25 marzo 2009

Joven mujer de edad indefinible




Néstor Medrano
Te he visto posar tu mirada sobre la mía, discretamente. Eres así de especial. Joven mujer de edad indefinible, te acercas y me dices, casi al ras del silencio, cómo estás. Te mueves con todo tu cuerpo como loba que busca su presa, o que espera que este lobo que soy te busque como presa, y nos hemos descubierto a las seis en punto de la tarde, buscándonos ambos.

Cuando te acercas, que te espero entre el gentío y te aproximas con tu micrófono de periodista de tv para que te interprete lo que dijo el tipo, preparar el reporte y seguir tu camino, me miras y nos miramos porque te he mirado antes desde que me miraras
antes de las cinco de la tarde. Luego tu edad: cuántos años tienes, me sale de adentro preguntar, me miras con esa malicia que inunda tu rostro que quiero como mi rostro para empalmarlo a mi rostro y palpar como palpa la lluvia al mojar la tierra seca, cuál es el sentido del amor. Pequeña. Si pareces una niña, fabricada con la belleza que a veces no creemos posible si alguien más nos cuenta. Eres punto de origen de todos mis orígenes desde esa tarde a las seis, tránsito entre tarde y noche o noche y tarde y ambos o ambos a la vez, como nosotros que somos la aspiración de ser un todo, cosmos, sangre, torrente, torbellino, luz, sombra, amor, clarividencia y sexo. Y me respondes la edad suficiente: así de simple. La suficiente para enternecerme los rincones congelados del alma, aquellos reductos vírgenes donde todavía mora la pasión, que al morar hace morada y desea que su moradora esencial seas tú para que mores conmigo en la punta de tu carne y tu espíritu; necesito transpirarnos, chiquita, ilusionarnos y luego meternos en el pellejo de ambos para hacer el viaje juntos, unidos, adheridos a los besos. Besos rojos con carmín azucarado. Y te veo en la punta de la noche. En medio de una luna que divide en dos tu rostro, ese rostro virgen de mujer inicial que se busca en mi búsqueda y me refiere a sus labios, a su sonrisa sonora sin maquillajes. Ven, te necesito, me dices. Para qué te digo. Para lo que quieras que te necesite, para convidarnos al martirio de los ritos secretos, conocernos y descaracterizarnos desde la punta de la madrugada bajo los rayos de luna, hasta desconvertirnos en parte de lo que somos cuando ambos nos miramos y quedamos alelados, víctimas de algo sublime, casi al ras del amor, con sus ungüentos y olores, con sus brisas azules bifurcadas en mitad de nuestra cama que es tu lecho de rosas, mi lecho de palmas a la orilla de una playa, mi lecho de emociones reposadas e instintivas, descorridas de tu pelo y de tu boca que descienden hasta ambos.
Y, lo mejor de todo es que te recuerdo, de aquella época cuando me acompañabas a mí y te acompañabas a ti a Casa de Teatro, o muy posiblemente al Centro de Cultura Hispánica, hoy con otro nombre y luego de escuchar y de hablar y de oír y decir y desdecir, nos corríamos hacia el parque Colón, nocturno, ensombrecido, con sus bancos a menudo cagados por las palomas que salían de las antiquísimas hendijas de la Catedral, y bebíamos, whisky, whisky o ron, fumábamos y nos embriagábamos después de la universidad. Y nos recordamos chiquita. Con esos labios que quise y quiero regar de crema de guayaba, para luego probar a mitad de la esquina y en el punto final de la madrugada...
Te he visto llegar y partir, reconfortarme en un trago de lluvia y en una mirada expresa, al borde del colapso y tus labios han concitado en mí la aventura, la desventura de la desmitificación de los cuerpos, porque el tuyo no es un cuerpo, es un espacio de esponjas traspuestas en planos suaves de tu piel y mi piel que es la piel de ambos al despuntar las cinco de la madrugada.
Pero al verte no puedo más que quedar expectante, aletargado en la gracia de tus labios y en el moño que has hecho sobre tu pelo negro que me estremece al inmiscuirme en tus interioridades humedecidas.
Y te veo llegar, verme como me has visto y ser responsable del surgimiento de una alegría única y maravillosa: si pareces una flor. Una flor bajo la lluvia, bajo los hilos y los cristales de las caricias, pero esta vez caricias escritas con la saliva de nuestras almas, con el sudor de nuestros pensamientos, con el colapso de la intensidad de los quejidos, enquistados en tu barbilla que beso y asumo, como responsabilidad de hombre y mujer. Ya ha pasado el tiempo. Definitivamente has crecido, han crecido tus senos y el temor de la inocencia no nos
arrebata la pasión, transfiere a nuestra vena vital, allí donde tiemblan y parpadean nuestros sexos, arremolinados en la unidad visceral del temblor de la gloria, del paseo desgranado de las ansias y nos queremos, y nos amamos hasta donde alcancen nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestros alientos, nuestros suspiros, nuestra devoción, nuestra entrega.
fotos forosenplenitud.com/imágenesyoreme.wordpress.com

