27 noviembre 2008

Voy a conquistarte


Lo más importante es que lo sabes. Todo está dicho. Vendrás despacio, de a poquito y me verás a los ojos a ver qué determinas y yo resuelto, te diré regálame tus labios para festejarme cada día, con la humedad de tus besos.











Nunca como ahora estuve decidido a conquistarte. No puedo evitar que esa sonrisa me sonroje, que esas indecisiones me mantengan al vilo y que tu mirada nunca se digne o se indigne a frotarse con mi mirada. ¿Por qué no hacerlo? ¿Cuál es el impedimento? ¿Cómo sé que son ciertas las dañinas especulaciones de que estás con otro de mi mismo sexo, practicando con él lo que en mí es un proyecto de amor contigo, respirando de él el espacio que quiero filtrar para nosotros, oxigenar para mí, reinventar para ti: porque soy, y tú lo sabes, un pequeño clamor que retumba en las noches y las madrugadas de frío, café y velones aromatizados.
Despejo cada una de tus miradas silentes para soñar con vivir en tu realidad, para despertar de ese sueño de negaciones que ambos nos proponemos, tú al ignorar que mis perspectivas están contigo cifradas y yo al saber que en algún instante tu espíritu infinito, de infinitas preguntas e ingenuidades, sabrá reconocer que estoy cerca, para ti, para ser compartido contigo y con tus besos, contigo y tu sonrisa, contigo y tu altivez cada vez más exaltada. Llegaré, de a poquito y no me verás. Llegaré en silencio en medio del bullicio que te rodea, y no me verás, aunque me veas y nos veamos de a poquito, por ratitos de atracción callada y desgobernada, de pasión muda y encasillada, de inadmisibles deseos de poseernos y descifrarnos en códigos bramantes de ensueños humedecidos de carne de mujer, de carne tuya, de tu piel y tus poros, de tus axilas y tu vientre, de tu vulva y tus caderas, de tus labios y tus gestos, de tu boca y de tus manos, de tu deseo y tu voluntad. Nunca como ahora estuve decidido a conquistarte.
Ignoras que tú te acercas, inconciente, pero certera, con esa curiosidad de mujer pura salpicada de fragancias y somnolencias; te acercas y, lo sé, también en algún resquicio de tu cuerpo, tu alma y tu corazón hay una razón marcada con mi nombre de fuego, hay una huella distante, como una pequeña mecha que se ha encendido y no apaga: está ahí, latente. Se han quebrado mis horas, el reloj destrozado, la arena derramada, en espera. Espero por ti, te invito a celebrar la más hermosa orquestación de caricias, te invito a compartir en simples sorbos de gloria eterna, de a poquito, el verdadero e inexplicable sabor de la verdad sobre nosotros: nuestra verdad, mi verdad. Te invito a compartirte conmigo, a materializar el proyecto de amor e informarte que ambos seremos felices cuando permitas un recorrido de magia por toda tú; sobre todo por tu pelo, largo de mujer infinita, por tus caderas, de mujer que gana algunas libras que adoro...
Estoy decidido a conquistarte, a decirte lo que tenga que decirte, a escuchar lo que tenga que escuchar, a amarte de noche y de día, hacerte mía, más de lo que cualquier posibilidad imagina.
A partir de ahora lo sabes: voy en búsqueda de tu mirada, voy en búsqueda de tu sueño, voy en búsqueda total...de nosotros.

NÉSTOR MEDRANO

17 noviembre 2008

HURACÁN






(Fragmento de mi novela inédita)

