19 abril 2006



Torbellino de hielo


Descubrí algo en el silencio después de la lluvia
una voz que retozaba en el pasillo:
Se repetía en ecos
volaba despacio y transparente: lejana y fugaz.
Podía seguir los latidos del viento si así lo quería
o perderse en las brumas si el clamor del odio
profanaba su quietud
descubrí: un vapor exhalado
una pizca de llanto y dos o tres sollozos
cuando dejó de llover.
Descubrí la soledad
su punta de lanza destacada en una esquina del aposento:
el perfume desalojado del recuerdo
a cuello de mujer: a labios de un carmín
de brasas encendidas
que quemaron en torrente, alguna vez
esa humanidad que fue mía y fue tan tuya y fue de ambos
y fue del estrépito y fue del silencio y fue del bramido
y fue de la luna y de la explosión.

Descubrí otras veces
que en los residuos de lluvia había residuos humanos
de labios mordidos, pieles revueltas: océanos y devastaciones.

Que de un simple gemido
nacía la cascada: aguas diáfanas y sin control
habitantes de espuma que se derretían: como las
gotas de lluvia sobre el espacio sereno de tu vientre
todo escrito en el silencio
entre montañas de sudores agridulces
lamidos y escarceos de alas doradas: labios y cuerpos
embebidos, en el viaje sin retorno de los ecos.
Descubrí algo en el silencio después de la lluvia.
Además de una voz que retozaba en los pasillos
un coro de sonidos y de risas y de caricias
y de recuerdos de un hoy que fue ayer.
Descubrí la soledad
su vestido negro y sus dedos alargados por el frío:
sus inmensas extensiones de delirio y casi un universo
de paredones macizos de hielo.
Es en la lluvia con su cortina transparente
donde se esconden los últimos instantes
de la memoria fluida:
en sus gotas gruesas que cayeron sobre
tu cuerpo y penetraron conmigo
mi humanidad y mi sexo
al paralelo perfecto de tu afirmación de mujer.
Es en la lluvia
donde fluye tu lengua rosada:
es en la lluvia
donde inicia el final y termina el principio
es en la lluvia
donde laten los cuerpos humanos: pernoctan,
se funden, tiemblan con un temblor del cielo
se escurren en el sudor derretido
o en las gotas de la lluvia que los succiona
lo demás
es un pequeño espacio:
mínimo
donde quizás
empezó el retorno de todas las cosas: la noche,
el día, las madrugadas: semanas y meses
lo demás
es un pequeño espacio:
mínimo
donde concluyen las formas de tu cuerpo;
donde confluyen los líquidos de mi cuerpo;
y se erosiona la tarde con su sol y su luna
para transformarnos en un trazo
de alguien más.
Y la lluvia
que nos define desde el principio del tiempo
también nos inunda con su ruda intensidad
nos habla:
nos explica:
nos explica que ambos estuvimos juntos:
que juntos bebimos tragos de un néctar
¿era vino?
Tal vez whisky, ¿qué más da?
Y nos empapó en el encuentro
sulfurados de pieles calcinantes
concentradas en esa fábrica humeante
tan unidos que sólo pudo deshacernos
el sol.
Y la lluvia
que fue confidente humedecida
y reinó en universos de quejidos
de posiciones enfebrecidas y mortificantes
desesperada porque terminarían
y rompimos relojes y cronometramos el tiempo
y pedimos prestado un espacio:
para dedicarnos a imitar a Dios
en el proyecto de sentir y vivir
morir y resucitar
la más perfecta historia de amor.

Descubrí algo en el silencio después de la lluvia.
Una voz que retozaba en el pasillo.

En uno de esos momentos quise escribir
recordar cómo eran las cosas antes de ser:
estabas tú, estaba yo, estaba la lluvia: semilla
germinal. Estuvimos ambos en una esquina
espejeante: unas cervezas, unos Marlboro
un lecho grande, tan grande como el sol.
Peces que aleteaban
aves que nadaban
brisas que soplaban
y luego, otra vez
la lluvia.
En uno de esos momentos quise escribir
dibujar algo jamás dibujado: que cobrara vida
y desbordara el Canal de los Vientos:
algo que humedeciera un poquito
los rayos del sol.

