Del libro inédito El Rastro Literario de Juan Bosch
Desde cualquier perspectiva, Juan Bosch es un nombre literario y si no literario, es, sobre todas las cosas, un nombre sinónimo de la Literatura, ubicado en el trayecto productivo de autores de la importancia hispanoamericana de Pedro Henríquez Ureña, Horacio Quiroga y Julio Cortázar. Por supuesto, cada uno desde su propia circunstancia y desde su particular realidad como actores fundamentales de la cultura del siglo XX.
Y si esos escritores forman parte del acervo literario esencial-, insisto, cada uno desde su circunstancia particular- Bosch reúne, como ellos, y debería incluir aquí a novelistas de recia sensibilidad como Rómulo Gallegos, la particularidad ejemplar de haber colocado la Literatura y su quehacer intelectual al servicio de la política, como razón redentora de las clases desposeídas de su país y del entorno antillano y americano, como digno seguidor de las ideas de Eugenio María de Hostos.
Hay quienes han afirmado durante mucho tiempo que la actividad y el laborantismo político le restaron dimensión a su quehacer literario y ciertamente, fue el artífice de dos partidos políticos sobre los cuales se ha cimentado la democracia dominicana de la segunda mitad del siglo XX; el de la Liberación Dominicana (PLD) y Revolucionario Dominicano (PRD). El primero de ellos fue o significó la desvinculación de lo que el profesor Juan Bosch consideró la distorsión de los principios que dieron origen a una organización, el PRD, que al inicio de su fundación en Cuba, estaba destinado a regir el trayecto democrático de República Dominicana, una vez descabezada la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo y cuya cúpula, según las afirmaciones de sus biógrafos más connotados, fue contaminada e infiltrada por intereses ajenos a los que inspiraron su creación en 1939.
Lejos de distanciarlo de la misión que como escritor se había propuesto, la política le sirvió de catalizador en la búsqueda de soluciones a los conflictos sociales y las penurias que Bosch denunciaba en sus cuentos. Ambas disciplinas, la Literatura y la Política, se consubstanciaron en él, porque, quien lee con detenimiento sus cuentos Los Amos, La Mujer y su novela La Mañosa, de inmediato se entera de que esas piezas literarias forman parte documental de un pensamiento que, posteriormente, se acentuaría con su producción ensayística y teórica.
La desvinculación del Juan Bosch literato- en toda la magnitud que denota esa acepción- del Juan Bosch político, es imposible. Si analizamos las motivaciones que llevaron al cuentista- con una teoría sobre el arte de escribir cuentos aceptada por los artífices más avezados del género considerado el tigre de la fauna literaria- a salir de su país, nos daríamos cuenta de que se vio compelido a hacerlo cuando fue asediado por el tirano Trujillo, quien conociendo su estatura de intelectual dimensionado quiso que el autor de Camino Real formara parte del club de sus servidores y con tales fines deseaba postularlo como diputado. Bosch había visualizado que el régimen de Trujillo se tornaba de fuerza, y para un hombre con profundas convicciones democráticas, el escenario de su tierra presentaba una posibilidad inminente de frenar la autonomía de su libertad creadora, por un lado, y de anquilosamiento de las libertades públicas, por el otro.
Juan Bosch, que desde joven se perfilaba como una promesa de la Literatura, no concebía la vida del escritor ceñida a patrones e imposiciones de fuerza. Por algo era un admirador inconsumado de José Martí, el patricio cubano, cuya sensibilidad también descollaba en la poesía, y del maestro borinqueño Eugenio María de Hostos, de cuya obra Bosch fue organizador y comentarista.
Esa salida de República Dominicana fue motorizada por la tiranía en ciernes: como ocurriera también con uno de los lingüistas, crítico literario, hispanista e intelectual puro, Pedro Henríquez Ureña, con un talento que fue reconocido de manera universal por Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros. La tiranía de Trujillo estimuló la salida de Bosch y de Pedro Henríquez Ureña, aunque el primero, por sus preocupaciones político-sociales, utilizó el escenario internacional, Cuba, Puerto Rico, Costa Rica, Venezuela, etcétera, para luchar contra ese régimen de fuerza ante el cual nunca se arrodillaría, a pesar de los intentos del tirano dominicano.
Bosch vivió en el exilio. En el exilio creó su obra literaria fundamental: Cuentos Escritos en el Exilio, Cuentos Escritos Antes del Exilio y Más Cuentos Escritos en el Exilio. Esa actividad literaria esencial- esencial porque en la cuentística se convirtió en un maestro-, impuso teorías y argumentó que el cuento para ser cuento tiene que contar con más de tres personajes, un tema único, sin desvíos, y el predominio de la intensidad en el argumento. De la tensión. Su pensamiento teórico sobre este difícil género hace hincapié en lo que los griegos denominaron “La teckné”, o la técnica, sin la cual, el escrito con intención narrativa, podrá ser un relato, una estampa, o cualquier cosa, menos un cuento, si no asume la concepción referida de tema único, síntesis y no más de tres personajes como ejes. El mismo Bosch reconoce las dificultades que puede tener un artífice de la cuentística para trabajar sobre una materia tan singular y excluyen.