NÉSTOR MEDRANO




¿Quieres ir a dar una vuelta conmigo?
El obrero se puso en guardia:
¿Quién eres? ¿Un riquito a quien le gusta que los negros le hagan el amor?
No. No soy un degenerado, si a eso te refieres.
Pues lo pareces. Pareces afeminado.
No te dejes confundir. Soy periodista. Hago una investigación sobre la vida de los obreros haitianos en las construcciones. Creo que tú tienes buen razonamiento.
No me interesa. Además, después del trabajo voy a la universidad, estudio, trabajo.
Te puedo llevar y comemos algo en el camino. ¿Cómo te llamas?
Baptiste. Pero me puedes decir Jacques.
Me quedo con Baptiste.
Baptiste bebió otro trago de ron. El sudor brillaba sobre su frente, sus ojos cuarteados de sangre lo hacían parecer alguien peligroso.
No confío en periodistas. Escriben cosas para jodernos; dicen que nuestras costumbres son de bárbaros, primitivos...
¿Y no es cierto?
Rafael Meléndez miraba al sudoroso obrero, ponía especial atención en su arrogancia natural y no hacía más que reír en sus adentros. Se preguntaba cómo una persona que padecía tantas vicisitudes en un país extraño se soportaba en una actitud como aquella...de pedantería. Era diferente. Los otros masticaban con ansiedad, como si la comida quisiera escapar de sus manos; tragaban los trozos de víveres mezclados con arroz como si el mundo terminara en los próximos cinco minutos. El obrero todavía lo creía un gay.
Creo que buscas a alguien que te haga el amor, le dijo.
Meléndez, ahora un poquito más turbio, le soltó:
Te aseguro algo, si fuera maricón, mi tipo de hombre no tendría esa fragancia a diablos que emanas, ¿entiendes?
Te puedes largar de aquí, respondió el haitiano, no es tu hábitat. Vete antes que llame a la policía y te acuse de hostigamiento.
Meléndez hizo un gesto de desagrado y le habló en tono duro:
Oye, maldito mierda, no he venido aquí por ti, sino por ellos. Has monopolizado la situación y no me has dejado hacer mi trabajo. Será mejor que te apartes y punto.
Ante el cambio radical el haitiano se quedó callado.
Disfruten de su comida, deseó Meléndez al grupo de obreros que se atragantaba con los comestibles y salió de allí sin mayores intenciones.
Rafael Meléndez fumó sereno antes de darle al encendido de su automóvil. Reía en sus adentros. Confiaba en sus tácticas. ¿Qué podía perder? El sol se extendía en medio del lugar y arriba las nubes blancas llenaban el inmenso azul. Pronto se nublaría. No quería encender el celular. Debía tener mil mensajes a esa hora de la mañana. No se había reportado y las tardanzas sulfuraban al viejo Asdrúbal Santos.
Por otro lado la ciudad espejeaba con el clásico tapón del congestionamiento. Hileras de vehículos de todo tipo frenados en los semáforos. Cientos de niños varados en las esquinas, unos limpiando cristales delanteros de carros privados, otro vendiendo chucherías y algunos, simplemente pidiendo dinero. Meléndez siempre había notado el cuadro, pero ahora, que se involucraba en un caso de la especie del que investigaba descubría a las mujeres andrajosas, también haitianas que, con bebés de poca edad sembrados en sus pechos sudados, pedían dinero a los conductores de vehículos, que se desplazaban por las avenidas.
Esa misma mañana, entre las ocho y las nueve, una joven flaca, entre huesos notables y ojos desencajados, labios resecos y vestido descolorido, con un niño de entre cuatro y cinco años, se le acercó tanto que por poco los atropella. No era uno de esos tipos sensibleros a quien se le revolteaba el espíritu con facilidad, pero aquello le pareció surrealista. En los últimos años las principales avenidas de la capital y de las ciudades del interior estaban inundadas por mujeres limosneras, explotadas por criollos y haitianos que se encargaban de buscarlas en avanzado estado de gestación, las ayudaban a cruzar la frontera domínico-haitiana y las conducían a hospitales públicos donde alumbraban, creando un problema de repercusiones poco analizadas. Estas bandas se las arreglaban para establecer a las madres en casuchas clandestinas de los barrios marginados y luego las incorporaban en grandes grupos a pedir dinero, utilizando a las criaturas como carnadas. Meléndez reía de sorpresa. Descubría que nadie hacía caso del problema y asumía que las complicidades protagonizaban la impunidad. Sus investigaciones eran archivadas. A nadie parecía importarle que las haitianas hicieran turno en las avenidas, cumplieran un horario y se sustituyeran unas con otras, como si se tratara de un empleo oficial.