Quise escribir como escriben los jinetes
cuando quedan desprovistos de caballo
y deben cabalgar los horizontes
con la imaginación
imagina: una torre de lluvia, de columnas de lluvia
con ríos de lluvia, columnas de lluvia
con ríos de lluvia: imagina.

En uno de esos momentos quise escribir
embarrar de mí y de mi aliento
la espalda de la lluvia con su obsesión
de más lluvia: vino, tragos, amor.
Y la lluvia se hizo gotas: ardores selectos
y calores azules sobre el lomo de la noche mojada:
cortinas que se mueven, se agitan despacio
con la brisa que también enloqueció con la lluvia.
Descubrí en el silencio después de la lluvia:
descubrí que mis huesos, mis miembros y mis dedos
ocupan un minúsculo espacio en el universo:
que tus ojos inflamables hechizan con esa mirada
gris.

También de lluvia: que tus labios se adhieren
como un bocado fresco de medianoche
y comparten ese nuevo cosmos que luego se involucra
un mensaje genital de adoración y perdición
y ansiedad y desesperación y aullidos y
dolor y lascivia:
también el sol nos abandonó al olvido.

Entendí de una vez
que sólo somos partículas:
espacios habitados
y fragmentos: un polvillo cósmico con fecha de caducidad
simples cuerpos inertes o
con cierto movimiento
cuerpos, quizás astrales cuerpos,
que se integran al todo inexistente.
Entendí de una vez
que sólo somos materia con un destino de extinción:
vientres repletos de cosas descompuestas
e inspiración para alguna canción.
Entendí
que la lucha por estar a tu lado: mujer infinita e incorpórea
es una vieja lucha desbordada
de sueños y alegrías o risas y fantasías
un empalme de carne y orgía.
También entendí
que un hombre fuma su cigarrillo, bebe su trago de ron
muerde mejillas y frota pezones: se resiste a la embestida
al calorón del sexo y los instintos.

Uñas, carnes, dedos: que la humanidad se hace infinita
y degenera en otro tipo de humanidad,
se agrede a sí misma y se marchita la piel.
Entendí que jamás pudimos ser ambos
en aquellas noches azules.
Que el pensamiento mutuo
se ensombrecía con los bajos instintos
jamás soporté
esa desnudez que te dibujaba de blanco
y cobraba nuevas formas en tu piel
que dibujaba tus senos
perfectos: de mujer
delineados; subliminales: sedantes
pezones rosados
vellosidades
el pubis mágico de la adoración
la herida del cielo
el dulce aroma de mujer.
No la soporté
porque desbordaba los límites
de la cordura
tu desnudez: cavidades y humedades:
líquidos astrales vinculados a los tiempos
y la locura de tomarte:
desde el principio
hasta el final
desde tus labios
hasta la parte
que te distingue como mujer.


Y fue
como un ciclón de sábanas movedizas:
una reacción
la llama agridulce del pecado.

Y fue
una sinfonía sin tiempo
ni orden ni dirección
dibujado tu cuerpo
que ya no era tu cuerpo
era el paraíso maldito: origen de la desgracia
senos perfectos y erectos
vulva humedecida y voraz
cuerpos doblegados a la luz de la luna:
coito, amor
sexo edulcorado y fluvial.
Dibujado tu cuerpo
que ya no era tu cuerpo
era el paraíso maldito: evolución
vaporosa del día y el amanecer.

Descubrí la soledad
exhausto
cuando me envolvió
o me ahogó
el líquido sin nombre
que nos lanzó a una suma de silencios.
Y fue
un rayo de oscuridad sobre mi conciencia dormida:
¿Puede el sexo resumir el origen del universo?
Sus senos: delineados, perfectos.
Figuran un avance del cielo...
Y fue
cuando amarramos nuestras bocas
y sentimos el temblor del cielo:
la lubricación del espíritu
los cuerpos enardecidos.