Cuando le tocó escribir su Teoría “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, a petición del novelista Miguel Otero Silva, indicó que el trabajo sería fácil porque en lengua española no se había hecho un estudio pormenorizado del cuento como género literario.
Con todas sus preocupaciones en el orden político, su incesante labor intelectual, sacaba tiempo para escribir literatura, porque la Literatura significaba el mejor camino para llevar a la práctica sus esbozos y preocupaciones sobre la labor social, para la cual, evidentemente, había nacido.
Bosch, antes que todo se consideraba un cuentista. Pero su apreciación no fue fortuita. Había estudiado al dedillo la obra de los grandes cuentistas del siglo XIX y principios del XX, como los ingleses Rudyard Kipling y GK Cherterton, Hans Cristian Andersen; los rusos Antón Chejov y Leonidas Andreview. Según él mismo expone le dio seguimiento a autores emblemáticos como los norteamericanos Edgar Allan Poe, Sherwood Anderson, Ernest Heminguay y el uruguayo Horacio Quiroga.
El cuento atrajo a Juan Bosch y sus apuntes sobre el género fueron escritos, cuando quiso indagar con seriedad las diferencia existentes entre cuento, novela y relato.
“Pero debo decir que el aprendizaje iba haciéndose en la práctica, esto es, mientras escribía cuentos, de los cuales no son pocos los que fueron escritos para demostrarme a mí mismo si era o no era verdad tal o cual idea acerca del cuento que se me ocurría, con lo que quiero dar a entender que esas ideas respondían a criterios que a mi juicio aplicaban los grandes maestros. (Memorias de don Juan, pág.91. Luis de León).
El cuentista, cuya sensibilidad conceptual siempre se aplicaba al mundo rural con sus ambientes socioculturales; el hombre del campo con sus costumbres y su particular idiosincrasia, que muchas veces marcaban una diferencia abismal con la sociedad de mayor posicionamiento económico y las diferencias, incluso, en la forma de ver la vida, estaba conciente del esfuerzo técnico que se requiere para manejar el arte literario del cuento.
Llegó a tener la destreza facultativa que tuvieron en el manejo de la técnica Julio Cortázar, escritor de todo un ejercicio imbuido por sus concepciones ideológicas y más tarde otros que, esencialmente, son narradores universales que cultivaron el cuento, como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, dedicados y consagrados a la tarea novelística.
Juan Bosch escribió “La Mujer” en 1932, según sus palabras, cuando iniciaba el camino formativo como cuentista. El mensaje es el pueblo y sus luchas, a partir del análisis lineal del argumento que el hombre de letras abordó de manera magistral, el tema de la violencia doméstica, con lo que se explica que este relato vertiginoso es un importante documento sociológico, que penetra la psicología y el pensamiento del hombre y la mujer dominicanos.
El mismo Bosch, en cuanto a intelectual, con concepciones de comprensión política y social enraizadas en un quehacer indivisible, se considera un instrumento de esa dualidad que lo resalta: la Política y la Literatura. Una inseparable de la otra y muy al dedillo de sus convicciones.
No se veía sólo como un literato, ni se considera únicamente un político. Él es un pensador-literato-político, cuyo destino final, como objetivo más ponderado, es el bienestar de su pueblo.
“En mi caso la Literatura, los cuentos y las otras materias de que me he ocupado escribiendo, así como la lucha política, me han dado siempre satisfacciones y solo satisfacciones, honores que no merezco. Si creyera lo contrario me colocaría por encima de mi pueblo, y si me colocara por encima de mi pueblo, no estaría expresándolo a él en las cosas en las que él no puede hacer manifestaciones”, escribió el autor de La Mañosa, para confirmar esas apreciaciones antes expuestas.
La falta o ausencia metódica en el país literario dominicano de una crítica literaria no limitada simplemente al comentario festivo y amistoso de editores de segmentos periódicos y reseñas laudatorias de libros, ha permeado de forma significativa la labor de escritores de la talla de Juan Bosch, porque en él, reitero, está expresada la más alta expresión nacional de la cuentística y, coincido con el biógrafo Euclides Gutiérrez Félix, se trata del autor criollo más difundido y conocido en el ámbito mundial, junto al humanista Pedro Henríquez Ureña.
