27 junio 2006

Fuera de orden

Siempre he sabido, como buen sagitariano, que los viajes y las aventuras son el complemento perfecto para las almas inquietas,que buscan además de vivir físicamente, alimentar su espíritu y hasta sus propias emociones.
¿Vaga reflexión? No. Soy escritor, y como escritor busco los suministros del conocimiento, con las asimilaciones constantes de los libros que me muestran algo de ese abrevadero vastísimo de la lectura. Soy un lector furibundo de las obras literarias que además de aportar placer por su bien escrita estructuración y la presentación física de un tomo, me indican el sendero, el trayecto a recorrer para descubrir las nuevas técnicas de un mundo literario cada vez más caótico y presagioso.
Sin embargo, en mi reciente visita a Corea del Sur, una estadía profesional de ocho días, dos de ellos metido en un avión de la línea Koreanair, previo paso por el mundialmente famoso aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, descubrí que existe una cultura del desarrollo,una cultura del avance, donde no existe el ¿y ahora qué? constante de nuestros países latinoamericanos. El desarrollo va más allá de cualquier modismo cantaleteado de nuestros líderes políticos, allí todo está previsto y los estudiantes universitarios están seguros de que al salir de las aulas universitarias, podrán ser asimilados por una de las superpoderosas empresas transnacionales que como LG, Hyundai y Samsung, aprovechan al máximo el talento nacional.
¿Y por qué estas reflexiones casi fuera de tónica?, porque al salir hacia una nación tan lejana, nos descubrimos como procedentes de una parte del mundo a la cual todavía le falta mucho por crecer. Apenas gateamos.
También descubrí que el origen de los males sociales más terribles y apremiantes está en las profundas diferencias que forman un abismo entre ricos y pobres; que la pobreza genera delincuencia y que la delincuencia se resuelve no con represión,sino con métodos avanzados y políticas educativas dirigidas a erradicar el analfabetismo.
Descubrí, porque lo sabía, pero más en la teoría que en la práctica, que las naciones subdesarrolladas para salir de sus interminables crisis económicas, políticas y sociales, deben buscar métodos reales que vayan más allá del simple cliché político de campañas proselitistas, más allá de las promesas de los dirigentes políticos que nunca han resuelto problema alguno a las naciones, ni se han enfocado nunca al fortalecimiento de las instituciones. Que las estrategias deben ser ciertas y bien trazadas, dirigidas a buscar alternativas combinadas entre el Estado y los grandes capitales económicos, las universidades,los centros de educación superior y las facilidades para que los jóvenes y las jóvenes, esto por el asunto tan de moda de los géneros, puedan ser insertados en estos esquemas de preparación, para luego asimilarlos al quehacer productivo, con la creación de empleos bien remunerados y facilidades para la adquisición de viviendas decentes y buenos precios.
Esa fue la nota que he visto en Corea del Sur. Esa fue la estrategia de la que me hablaron los funcionarios públicos con los que hablé. La creación de plataformas para la elaboración de una industria de la información tecnológica, de sistemas de incentivos y desarrollos de sistemas computacionales y toda esa vaina de la informatización.
Los políticos deben hacer un compromiso real que vaya más allá de la simple aspiración por ocupar un cargo para su enriquecimiento y el de sus familiares y amigos más cercanos y por una vez en la vida concentrarse en un plan de desarrollo a corto, mediano y largo plazos. Pero para ello, debe haber una conjunción de fuerzas que involucre no sólo a la clase gobernante, sino a los partidos de oposición, para que todos se hagan a la idea de que una vez baje uno del poder y suba otro, los planes de desarrollo y la plataforma de obejtivos comunes, se continuén en una agenda de seguimiento.
Nuestros países no merecen vivir siempre bajo el estigma de la pobreza y la miseria. Es justo que se lleven a cabo las reformas que sean necesarias para mejorar los ámbitos jurídicos que garanticen la inversión de capitales extranjeros y locales, que no haya problemas con la Justicia ni ligerezas corruptas de jueces y legisladores.
Es un deseo de alguien que ha visto, de algún modo, cómo funcionan las cosas en países desarrollados.


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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.