Y fue
cuando se desorbitaron tus ojos
al tocarse tu vulva y su miembro
y entender, luego de un orgasmo
de dioses
que ambos somos: hombre y mujer.

Mi amigo amigo buen amigo

Busco decirte algo
mi amigo amigo buen amigo
que a lo mejor no pude decirte ayer
cuando nos vimos por última vez
cerca del supermarket.
Busco decirte algo
que no te dije cuando juntos fumamos cigarrillos rubios
y bebimos de todo: cerveza, ron
whisky y vino.
Cuando llegamos juntos a la estación del autobús
para ir a recoger las cosas que te envió.
Éramos ambos, éramos los dos.
Pero decírtelo se hizo tan difícil:
un nudo en la garganta: un temblor en las piernas
coño, mi amigo amigo buen amigo
busco decirte algo.
Para decírtelo debo despojarme de nosotros mismos
de los afectos: lo que hemos sido siempre
buenos amigos;
más que eso
como hermanos: hijos del mismo vientre
Y no sé cómo hacerlo.
Hasta los ojos se me inundan de lágrimas
cuando nos recuerdo a ambos viendo televisión
comentando la última de Tom Hanks
o de Tom Cruise; o descifrando el último
libro de Cabrera Infante.
Es que compartimos todo
mi amigo amigo buen amigo:
el mismo tabaco, la misma comida
el arroz con habichuela: el pescado
con coco: busco decirte algo.
En fin, los mismos gustos.
Éramos dos en cada cosa y en cada situación
veíamos como uno cada conflicto y cada problema
leíamos el mismo libro y celebrábamos
la misma fiesta.
Busco decirte algo
mi amigo amigo buen amigo
que sé no será tan fácil decir;
se trabarán las palabras y habrá humedad
en los ojos: ¿recuerdas?
Cuando bebíamos café a punto de amanecer
hasta los ojos se me inundan de lágrimas.
¿Recuerdas nuestras escapadas del colegio
y luego de la universidad?
Nos acompañaban Mercedes, María, Alberto
y Trinidad
nos volábamos hacia el Malecón
y cuando no a la avenida del puerto:
veíamos a la gente con sus caretas de diablos
y sus trajes de lentejas
en tiempo de carnaval.
O bebíamos ron añejo,
masticábamos chíclets Clorets
y danzábamos como locos en medio
de la ciudad. Éramos uno: casi el mismo.
Para decírtelo debo despojarme de nosotros mismos
de los afectos
de la corriente sanguínea que nos limita
y nos hace familia y nos convierte en hermanos
o en primos
mi amigo amigo buen amigo.
Busco decirte algo
y mirando en el fondo de tus ojos:
en ese espacio donde no llega la simple mirada
la decisión seguirá igual: gris, lacerante:
no decirte nada
por ambos: por los dos
mi amigo amigo buen amigo.

Olvido de acero

Abro en silencio esa puerta cerrada de la casa
cuando apenas despunta el día con sus primeros
minutos rociados de sol y de lluvia.
De antemano sé que no estarás en el lugar donde
alguna vez estuviste o estuvimos ambos: en la
punta de la carne. Abro para no seguir perdido
en ese laberinto de desolación
quizás: buscando en el encierro algún residuo
de tu mirada y de tu piel y de tu rostro y de
tu cabellera y de tus labios y de tus axilas,
y de tus pezones y de tu pubis y de tu vientre
buscando algún resquicio de tu mirada.
Buscando cualquier cosa; no sé: el disco final
de tu vida o la seña de nuestra locura.
También abro en silencio esa puerta cerrada
como prueba del terror que sentiste o, al menos
del origen causal- vaya redundancia-
que motivó con alas de mariposa tu partida.
Sin embargo,
reconozco que no será este, ni ningún otro
el momento
para volver a encontrarnos, al menos,
en mil años luz.