16 marzo 2009

Te quiero para amarte


Néstor Medrano
(A Karina, eres mi canción)
La noche en la que nos amaremos hasta el amanecer, llegarás con un vestido negro o rojo, ceñido a tu cuerpo. Yo pediré el vino: beberemos despacio, y nos miraremos y si llueve saldremos al balcón y nos dejaremos empapar, embriagados de nosotros mismos. Si hay luna saldremos al balcón y nos bañaremos con su luz; estaremos tan enamorados, tan fascinados de compartir esos minutos, que pediremos una varita mágica a Dios para frenar los latidos del tiempo, y nos levantaremos extenuados, muertos y resucitados, cinco o seis días con sus noches después, de inagotables caricias y besos...
La noche en la que nos amaremos hasta el amanecer te pediré cubrir de rojo intenso tus labios, que untes sobre tu cuello, brazos y muslos una esencia liviana de mujer, un perfume liviano que me exacerbe el olor natural de tu piel y me permita trasladarme en cada caricia a los umbrales de la casa de Dios, el creador de todas las cosas y pecar en sus galerías olímpicas, deslizarnos los dos sobre nuestros cuerpos y hablarnos en el idioma de los besos prohibidos, humectados de las
minúsculas sudoraciones de tus instintos, desfallecer en abrazos tiernos y sublimes, perdernos en la furia de nosotros mismos y reencontrarnos en el balcón, en medio de las copas de vino y de la contemplación perfecta de la obra del amor.
La noche en la que nos amaremos hasta el amanecer llegarás con unos zapatos de tacos, enlazados con tres cruces sobre los tobillos, también negros o rojos- según la escogencia del vestido ceñido a tu cuerpo- y, si por alguna de esas rarezas de la vida no llueve ni hace noche de luna, nos quedaremos en el cuarto, con las cortinas amarillas transparentes, el abanico y su trac trac trac trac trac, en baja velocidad y procederemos a enviarnos juntos al viaje sideral del estallido, la risa y el llanto, las lágrimas y las indefinibles sensaciones de plenitud de las caricias mortificantes y dulces, ungidas con crema de guayaba: haremos el amor, con la serenidad suficiente para reconocernos y sabernos entregados al fuego incendiario de los latidos, del correr kilométrico de la sangre, del acoplamiento indescriptible y jamás conocido por los mortales de nuestros cuerpos.
La noche en la que nos amaremos hasta el amanecer será la noche de noches, seremos los dos y uno en las caricias, en los sueños cumplidos, en sabernos juntos y separados, ejes del mundo, labio y rostro, todo...y al fin, seremos felices.

15 marzo 2009

Un solo pensamiento: tú


Nuevamente el poeta
Fernando Quiroz da en la diana con un texto que es emblema de nostalgia y evocación, que además va delineando el carácter de sus creaciones, hasta encontrar la voz definitiva.
(Néstor Medrano)




