09 julio 2006

Fuera de orden

Lo que debe saber el
escritor de novelas

Antes de sentarse a escribir el autor de novelas debe tener pendiente elaborar una buena construcción de personajes que caracterice sus rasgos personales, sicológicos y hasta medioambientales, que es lo mismo que humanizar la trayectoria a recorrer a lo largo y ancho de la trama. No es el simple hecho de bosquejar unas actitudes, sino vivencias, que estarán enfocadas a despertar en el lector el interés por leer un texto que le recuerde en algún punto que la realidad de los personajes está vinculada, ya sea por las circunstancias o por determinadas tendencias, a la realidad vívida que se registra en la sociedad misma.
Bien han hablado algunos de los más importantes autores de nuestra época sobre los pasos que han seguido para el entramado de su obra. Unos, incluso han admitido que el proceso de creación de una novela puede resultar complicado, sobre todo si se trata de un argumento basado estrictamente en hechos históricos, o de novelas que toman aspectos de una realidad histórica determinada para crear una realidad fictiva nueva, sobre esas premisas. El mismo Gabriel García Márquez-aquí vuelvo a uno de mis autores preferidos para poner un ejemplo- explica en una parte anexa de su libro “El General en su laberinto”, que narra una etapa declinante en la vida del libertador venezolano Simón Bolivar, las consultas a documentos abrumadores, y a expertos en el tema, además de los contactos con historiadores amigos que tuvieron que ayudarlo en la labor exhaustiva que significó una empresa de tal magnitud. La misma situación, o algo similar vivió Mario Vargas Llosa para reconstruir un episodio del último tramo de la vida del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo Molina, pues el novelista debió convertirse en un investigador que colectaba documentos, entrevistaba a sobrevivientes, para luego llevar al lenguaje literario más que narrativo esa obra, con las caracterizaciones de personajes reales, velados unos e inventados otros.
En otros casos, el novelista asume un tema de su interés, o del interés de la editorial-vamos a ser francos- y si bien es cierto que agota un proceso de investigación, el rigor, en este caso no es el mismo. En definitiva, una buena novela debe reunir en su integridad los variados puntos de vista de la narrativa moderna, que vincula la participación activa del autor-narrador-personaje, la descripción de los ambientes, como parte de la fotografía visual que hará que el lector “vea las escenas”; la caracterización de sus personajes con un buen retrato de su protagonistas, esto es, su descendencia, frustraciones, logros, aspiraciones, infancia y esos aditamentos nos hacen vernos en ellos e incluso recordar a personas conocidas en cada circunstancia. En la fase de condimentación no puede faltar una buena dosis de humor-los argumentos muy estrictos y cargados suelen arrojar resultados contraproducentes, el drama necesario como hilo conductor, aunque estas son apreciaciones generales de un aprendiz diario de la materia.
Estos patrones no son más que pinceladas generales de la gran preceptiva que han abordado especialistas en el tema, que no toman en cuenta aspectos fundamentales como los que asume la novela experimental, los contraluces sicológicos, los argumentos atemporales en los que el tiempo no es ni progresivo ni regresivo sino estático o no existe una ilación concatenada ni lógica en el hilo narrativo: caso fundamental de Rayuela de Julio Cortázar, que significó en su momento una ruptura con los cánones establecidos y que logra que unos capítulos sean independientes de otros de forma caótica, aunque, en la concepción característica de los personajes hay una perfecta caracterización.
En mi caso, que no es mucho, pero lo puedo citar para los novatos que como yo buscan el camino-y no lo encuentran-las dificultades surgen cuando intento romper esos esquemas vinculantes con el tradicionalismo lineal de nuestra forma de hacer novelas, pues, en nombre de una abigarrada modernidad podemos caer en la construcción de obras frívolas, que pueden hacernos morir de la risa o provocar alguna erección, sin que la profundidad permita que ese libro resultante supere la prueba de los años. Es ahí donde tengo cuidado. Observo todo cuanto se escribe para “ver” las tendencias y gozo mucho con la capacidad de inventiva de buenos autores y de otros que reconozco, siempre estarán insatisfechos.
Me ocurrió al escribir ¿Dónde está Johnny Lupano? Estaba el dilema de la atmósfera histórica que quería, una atmósfera cargada de una peligrosa ventisca política, de muertes y asesinatos en una dictadura; tópicos poco comerciales hoy en día y la utilización característica de los personajes: Johnny Lupano e Isabel Gutiérrez son dos personajes cándidos, inocentes a pesar de sus pecados y con sus antecedentes familiares establecidos, hay una caracterización, son personajes humanos, como cualquier otro, con una biografía y para mí, el haber logrado unificar ese esfuerzo, es algo que todavía creo un paso acertado. Creo, no obstante, que no es una novela al ciento por ciento perfecta, pero al menos, reúne esos elementos que indican que no he traicionado mi propia concepción sobre el arte de escribir.

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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.