Gotas de lluvia

Gotas de lluvia
se deslizan despacio sobre tu piel
se derriten después
si la lluvia
deja de caer.
No es un simple
monumento a la lluvia: es mucho más
es a los poros
es al calor
es a la huella que me marca y te marca
mujer.
Es a la tarde: a los miles de kilómetros de brisas
acompasadas
entre paredes
de cielo azul.
Gotas de lluvia
se confunden de pronto con mi piel
con la saliva astral de mi cuerpo
con las evaporadas ansias
con el leve rubor
y la pisada exacta
de la lengua: es mucho más.
Gotas de lluvia
Resuenan sobre el techo
en las paredes del patio
como si de algún lugar
se desprendiera el universo:
y entre tu ombligo
y tus senos: tu vientre
y tu cuerpo
la lluvia y yo
no dejamos de latir.
¿Será la lluvia será?
Y me defines esa sonrisa
también bañada de lluvia
¿Será la lluvia será?
Y me besas con calor
¿Será la lluvia será?
Y nos abres a tu cuerpo
¿Será la lluvia será?
Y nos tomamos por completo
¿Será la lluvia será?
Y mi sexo con tu sexo
¿Será la lluvia será?
Y exhaustos satisfechos
¿Será la lluvia será?
Hemos hecho el amor.


Viejo de incontables historias

Viejo, lo hago tarde, pero te escribo
y al hacerlo se cuelan por mis mejillas
dos brasas de fuego: dos lágrimas que son
más que lágrimas
pedazos de dolor derretido.
Me llevó tiempo dejar atrás el llanto y esas
monerías del espíritu golpeado
porque después de tu partida no ha habido
tiempo, se destrozaron las horas
por eso no ha habido momento más que para
llorar y recordar tu rostro
arrugado de hombre
que fue padre y fue hombre
y ambas cosas a la vez.
he visitado tu habitación que estaba en cada lugar
y en cada sitio
por donde cruzabas y cruzaste en esa larga
y corta vida que viviste
sin que Dios ni nadie me concediera para ti
sino el don de la inmortalidad
por lo menos que vivieras más allá del tiempo.

Quedaron algunas fotografías de esas clásicas
de antes: a blanco y negro
en las que exhibes esa sonrisa natural tan
tuya y tan nuestra
que ha sido de todos alguna vez.
Te cuento que ya no tengo trece
que era la edad que tenía cuando alguien,
presumo que Dios, decidió llevarte
para el resto de la vida.
Quizás, de algún modo logré ser lo que querías
aunque no aquello que soñé
que vieras con tus propios ojos: ¿es injusta la vida?
Ahí están las carreteras del sur
que anduviste con un morral a cuestas
entre kilómetros interminables de asfalto
y de los ingenios azucareros lo que queda.
Ahí está el viejo mercado
con su caserío de pobres a la redonda
sus calles empedradas
y sus callejones estrechos:
ahí están los caminos áridos, el lodo y el caliche
y los lluviosos días de siempre y de todos
los días: se diría
que pocas cosas han cambiado.
de tu viejo rostro
como yo, muchos se acuerdan: fumabas poco
cuando llegabas del trabajo
la mochila repleta de frutas: chinas y caña
la sonrisa entregada a todos, a Isabel
la vecina; como mi abuela.
Pero viejo, me hice hombre
y la dificultades, como sabes
han llovido desde cielos, mares y espacios diferentes
tú sabías que podía ser así.
Pero no escribo para intranquilizarte
sólo para hablar contigo y hablar de ti.
Si pudieras responder cómo son las cosas por allá
contarme algo: decirme, hijo, de este lado hay un mundo mejor.
O simplemente
Hijo
Desde aquí puedo reír y vivir sabiendo que eres feliz.
Viejo.
Ahí anda la familia, con sus amores y sus pleitos
que son los pleitos de siempre
y sus amores que son los amores de siempre.
¿Sabes qué descubrí una mañana cualquiera?
Bueno, una mañana fría de noviembre
que tenías razón.
El mundo es como es y nadie
logrará cambiarlo nunca:
los políticos y los gobiernos
son males pasajeros
que se hacen necesarios y permanentes
para regir en el desorden.

