10 septiembre 2007

Segunda llamada a la mujer perseguida


Ya no sé si puedo discernirte en las mañanas de estas semanas que lentamente destruyen mi vida, la desconstruyen y vuelven a construir, porque estoy en medio de un remolino; una ilusión óptica que me acerca a ti y me aleja. Me indispone y me propone, porque ambos estamos materialmente conformados por el misterio.

Cómo puedo querer a una mujer como tú. Dónde veo los signos y las respuestas, dónde la magia y las promesas, dónde puedo descifrarte de piel completa, con todos tus poros entremeterme en tu vida, en tus instintos y en esa memoria del amor aturdido y mordaz.

Dónde me indago y me busco para encontrarme en tus adentros y adivinarme en tu vientre, en tu sexo de diosa bramante y altiva de enorme y larga cabellera negra que todo lo llena de noche, de sopor y de mentira; de verdad y de alegrías, de amores ocultos que no me atrevo a confesarte jamás, porque lo sabes, aunque no lo crees o lo crees aunque no lo admites; pero yo mismo te repito lo que no te he dicho, y que te digo por enésima vez, te amo.

Ya no aguanto estas oscuridades iluminadas por algún parapeto mentido: ya no puedo expulsar estas lágrimas de forma gratuita, porque llorar por ti es hacerlo en silencio, pero un silencio estremecedor que me condena y me quema y te confiesa: quiero tu vida, quiero tu piel, quiero tus caricias rojas y adicionalmente quiero de ti, lo que sólo se puede tener cuando un imposible nos acerca y nos hace posibles.

Un trago de ron. Para buscarnos a medias y a contraluz, para adorarnos a capella bajo los rayos de la lluvia y las gotas del sol de una de esas madrugadas inventadas por nuestra realidad que es, magia y fantasía, reacontecer y acontecimiento, amor y desamor; un turno interminable para amarnos desde los pies hasta la primera hebra del cabello.

Un cigarrillo. Ambos sentados en alguna de estas calles adoquinadas, humedecidas por la lluvia, en espera del autobús que en pocos minutos vendrá a recogerte. A perderte, a distanciarte de mí; no. Dónde buscarte mujer para que me expliques qué hacer. Dónde perseguirte en medio de esta lluvia y con cada cartílago de mi alma flotando en el aire verde de la ciudad donde cada quien y nosotros vive su vida; llora su vida y la ajena, unifica y desune nuestro mundo: ¿dónde exponer el último latido de este corazón enloquecido por ti y por tus labios, por ti y por tu sombra, por ti y por tus poros. Dónde dejarte sola para después perseguirte.

He podido, después de todos estos minutos coleccionando recuerdos, untándolos de vivencias y por qué no, de una que otra lágrima, visualizarte en esa distancia que te separa y te une a todo lo mío; de ese espacio gigantesco que nos separa y nos une, nos diversifica, porque donde estás me llevas contigo y donde estoy estás metida en mi médula.

Finalmente, un primer final, porque los finales nunca terminan, me colocas en el mismo centro de todo: de la vida, de la muerte, de la mentira, de la verdad; de lo insólito, de lo plausible, de lo eterno, de lo náufrago, de lo natural y de lo complicado.

-¿Qué quieres realmente?
-Todo lo tuyo y todo lo que eres tú...
-Eso está complicado...
-No debe haber complicaciones entre dos que somos uno y que nos compenetramos en cualquier sitio...
-¿En la cama?
-Puede ser.
-La cama puede ser el inicio de lo profundo, del nacimiento de lo puro, lo impuro y lo contaminado...
-Sin contaminación no puede existir humanidad...
Nuestros cuerpos destilan humores...
-Sudores, dirás...
-¿Del orgasmo, qué?
-Puedes lograrlo...
-Ambos somos el orgasmo.

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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.