Fernando Quiroz

¿Podrías decirme dónde estás?
Por dónde andan tu gracia y tu encanto
Tu majestuosidad
Me has dejado sin noticias tuyas
Sin avisos, boletines de último minuto
Ya te imaginarás cómo estoy
Un solo pensamiento
: Tú
Desconectado de las luces de tu mirada
Sutiles ráfagas de tus recuerdos
Pero cómo andas hoy?
Qué vestido adornas?
Cuántas veces has sonreído?
De qué color es la taza de tu café favorito?
Pusiste aroma
al té de la tarde?
Qué lado de la casa ha disfrutado tu presencia?
Viste la lluvia por los cristales o escuchaste su concierto al tejado?
Quién tuvo el privilegio de llamarte al celular?
Era romántica la música de tu radio?
Y en la televisión, qué captó tu atención?
Dormiste después del almuerzo?
Cuáles planes tienes para la noche?
No sé si tendré respuestas antes de amanecer
Esto es un domingo, pero no de fiesta
El júbilo se lo habrá llevado la última llovizna
Las nubes que cerraron la cara del sol
El riachuelo que no paró hasta regalar sus aguas al mar
Estuve equivocado
Creía que las avecillas me traían algún recado tuyo
Temprano juguetearon en mi balcón y alzaron vuelo
Ni siquiera me miraron, como tampoco me miras tú ahora
En mi correo electrónico tus mensajes son del pasado
Tu nombre es ausencia
Solo una alegría revitalizará mi alma
Que amanezca lunes, es urgente
La esperanza de que me hable tu voz, amielada, enternecedora
Que te erijas como impresionante monumento que alegre mis ojos
Para gritarte, emocionado, ya tu nombre no es ausencia

13 marzo 2009

HURACÁN








(Fragmento de mi novela inédita)

NÉSTOR MEDRANO

La lluvia de balas fue repentina, concisa y mortal. Dos sujetos penetraron al restaurante, vestidos de civiles, anteojos negros y botas embarradas de lodo. Caminaron y al acercarse a la mesa que ocupaban abrieron fuego. Meléndez fue salvado por unos reflejos a toda prueba que le permitieron maniobrar, expulsando la silla al lanzarse al suelo, resguardándose en el hueco que había entre dos neveras. Hizo varios disparos, pero los sujetos corrieron con una velocidad pasmosa. No recuperó el aliento en mucho tiempo. La cabeza de Baptiste cayó ensangrentada sobre la superficie de la mesa. La agitación entre los estudiantes y los clientes fue dramática: muchas de las chicas que vivieron el momento lloraban temblorosas. En pocos minutos hubo una aparatosa presencia de patrullas policiales, cuyos agentes acordonaron el área y sacaron a la gente que se había amotinado, señalando a Meléndez, comentando que salvó su vida por un pelito, que había llegado junto al infeliz que ahora yacía perforado a balazos. Antes que verse embargado por los nervios, a Rafael Meléndez se le acumuló una rabia minada de impotencia que no lo dejaba respirar. Apretaba los puños hasta el dolor. Su mirada penetrante cortaba. Los agentes se acercaron a él para que ofreciera su versión y los mandó a freír tusas con el culo. Fumaba con una expresión grave y descompuesta.
Asdrúbal Santos, con su porte de desasosiego, fumando como murciélago corrió hacia él. Lo observó con detenimiento, al darse cuenta de que no estaba herido, le recriminó de inmediato.
¿Qué diablos hacías con ese hombre?
Meléndez lo miró con una brasa de odio.
Ese hombre está muerto. Lo ejecutaron, ¿no hay manera de tener otra actitud?
Asdrúbal Santos mostró su rabia, una rabia que podía hacer combustión y tornarse violenta en circunstancias apremiantes. Buscó algo indescifrable en el rostro de Meléndez, y encontró una lámina de impotencia.
Te dije muy bien que olvidaras todo lo relativo al haitiano muerto...es que nunca escuchas, coño.
Francoise. Se llamaba Francoise, pero dudo que no lo sepas. El haitiano muerto en la construcción se llamaba Francoise.
¡Estás suspendido de manera indefinida! Desaparece antes de que quieran indagar qué hacías con este otro haitiano.
Entre el humo del cigarrillo y el enrojecimiento de sus ojos, parecía otra persona. No le importaban los comentarios. Es más, no le interesaba estar al lado de Asdrúbal Santos en esos momentos. El maratón de policías y ahora el maratón de periodistas que esperaba en la calle buscando una versión oficial de los hechos, le impedían procesar la tragedia. Pensar.
¿Por qué matar a Baptiste?
Volvió a hacer uso de su ironía más afilada.
¿Por qué estoy suspendido? ¿Es un delito comer con un amigo haitiano?
Santos se sentó en una silla, próximo a ellos el desorden de policías, los flashes de las cámaras fotográficas, las estampas numeradas de la escena del crimen, el calor sofocante, a poca distancia del cadáver, para calmar a Meléndez le dijo que se había tratado de un ajuste de cuentas. Un pleito particular entre la víctima y un hombre cuya mujer le era infiel.
¿Me dices que este tipo le cogía la mujer a alguien y ese alguien mandó a matarlo. ¡Estupendo! Ese señor era un play boy. ¡Recórcholis!
No quiero verte más. Ve a tu casa. Navega en Internet. Busca mujeres desnudas, mastúrbate sobre ellas, crea un blog, pero vete de aquí. No te inmiscuyas más en esta vaina.
Meléndez rió de buena gana:
¿Un blog? Excelente idea.
Cuando se iba Asdrúbal se sonó la garganta:
¿Me entregas el arma, please?
Mintió para joderle la paciencia:
Me la robaron los tipos antes de largarse.
Se levantó con su parsimonia y su irreverencia habituales y al salir, un enjambre de periodistas lo rodeó; le dispararon mil preguntas, tropezadas, unas encima de otras. Finalmente volteó la cabeza para ver si Asdrúbal Santos lo miraba, se detuvo en actitud de dar una declaración, los periodistas expectantes, lo escucharon decir:
Todos, váyanse a la mierda.
Se abrió paso entre los camarógrafos y fotógrafos, subió a su automóvil y haciendo una seña vulgar con uno de los dedos de su diestra, se perdió entre el tráfico.

