia con el presidente de la República su triunfo. El trasfondo es la crisis del hijo al enterarse de quién es en realidad ese padre. Hay otra, El Viejito Chistón de Ojos Aguados, que involucra al poder más refractario de una época de sombras políticas, sin llegar al panfleto ni a la nostalgia agridulce, hace referencia a esas crónicas periodísticas sobre personajes funestos de nuestra Historia y la de nuestros hermanos hispanohablantes, sin retratar a dictadores sino a regímenes de asesinos.
Una novela, Huracán, que tengo guardada y que bosqueja en una ficción atrevida y provocadora la peligrosidad de la problemática domínico-haitiana, tiene su origen en la muerte real de un obrero haitiano, que al caer de una escalera en un edificio en construcción, terminó su existencia y un amigo suyo pasó las de Caín para lograr que lo trasladaran a la morgue de un hospital público. He publicado algunos fragmentos en mi blog Hombre de Letras. Claro que la novela va más allá, una posibilidad ficticia cuya trama involucra incluso a Fidel Castro.
A pesar de que tienes un compromiso incuestionable con la literatura, continúas ejerciendo el periodismo. Qué representa el periodismo para ti y cómo puedes conciliarlos a ambos?
Para mí el periodismo es la trinchera a través de la cual canalizo la posibilidad de acercarme a la gente. Es el instrumento de poder que me permite llevar la voz de la gente del barrio, o de la empresa o del gobierno, o de los dignatarios internacionales hasta la redacción, donde se cuecen sus clamores y logran ser escuchados por quienes deben y tienen el deber de escuchar. Para mí el periodismo es tan valioso como la Literatura. Con el periodismo puedo decir las cosas de inmediato y hacia una realidad específica e inmediata, con la Literatura puedo decir verdades universales, extender la voz sin importar que sea la ficción el intermediario. Son dos canales distintos con iguales fines, ambos estructurados a través de la palabra y ambos capaces de hacer reflexionar a una sociedad en su conjunto. Ambos se concilian y se alimentan. Sobre todo en sociedades que como la nuestra, viven etapas, coyunturas, realidades, tienen protagonistas, actores, hombres, mujeres, cuyos actos superan con creces la ficción.
Además, tienes un trabajo en la mañana, sé que escribes de noche, pero el tiempo no parece ser suficiente. Cuándo empiezas a escribir de noche y si nos puedes describir esos procesos, las condiciones, la atmósfera, cómo te sientes en esos instantes.
La verdad es que me he sistematizado. Escribo muy tarde en la noche, tardísimo, solo unos minutos. He descubierto que lo que vale en realidad es la sistematicidad, la continuidad. Puedo escribir 15 minutos hoy, pero lo hago mañana, quizás veinte minutos, 30. Es una labor de seguimiento. También lo hago como un oficio los fines de semana en la mañana. Los sábados y los domingos, inició a las siete de la mañana y una a dos de la tarde finalizo. Hay momentos en los que debes inventar el tiempo. La Literatura no es un hobby, a pesar de que los escritores deben tener horarios, empleos, oficinas, diversidades para sobrevivir, lo más importante es leer y escribir. Puedo escribir en cualquier condición, en un alboroto, en la serenidad de una habitación solitaria, en la redacción del periódico... es, una tarea seria que se debe asumir con seriedad.
Por último, ¿hay algo que quieras lograr en tu literatura?
Siempre hay metas literarias. Pero para cualquier autor, lo más interesante es la perdurabilidad, lo que se llama pasar a la posteridad. ¿Pasará una obra la prueba de los años? El Cantar del Mío Cid, el Quijote, Cien Años de Soledad, el Conde de Monte Cristo. El Aleph. Otra cosa, que en el trasfondo sepa interpretarse que existe un mensaje, una fotografía que nos retrata como sociedad. Cambiar el mundo es imposible, pero por lo menos ser recordado como alguien que intentó decir algo, y sobre todo, bien dicho.