Actualmente otros dominicanos han logrado trascender, fruto de una labor incesante y de una calidad universal en el ámbito de la narrativa, como ha sucedido con el novelista y antropólogo Marcio Veloz Maggiolo, incorporado a los catálogos de importantes casas editoras extranjeras, gracias a su manejo técnico del relato, que, sin miedo a equivocarme, repunta al autor de Materia Prima, Los Ángeles de Hueso y De Abril en Adelante, como el artífice literario más importante del presente.
Haciendo acopio de ese esquema, hay que significar que estos escritores como Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo y Roberto Marcallé Abreu, Pedro Antonio Valdez, entre otros, han conocido un escenario propicio para la creación literaria. En las últimas décadas el auge de la novelística y el cuento, el ensayo y la producción pedagógica, ha encontrado un terreno fértil para que editoras del prestigio de Alfaguara, Planeta y Norma, fijaran su vista en los literatos criollos.
La situación política se desenvuelve sin cortapisas y sin censuras para la labor creativa y, se puede decir que no existe una pugna interna de riesgo y persecución por la expresión de las ideas. Juan Bosch sí tuvo que enfrentar esas situaciones adversas. Su producción literaria, prolífica y rigurosa, se gestó en circunstancias apremiantes por la coyuntura política de una nación cercenada por el imperio de los Trujillo.
Esas circunstancias inspiran a Bosch a participar de ideas e iniciativas de carácter político como fue la creación del Partido Revolucionario Dominicano, como fue la búsqueda de contactos con líderes liberales y demócratas a carta cabal en Hispanoamérica para concentrar esfuerzos destinados a derrocar a Trujillo. Esto conllevó viajes intensos, agendas llenas, trajinar en conceptualizaciones como sucedió con su participación en la Constitución cubana y su apoyo intelectual a Prío Socarrás.
En Juan Bosch es indeclinable admitir que su causa literaria desbordaba, a la vez el quehacer literario fictivo o de creación, para incluirse en una labor de pura sociología pragmática que confunde al intelectual con el estadista que busca una explicación científica a los hechos constitutivos de la estratificación nacional, representada en la tesis de su libro Composición Social Dominicana.
Conocía al dominicano rústico del pueblo, al echa madrugada inmigrante del campo, al chiripero que es el mismo hombre de sus cuentos y el mismo hombre, tema o ser social por el cual aspira a generar los cambios fundamentales en el país que quería dirigir. No ha existido una crítica literaria-en realidad la falta de espacio en los periódicos, la desaparición de los suplementos literarios y otras manifestaciones anticulturales- que ubique a Bosch en el justo contexto de su magnitud literaria. Era un visionario: por algo su novela La Mañosa fue texto prohibido por más de quince años en su país, sin importar que las intenciones del autor eran denunciar las vaguedades de las supuestas revoluciones.
Su universalidad literaria se manifiesta en el manejo de los temas: el hombre del campo es uno e indivisible en República Dominicana, en Venezuela y en cualquiera de nuestras naciones hispánicas.
Tampoco ha existido un esfuerzo masificado, con todos los instrumentos del marketing moderno y la idealización dirigida de lo que significa Juan Bosch- en el ámbito literario; su obra y su pensamiento, en lo relativo a las nuevas generaciones. Los esfuerzos por difundir a Bosch han sido pocos, sin explicar las excusas que para ello exista y sin que nadie pretenda sentirse ofendido-, este trabajo está sustentado en un enfoque legítimo a partir de lo que fue el gran literato, despejando cualquier interés partidarista.
Los niños de entre 8 y 13 años no saben quien fue Juan Bosch. Los adolescentes tampoco y los jóvenes, lo conocen de refilón. Se sabe de intentos por compilar la obra, incluso Alfaguara tiene una antología de sus cuentos; pero no se han pensado de manera sistemática en la versión escolar de sus cuentos y novelas. Pocos conocen la sensibilidad de Bosch con los niños, para quienes escribió una de las piezas narrativas más hermosas de la Literatura dominicana: Cuento de Navidad. Juan Bosch labró su camino de cuentista conociendo las dificultades que enfrentaba su país con el analfabetismo y todavía hoy, a pesar de los programas que se han intentado para frenar este mal social, persiste en la juventud, mejor dicho, en una parte de la juventud, un desinterés mayúsculo por la lectura, lo que si se suma a la revolución tecnológica, con herramientas como internet, sepulta en muchos casos la memoria y el legado de los grandes autores criollos.
El Juan Bosch cuentista-novelista- dos novelas: El Oro y la Paz y La Mañosa, - ensayista, sociólogo e historiador-, no ha contado con el esfuerzo determinado de ninguna institución, salvo los de la Fundación Juan Bosch, que lo fortalezca como máxima figura del cuento dominicano y una de sus autoridades a escala universal.