Tenías razón
aquí, aquí la gente vale más por lo que tiene
que por el hecho casi automático de ser gente
y lo decías
con esa profunda mirada de tristeza:
con ese aliento desalentado que no era pesimismo
sino realidad experimental de la gente
decías
que en este país de bananos
mangos, merengue y bachata
la realidad superaba la ficción:
por la corrupción política
por la putrefacción de los hombres
de gobierno
sólo los chiquitos caen
como chivos expiatorios:
como huérfanos sin dolientes.

Tenías razón viejo de mirada azul
en este país no hay un camino abierto
para los jodidos
los desheredados de la tierra
los pobres infelices sólo tienen seguros
el hambre y el cementerio.
Esas mismas carreteras
cuyo asfalto con lomo gris recorriste
ha visto la muerte y el abandono
de la gente y sus poblados.
Y tú, mi querido viejo
que conocías al cojo sentado
y al ciego durmiendo
me hablabas de esas cosas
me decías que si la felicidad existía
sólo se acercaba cuando una mujer
nos acoge en su santo seno.
entendías
que nunca habría
un cambio de intenciones: eso no interesa a las clases dominantes
a los gobiernos; a los empresarios
ni siquiera a la Iglesia
eso no interesa.
Y me decías, viejo de interminables historias
que aquí nada cambiaría en mil años luz:
tenías razón: la experiencia y la voz de la sabiduría
y tenías razón
a nadie le duele el jodido
y tenías razón
ni los hombres que buscan el pan en la calle
y tenías razón
y las mujeres que no tienen donde dar a luz
y tenías razón
ni los niños de vientres inflamados y pobres.
Pero no quiero intranquilizarte:
sólo quería escribirte;
recordar tu mirada acuosa
cuando estabas abatido
o tu sonrisa sonora
cuando estabas alegre.
A veces pienso que es posible,
Sin embargo
tal vez huela a blasfemia tardía
que por una vez la voluntad del creador
erró el tino
a veces pienso que otras veces
no sabemos valorarlos cuando están vivos
y en la esencia
es donde descubrimos
el enorme vacío y el vacío enorme
detonado por la partida.

Viejo, lo hago tarde, pero te escribo
porque ocurre que en ocasiones quiero hablar,
desatosigar esta vida poblada de niebla
y buscar una salida.
Entonces la nostalgia vestida de llanto
o desnuda de llanto, que es la ropa que descolcha
el espíritu golpeado
me pide escuchar tu voz aunque sea un minuto
porque tu voz era tu voz y la voz de muchos
que quedaron sin voz y sin embargo,
conocían el valor de cada palabra.
También han muerto otros viejos queridos:
que supieron vivir a tiempo completo
pero no tuvieron mucho tiempo
para vivir un poco más.
Que como tú, Ernesto, supieron soñar y creer
así el viejo don Manuel
luchar y doblar el lomo
persiguiendo un mundo mejor.
Te diré que mi vida
sigue adelante como la lluvia en el Ozama
que me empeño en conducir una pequeña familia
que por pequeña en cantidad y grandeza en sentimiento
empieza a tener el tamaño del mundo.
También quiero decirte
Que no todo está definitivamente perdido
Hay un sol que calienta las mañanas
Después del frío
Y una vida que aunque pasajera vida al fin
Y un mundo que con guerras
cubre de niños y sonrisas sus países:
De amor y esperanza
Sus fronteras .

Pero ahora me despido,
Viejo de incontables historias.