11 marzo 2009

El retrato de un día

Fernando Quiroz es un joven periodista, compañero de faenas en el Listín Diario, para sus años con una vasta experiencia en los medios de comunicación, con inquietudes incesantes, que comparte varios roles y hoy, luego de hacerlo en silencio, se estrena como poeta. He aquí la muestra de un arte sensible, que esperamos guste a los lectores de Hombre de Letras.



FERNANDO QUIROZ

El día se despertó temprano
Excelso, como su dueña
Radiante como su mandato
Se vistió de fiesta y se echó a andar
Subió escaleras y cruzó continentes
Su olor a hierba fresca penetrando todo
Este día es de los irrepetibles
El que todos anhelan abrazar
Pero nadie se equivoca: Es acontecimiento exclusivo
Sólo para invitados VIP
Por eso se levantan de nuevo las bambalinas
Y apareces tú en escena, grandiosa
Despampanante, deslumbrante, pluscuamperfecta
Y te preguntan, ¿Cómo se llama la obra, su majestad?
El retrato de un día, contestas, con mirada al cielo
Conoces el guión, lo escribiste tú
Con él alcanzas 9 oscar, incluyendo tu premio: Primera actriz
Ahora la mañana olvida el rocío
La tarde esplendorosa sonríe de buena gana
Muchos celebran: El sol, el mar, el viento
Las miradas te siguen
Eres la más bonita del jardín
Y la novedad se expande como pólvora
Con razón, es el acontecimiento social del día
Celebraciones, bizcocho, toques de copas, deliciosa cena
Tú música favorita, la que le canta al iluso
Las llamadas de los amig@s que procurabas oír
Pero no todo es fiesta, otros lloraron
Evocan el sabor de las mieles que ya no tienen
Esa es la prueba superada, lo que el viento se llevó
¿Qué importa? Estás con los que sí te quieren
Sobre todos ellos, los arquitectos renacentistas
Los que se unieron para concebir esta obra de arte
Con amor, dedicación y paciencia tallaron tu silueta
Ternura, constancia y talento para esculpir tu figura
Es un cuerpo de detalles para la historia
Pero tiene su torre de control: Sus neuronas, bien puestas
Ya la noche, elegante, de luces, roba espacio a la tarde
Júbilo sin freno, como estruendo de artificio en lo alto
Te detienes y conversa contigo misma
Te sorprende por tu pelo lacio, cada vez más largo
¡En diciembre me llegará a la cintura!, te entusiasma
Tu rostro de porcelana que será joven después de los 40
La rutina de belleza da paso a tu interior
Eres sencilla, un ser bueno
Vehemente en tus decisiones
A la que nunca la acostumbraron a escuchar NO
Pero incapaz de hacer daño
Alma noble, que no planifica maldad
Cuando quieres, quieres por siempre
Si abres el alma y el corazón es porque lo deseas
Medio mundo quiere conocerte
Le atrae tu misterio, tu circo cerrado
Es que no es tan simple, se necesita afinidad
Gente noble, pues aborreces el chisme
Y a ti, hasta tu signo zodiacal te delata
Un día amaneces por hablar, luego no
Un ser indomable, sin atadura
Pero eres una historia bien contada
Como el lindo poema que se lee al pie de la cama
Como la suavidad de la lluvia que escuchas para dormir
El cristal en colores que todos quieren mirar
La madrugada que se desnuda en silencio
Las alas inalcanzables para subir a los rascacielos
Pétalos que embelesan el mundo
Así eres
Y este es tu día
Sentada, no te muevas, y te hago una foto
Recógete el pelo y sonríe, para pintarte en mi mente
Mírame fijo, sin pestañar, para descubrirme en tus ojos
Abre tu boca, levanta las manos y grita de alegría
Surca tus sueños, como el ave que no detiene su vuelo
Siéntete libre en lo alto y respira tus triunfos
Celebra, que hay motivos
El día que tú naciste, las reverencias fueron de las flores