La espera valió la pena. Baptiste, sudando grasa y con los anteojos recetados empañados tocó la ventanilla del asiento del acompañante. Cuando abrió la portezuela lo notó nervioso. Su peculiar olor inundó el interior del auto. Baptiste sabía del olor, pero era inevitable. Le dijo que las cremas y los desodorantes no le probaban, que su padre le proveía de todo eso y que no había manera de que el grajo se le quitara de encima.
¿Qué ocurre, te noto preocupado?
Vamos a otro lugar, pidió el extranjero. Si alguien nos ve juntos, puedo tener problemas.
¿Por qué?
Porque se sabe que estuviste por aquí investigando la muerte de Francoise. Hay ojos escondidos. Obreros de mi propia tierra nos vigilan. Son chivatos de Fernando Albarraza, el dueño de la construcción. Es una historia muy larga, muy complicada, cuyos detalles, dudo que desconozcas.
Rafael Meléndez tragó en seco. El haitiano muerto se llamaba Francoise, lo averiguó sin proponérselo. Baptiste era un hombre clave, ahora lo sabía. El investigador especial se metía en un problema del gordo del dedo del pie izquierdo. Una situación espinosa que, si lo analizaba con detenimiento, debía retirarse en cinco minutos. ¿Por qué no dedicarse a los trabajos intrascendentes de todos los días y olvidarse del asunto? Baptiste, ¿se llamaría realmente así o era un falso nombre para protegerse? ¿Quién era? ¿Un obrero? Regularmente todos los haitianos que vivían indocumentados en el país tenían el apellido Pié. Meléndez interpretaba que se trataba de un degenerativo mal pronunciado de Pierre, aunque, le importaba un carajo la procedencia de ese dato.
¿Francoise? ¿Se llamaba Francoise el joven muerto?, preguntó ovacionado por un calor que de repente le subía por todo el cuerpo. Baptiste se derramó en llanto. Un llanto nervioso. Jadeaba. Rafael Meléndez midió la intensidad de los nervios y temió que sufriera un colapso.
Cálmate. ¿Qué sucede?
Vámonos, arranca, por favor.
Meléndez pisó el acelerador y descendió calle abajo hasta las inmediaciones de la universidad estatal, una zona que en los últimos años se había llenado de negocios de comida rápida y restaurantes sencillos a los que acudían los estudiantes, antes o después de las clases. A Rafael Meléndez le agradaba esa parte de la ciudad. Le gustaba el movimiento de los universitarios, la agitación de los autobuses del transporte público, las chicas que exhibían sus mejores atuendos para recibir la docencia.
Orilló el vehículo y pidió a Baptiste que bajara. El obrero lo hizo maquinalmente. Secó sus mejillas y los bordes bajos y ojerosos de sus ojos antes de recuperar su compostura natural. Meléndez lo analizó al detalle, mientras Baptiste bebía con ansiedad un café con leche y masticaba el sandwich de jamón y queso. Buscaba algo en esos ojos pequeños y en esa mirada turbada y despectiva. Sin embargo, el tipo le inspiraba confianza. Quizá lo engañaba o se burlaba de él. Sin lugar a dudas, por la expresión del primer momento, cuando le habló de la muerte de Francoise, sabía que era policía, a menos que fuera un idiota, cosa que dudaba.
¿Qué sabes de la muerte de Bonsoi?
Bonsoi no, Francoise.
Sí. De Francoise.
Lo tiraron.
¿Lo mataron?
Baptiste asintió con la cabeza mientras tragaba una porción del sandwich.
¿Por qué decidiste hablar del tema, si en ningún momento lo sugerí.
Meléndez bebió su cerveza. Le gustaba degustar una cerveza bien fría en esas ocasiones de almuerzos ligeros y compulsivos. El haitiano se mostró preocupado.
Era mi amigo. Y...tu gente sabe lo que está sucediendo.