Si se desgarra el viento

si se desgarra el viento
se desgarra también mi vida
y se caen los sueños
O caen despedazados en el vacío
si se desgarra el viento
la sangre dejará de fluir con su aliento vital
en estas arterias que son parte básica
de lo que soy.
Si se desgarra el viento
hay cosas fundamentales que dejan de serlo
como la vida misma y esto que escribo:
muere la vida: muere la poesía,
perecen las células del universo
y te extingues también
mujer
si se desgarra el viento.


Tu silueta

Tu silueta
Hay algo que traspasa tu cuerpo
un hilo de calor cuando amanece
un rayo de sombra: indescifrable
tu silueta
es la fina cumbre de tu cuerpo
que unifica mis criterios
todas aquellas concepciones
¿del amor?
Tu silueta
existe ese innombrable espacio
una arteria vital congelante:
que paraliza mi sangre
cuando vienes
y te vas
tu silueta tu silueta tu silueta
es como esa brisa que despide
el mar cuando me abrazas:
y calientas mis sentidos fundamentales
el territorio
los lunares, ¿y por qué no?,
las aproximaciones de tu busto
tu silueta
una taza de café
un cigarrillo
y nosotros untados de ambos:
del prodigio inicuo de la tarde
cuando nos sorprende en la frontera de la noche.
Tu silueta tu silueta tu silueta tu silueta
hay un entorno exquisito
lejos de mí que se convierte en ti
o nos convierte a los dos:
en un amarre de lenguas
ese intercambio invisible
de salivas y sudores: eso que somos
hombre y mujer
que nos descifra en cualquier instante
y nos desnuda o desnuda o desnuda tu cuerpo
y mi cuerpo que desborda tu cuerpo
y nos emplaza
a sujetarnos más allá de los dos
a pretender conocernos
al sobrepasar el estremecimiento
y esas enormes distancias
que nos hacen agonizar en un latido
de voz: ¿gemido?
No sé. Pero es complicado hacer el amor.

Metamorfosis

Veo
algo en esa sonrisa
y no sé qué.
Algo que eres tú
o que va más allá.
Nunca se sabe.
Veo
algo en esa mirada
mirada combustible: mirada metano
inflamable; una fiera a punto de
estallar.
Veo
algo en esa espalda desnuda
suaves vellosidades:
una superficie que quisiera rozar
con mis labios.
Veo
que cada porción de tiempo
ha valido la pena:
tan pronto
en un dos por tres
te has convertido en mujer.


Desengaño

Siento
que debo sentirte cerca
para sentirme bien.
Siento
que tal vez llegué muy
tarde
cuando debí sentirte
y no sentí
que me sentías.
Siento
que no estuve a la altura
del sentimiento
que significabas
en el sentir de mis sentidos.
siento sentir lo que siento
porque tú
ya no sientes lo mismo
que sentías por mí.

3 comentarios:

Ramón Machón dijo...

Hola Néstor. Me dejas sorprendido por esta avalancha de versos, tan impulsivos e inmediatos como tu prosa.

Pasaré por aquí de vez en cuando, a ver las novedades que nos traes.

Saludos desde Pragajoz.

Anónimo dijo...

Señor Néstor Medrano:

En primer lugar agradecerle la invitación a su espacio. Debo confesar que desde el momento en que ingresé en el foro que nos ha presentado, sentí gran curiosidad por su persona, y por cierta leyenda que lo envolvía. Aun no he leído nada suyo, sobretodo por falta de tiempo, pero pronto pondré manos a la obra. Le deseo mucha suerte en este erial de cuervos que es el mundo literario donde nosotros, gracias a Dios, hallamos la vida, aunque a veces nos topemos con la desilusión y el hastío.

Un saludo desde Andalucía de su amigo Antónimo. Cuando cuelgue mi espacio en la red le avisaré con mucho gusto.

Anónimo dijo...

Néstor, me dejas sin palabras. Me encanta cómo escribes, no hay dudas que ese eres tú. El Néstor desconocido en el foro de Yoescribo.
Un beso,
Blanca Miosi

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Acerca de mí

Mi foto
Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.