(Cumpleaños de Iranna)

03 marzo 2009

LA ÚLTIMA EVOCACIÓN

NÉSTOR MEDRANO


Para mí es motivo de inmensa satisfacción que la revista Mythos, de Santiago, en su nuevo número ofrezca al país la publicación de mi cuento La Última Evocación, junto con otros valiosísimos trabajos que incluyen una entrevista con el novelista Manuel Salvador Gautier, varias veces premio nacional de novela, cuentista y un artista de la arquitectura con una obra eternizada desde hace décadas en muchos puntos y localidades del interior.
Para un escritor siempre será motivo de júbilo encontrar el canal de tránsito de sus creaciones, sobre todo en un mundillo literario extremadamente hostil y de pocas oportunidades para los que iniciamos este periplo con intenciones serias de que República Dominicana vaya más allá de su “creacionismo insular”, y emerja entre las nuevas corrientes del pensamiento, como un país todavía joven y con esperanza de florecer en el ámbito cultural. El agradecimiento es para la directora de la prestigiosa revista que se edita en Santiago, Rosa Julia Vargas y todo nuestro aprecio. Este texto pertenece al libro "Cuentos de Vapor y de Sombras", mención de honor en certamen de La Alianza Cibaeña en diciembre pasado.



Nadie, a propósito, es dueño de su destino.
A. Bunsburry


Nunca, como en ese momento, deseó tenerla tan cerca. Un viento frío de nostalgia y evocación se metió primero en su estómago y luego en sus entrañas. De repente su mente quedó despejada: la necesitaba a su lado. Sólo para amortiguar el vacío y las brumas de esos últimos 80 segundos. ¿Por qué ahora? ¿Para qué la necesitaba en un momento tan crucial en su vida? Era una locura. Más de 25 años respirando su transpiración medicamentosa, contemplando su rostro señorial y escuchando las insufribles tonadas de sus ataques de tos en la madrugada, casi sufriendo un suplicio que sólo las escapadas milagrosas a los recintos prostibularios de ocasión amortiguaban.
Ella, su esposa, una de esas mujeres que en la juventud gastó su belleza y su vanidad en complacerlo en todos los caprichos y que, posteriormente, cuando el paso del tiempo dejó marcados estragos en su piel y en su espíritu, la calle, la vida alegre y las mujeres fáciles, fueron el precio que con su hombría imponente, pagó el inefable Federico Navarro.
Se convirtió en un hombre de la calle. En las noches, específicamente los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábados, salía en su automóvil Lincoln negro y rechinaba los neumáticos, quemando el asfalto de las avenidas nocturnas y penetrando en los barrios céntricos de la ciudad, donde las mujeres, rebosantes y hermosas, feas, raquíticas o escuálidas- no había distinción- lo esperaban para, sin muchos ruegos ni esfuerzos superfluos, abrir sus piernas y darle, a cambio de buenos fajos de billetes, los placeres que ya no encontraba en el hogar.
Esa rutina, como se dijo, consagrada de lunes a sábado, era suficiente, pues los domingos estaban destinados a vomitar durante horas y a tratar de librarse de las resacas faraónicas que le cuarteaban la cabeza.
A pesar de su ingratitud en el hogar, odiaba a doña Miosotis Merejo de Navarro, su esposa, porque nunca pudo darle un hijo, aunque doscientos quince ginecólogos, refrendaron en todos esos años de búsqueda infructuosa que ella se encontraba en perfectas condiciones para la concepción. Permaneció atado al lazo matrimonial porque convenía a sus sagrados principios éticos y morales. En los minutos que pasaba en la casa la ignoraba. Sólo intercambiaba las palabras elementales y en una de esas madrugadas de domingo llegó a desear que un acceso de tos se la llevara definitivamente del mundo.
Ella nunca lo entendió ni entendió su actitud. No podía asimilar que él, que había desplegado esfuerzos inauditos para que la encumbrada familia de ella lo aceptara y aceptara que la hija unigénita se marchara vestida de mujer en sus brazos, tantos años después la rechazara con tal fiereza.
Ella se mantenía tranquila. Recibía en la casa a sus amigas de la alta sociedad a quienes atendía por su incondicional apoyo en las buenas y en las malas: “Miosotis, yo no quiero intranquilizarte, pero Polanco, el mecánico de Arturo, me dijo que vio a tu marido borracho, como con quince mujeres en el Malecón.” le decía Juana Aquelarre, una de sus más íntimas amigas, tan sincera y celosa de los engaños contra sus seres queridos. “Ay, pero Dios mío, lo levantaron de entre un charco de vómito y mierda, el muy asqueroso amaneció como un perro con el carro atravesado en el bulevar de la 27”, le recitaba Jacinta Paniatowska, sin el deseo de sembrar la discordia en el corazón abrumado de Miosotis Merejo.
Ella, con sus ataques de tos no había dejado de fumar nunca, y a veces, con el pretexto de cambiar las zapatillas, subía hasta su alcoba y lloraba, luego señalaba que el humo le irritaba los ojos.
A Federico Navarro le importaba poco el sufrimiento de su esposa. Tampoco le interesaba guardar las formas frente a la sociedad, porque consideraba que en su seno reposaba como en ningún otro lugar, la tara de la hipocresía.