¿Qué está sucediendo?
Francoise era...
La lluvia de balas fue repentina, concisa y mortal. Dos sujetos penetraron al restaurante, vestidos de civiles, anteojos negros y botas embarradas de lodo. Caminaron y al acercarse a la mesa que ocupaban abrieron fuego. Meléndez fue salvado por unos reflejos a toda prueba que le permitieron maniobrar, lanzando la silla al lanzarse al suelo, resguardándose en el hueco que había entre dos neveras. Hizo varios disparos, pero los sujetos corrieron con una velocidad pasmosa. No recuperó el aliento en mucho tiempo. La cabeza de Baptiste cayó ensangrentada sobre la superficie de la mesa. La agitación entre los estudiantes y los clientes fue dramática: muchas de las chicas que vivieron el momento lloraban temblorosas. En pocos minutos hubo una aparatosa presencia de patrullas policiales, cuyos agentes acordonaron el área y sacaron a la gente que se había amotinado, señalando a Meléndez, comentando que salvó su vida por un pelito, que había llegado junto al infeliz que ahora yacía perforado a balazos. Antes que verse embargado por los nervios, a Rafael Meléndez se acumuló en él una rabia minada de impotencia que no lo dejaba respirar. Apretaba los puños hasta el dolor. Su mirada penetrante cortaba. Los agentes se acercaron a él para que ofreciera su versión y los mandó a freír tusas con el culo. Fumaba con una expresión grave y descompuesta.
Asdrúbal Santos, con su porte de desasosiego, fumando como murciélago corrió hacia él. Lo observó con detenimiento, al darse cuenta de que no estaba herido, le recriminó de inmediato.
¿Qué diablos hacías con ese hombre?
Meléndez lo miró con una brasa de odio.
Ese hombre está muerto. Lo ejecutaron, ¿no hay manera de tener otra actitud?
Asdrúbal Santos mostró su rabia, una rabia que podía hacer combustión y tornarse violenta en circunstancias apremiantes. Buscó algo indescifrable en el rostro de Meléndez, y encontró una lámina de impotencia.
Te dije muy bien que olvidaras todo lo relativo al haitiano muerto...es que nunca escuchas, coño.
Francoise. Se llamaba Francoise, pero dudo que no lo sepas. El haitiano muerto en la construcción se llamaba Francoise.
¡Estás suspendido de manera indefinida! Desaparece antes de que quieran indagar qué hacías con este otro haitiano.
Entre el humo del cigarrillo y el enrojecimiento de sus ojos, parecía otra persona. No le importaban los comentarios. Es más, no le interesaba estar al lado de Asdrúbal Santos en esos momentos. El maratón de policías y ahora el maratón de periodistas que esperaba en la calle buscando una versión oficial de los hechos, le impedían procesar la tragedia. Pensar.
¿Por qué matar a Baptiste?
Volvió a hacer uso de su ironía más afilada.
¿Por qué estoy suspendido? ¿Es un delito comer con un amigo haitiano?
Santos se sentó en una silla, próximo a ellos el desorden de policías, los flashes de las cámaras fotográficas, las estampas numeradas de la escena del crimen, el calor sofocante, a poca distancia del cadáver, para calmar a Meléndez le dijo que se había tratado de un ajuste de cuentas. Un pleito particular entre la víctima y un hombre cuya mujer le era infiel.
¿Me dices que este tipo le cogía la mujer a alguien y ese alguien mandó a matarlo. ¡Estupendo! Ese señor era un play boy. ¡Recórcholis!
No quiero verte más. Ve a tu casa. Navega en Internet. Busca mujeres desnudas, mastúrbate sobre ellas, crea un blog, pero vete de aquí. No te inmiscuyas más en esta vaina.
Meléndez rió de buena gana:
¿Un blog? Excelente idea.
Cuando se iba Asdrúbal se sonó la garganta:
¿Me entregas el arma, please?
Mintió para joderle la paciencia:
Me la robaron los tipos antes de largarse.
Se levantó con su parsimonia y su irreverencia habituales y al salir, un enjambre de periodistas lo rodeó; le dispararon mil preguntas, tropezadas, unas encima de otras. Finalmente volteó la cabeza para ver si Asdrúbal Santos lo miraba, se detuvo en actitud de dar una declaración, los periodistas expectantes, lo escucharon decir:
Todos, váyanse a la mierda.