Sabía llegar a las fiestas de los clubes exclusivos de la calle San Agustín y romper la melancólica monotonía en los conversatorios sostenidos por los ejecutivos de importantes corporaciones, con los chillidos y vociferaciones vulgares de las mujeres pornográficas de las que se hacía acompañar y, en ese plano, armaba los más sonados escándalos que eran el festín de los diarios y medios de comunicación presentes.
Muy tarde Federico Navarro comprendió que su esposa, lejos de ser una mujer anodina y sin carácter, poseía una fortaleza única.
Había sobrevivido a él. Con estoicismo, en silencio; sin romper un solo plato. No supo qué hacer: no tenía calidad moral ni siquiera para desear que en ese momento estuviera presente: pero la evocó sorprendido, le hacía falta, por primera vez en la vida, transpirar su aliento alcanforado.
Los 80 segundos transcurrieron . Miosotis no estaría junto a él. Las cosas se nublaron, se hacían espesas a sus ojos. Fue cuando la llamó. Desvalida, humillada y olvidada siempre. Mi Miosotis. Nunca como en ese momento deseó tenerla tan cerca, era un momento crucial en su vida. Deseó con todas las fuerzas de sus pulmones tenerla a su lado para pedirle perdón, para decirle que había sido un canalla, para reconocer ante ella su mezquindad.

La imaginaba. Seguro estaba en la casa, sentada leyendo el libro de los salmos en silencio y reflexión. Sus ojos se apagaban. Oscurecía.

REPORTE POLICIAL
El empresario Federico Navarro fue encontrado muerto en una de las habitaciones del hotel Cuasimodo Imperial, ubicado en las afueras de la ciudad de San Agustín del Río.
Al momento del hallazgo del cadáver los agentes de la Policía Nacional que patrullaban la zona en su rutina nocturna, informaron que junto a él había una botella de ron semivacía , una cajetilla de cigarrillos Marlboro sin abrir y varias monedas de cinco y un pesos.
La Oficina Nacional de Patología Forense, previo informe del Departamento de Balística, manifestó que el nombrado murió de inmediato por el impacto de un disparo en el pecho, que atravesó su corazón y dañó otros órganos vitales.
El arma utilizada corresponde a un revólver calibre 38, que había sido robado a un oficial de la Marina por la conocida como Juana La Treceojos, quien fue detenida luego de haber confesado la comisión del crimen por razones pasionales.





Sin mayores ponderaciones, por la contundencia de los resultados de la indagatoria, esta comisión sugiere traducir a la acción de la justicia a la inculpada, atendiendo su naturaleza reincidente con amantes que siempre resultan ser hombres ricos o políticos reconocidos.
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Acerca de mí

Mi foto
Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.