08 noviembre 2008

OBAMA




¿Qué puede significar el triunfo de Barak Obama para República Dominicana en la actual coyuntura? Es la pregunta. Más que cualquier otro análisis sobre la espectacularidad del ascenso al poder de un hombre de origen negro, con una mezcla de factores que lo catapultan al plano de las leyendas-su origen, la religión, su nombre, la etnia difícil de la que proviene- debemos concentrarnos en la realidad: a partir del 20 de enero del 2009 ya no se tratará del jovial candidato que aparece con su camisa blanca, una corbata moderna y las mangas recogidas ascendiendo a la carrera a una tribuna, como parte del teatro natural de la campaña política, ya no se trata del egresado de Harvard, de rostro meditabundo y reflexivo que se tarda un tiempo en asumir posiciones y tomar decisiones: es decir, ya no será el Obama que todos en el mundo llegaron a admirar, porque se enfrentaba a una cultura impenetrable de paradigmas que siempre han motorizado poca o ninguna importancia a un hombre de color para ocupar posición tan señera। Es un Obama ahora presidente de la Potencia más poderosa del mundo, que pese a cualquier vaticinio mantiene hegemonía sobre un mundo cada vez más tambaleante।
República Dominicana tiene que buscar la manera de romper la malsana prédica de que en el tablero geopolítico mundial América Latina tiene poca o nula importancia para la visión estratégica de una nación que queda, con conflictos enormes como el de Irak, y las condiciones de coma profundo de su economía. Hay que escrutar, desde nuestra realidad particular, hurgar en nuestras relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica y hacer una revisión exhaustiva, en todos los ámbitos de lo que son nuestras relaciones hasta el momento.
República Dominicana puede a partir de este momento, en coordinación con sus empresarios más pujantes revisar los puntos de negocios más importantes en las áreas de inversión pública y privada, acuerdos pendientes, vigentes, en estudio, en perspectiva, y formalizar una comisión de alto nivel que los integre a ellos como sector productivo nacional, a los funcionarios del ramo económico, entiéndase Banco Central, Industria y Comercio, Fomento Industrial, etc, que entraría en contacto con el gabinete del presidente electo Barak Obama y antes de la asunción del nuevo gobierno, el presidente Leonel Fernández pueda canalizar un encuentro entre ambos.
Como país no podemos esperar a que Obama asuma para hacer estos contactos. Ya se habla de un supuesto prejuicio o posición en contra que le atribuyen al jefe de Estado electo en lo que respecta a acuerdos multilaterales como el Tratado de Libre Comercio y del riesgo de que muchos estos convenios sean revisados. República Dominicana no se puede dar el lujo de mantenerse expectante, en espera del transcurso de los días y bien puede manejar la buena voluntad que Barak Obama descubrió tenían los latinos con él, que bien pudo inclinar la balanza en su favor.
Para el presidente Leonel Fernández no será difícil, con sus dotes, su presencia actual en los escenarios internacionales, y la posición de neutralidad que ha mantenido ante los conflictos estadounidenses con Hugo Chávez, de Venezuela, Rafael Correa, de Ecuador y Evo Morales de Bolivia, además de las conjeturas que se han establecido de que el nuevo jefe de Estado buscará algún tipo de acercamiento con Cuba-germen de las turbulencias chavistas, aunque no se note- buscar ese encuentro para proyectar una estrategia de revisión que redefina el rol de ambas naciones.
Plantearnos una revisión inmediata, en el período de transición, e ir preparando los esquemas para presentar al presidente Obama, sería bien visto por la población e incluso por las fuerzas políticas opositoras. Este encuentro buscaría una revaloración de la situación de los migrantes dominicanos en los estados de la unión para la toma de decisiones y atribución de responsabilidades a la hora de beneficiar a la comunidad latinoamericana. Del mismo modo, la búsqueda de mecanismos para que se flexibilicen los patrones establecidos para la concesión de visados a esa nación de nacionales dominicanos y otros aspectos en los que hay puntos que pueden ser reblandecidos.
Definir lo antes posible cómo serán las relaciones de Estados Unidos, bajo la sombra de un nuevo gobierno demócrata, con nuevos criterios y una visión que, quizás el sistema no permita que varíe mucho sobre nuestros países, y concentra esfuerzos para que el presidente Fernández se reúna con quien será su colega en enero, con la carpeta bajo los brazos y planteamientos firmes ante realidades que las autoridades conocen, nos ayudarán a marcar un camino, que podría ser de beneficio para ambos países.
Sin que esto signifique un ejercicio de sumisión o de arrodillarnos y arrodillar nuestra soberanía, Estados Unidos es un aliado de negocios de República Dominicana, cientos de miles de dominicanos viven y han enraizado su cultura allí, lo que permite que haya una visión avanzada de nuestro rol en las actuales condiciones.
Para Estados Unidos Haití y su problemática constituye una preocupación constante y República Dominicana, como país fronterizo, con mayor desarrollo siempre ha sido motivo de suspicacia y hasta ojeriza ante algunas situaciones, pues, esa comisión, tendría entre sus misiones inmediatas llevar un informe completo de la situación real de las relaciones domínico-haitianas y de lo que cree se debe hacer para aminorar un poco sus niveles de pobreza.
Es nuestra realidad। Es pertinente la renovación de los vínculos, la revisión de esos nexos, sacudirnos, para buscar esas ventajas, que, deben ser identificadas cuanto antes.
NÉSTOR MEDRANO

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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.