Esto se hace lamentable porque en su propio país, las posiciones de los actores políticos adversos a Bosch- una verdadera maquinaria que viene de aquellos tiempos en los que se fomentó la componenda para derrocar su gobierno sietemesino-y que se reafirmó luego de la estructuración del Partido de la Liberación Dominicana, con patrones inconsecuentes que esparcieron versiones insanas sobre el nombre y la conducta de Bosch. Esa misma actividad política por la cual se inclinó como uno de los abanderados de las justas sociales, fue contraria a él y sus propios opositores y ciertos sectores de la Iglesia Católica y de la cúpula empresarial, se desbordaron en su contra, disminuyendo, de algún modo, su impronta literaria.
Del mismo modo puede consignarse después de una observación detallada, que los mismos vínculos políticos de Juan Bosch, con sus estructuras partidaristas y un instrumento de formación ideológica de búsqueda del poder, él como orientador y guía de una organización cerrada, definida como logia, de corte piramidal con una autoridad definida, produjeron un efecto excluyente, que distanció a Bosch- el cuentista de visos universales-,el político decidido a ejercer el poder con pureza de una gran parte de ese pueblo militante y admirador de líderes como Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez.
Esa circunstacia motivó, sin lugar a dudas, a incentivar el sectarismo, e incitó a que los millones de dominicanos militantes de los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, fueron orientados contra Bosch y Bosch fue crítico ácido de esos líderes políticos, perdiéndose en gran medida mucho del posible interés del cuentista, que en naciones como Cuba y Venezuela, era reconocido como un maestro de la narrativa.
No se puede escribir un ensayo de aliento sobre Juan Bosch, tomando un único ángulo. La política es indivisible en él porque evidenció una gran capacidad de trabajo y de estrategia en su accionar, al momento de fundar dos partidos políticos que conjuntamente con el Reformista Social Cristiano, de Joaquín Balaguer, han incidido de manera fundamental en la vida democrática actual. Es una tesis simple que quizás muchos no se atrevan a advertir concientemente. Pero como bien dicen sus seguidores en el ámbito político, que no necesariamente lo sean en el literario, Juan Bosch fue un visionario, incluso en el manejo de la controversia histórica o espiritual, y supo, como supieron otros autores romper barreras y tabúes con temáticas vulnerables y fuertemente cuestionadas por el cristianismo.
Bosch, como pocos escritores en su tiempo, se atrevió a escribir Judas Iscariote el Calumniado, un texto de temática compleja por su propia naturaleza y, esto más acentuado, dado el hecho de que el citado libro es un volumen que intenta presentar un esquema distinto al conocido históricamente acerca de la misión que como discípulo de Cristo llevó a cabo el personaje que se suicidó ahorcándose de un árbol.
Antes de seguir debo retomar la inexpugnable condición política de Bosch y hacer la precisión siguiente: si bien es cierto que los opositores a su filosofía como José Francisco Peña Gómez, que fue uno de sus discípulos políticos más avezados en el Partido Revolucionario Dominicano y cuyas diferencias conceptuales se materializaron cuando el líder quiso postular su tesis de la Dictadura con Respaldo Popular, y que el mismo Joaquín Balaguer, por más de veinte años la figura política fuerte del país, también alentó a su maquinaria de seguidores a desconocer los méritos políticos e intelectuales de Juan Bosch, es de rigor exponer que ese accionar adverso contra el autor de Los Amos, a lo interno de sus organizaciones políticas era legítimo, como lo era el quehacer del literato nacido en La Vega.
En este ensayo no se cuestiona este aspecto: no es intención mostrar el peso específico del hombre de letras en detrimento moral de otras figuras- que con todas las objeciones y factores negativos en su órbita- son personajes fundamentales de la historia política dominicana.
La intención es simple: destacar, como creo que ya se ha hecho en las páginas precedentes, que Juan Bosch no tenido la oportunidad de ser magnificado en su justa dimensión, porque no ha existido un programa real destinado a dimensionarlo.
Parte de esa responsabilidad también la tuvo el mismo Juan Bosch. Su tarea de escritor fue solitaria y excluyente.- como lo es la tarea de los intelectuales. Él no se molestó en formar seguidores literario- en hacer escuela- como dirían los leones del patio, sino seguidores políticos. Lo que se ha visto, luego de su deceso el primero de noviembre del año 2001 es que sus discípulos aprendieron la concepción del poder y el tinglado para mantenerlo o ganarlo en los procesos electorales y ya su sueño político más acariciado, el Partido de la Liberación Dominicana ha sido gobierno dos veces y compite con intenciones de retener el control del Estado.
¿De quién es la responsabilidad de mantener la estela de Bosch como un patrimonio dominicano, no de los peledeístas ni de la clase política únicamente, sino de todos los dominicanos? ¿Por qué no auspician esfuerzos conjuntos coordinados por la Secretaría de Estado de Cultura y de Educación, para que Juan Bosch sea institucionalizado como figura cimera de las letras nacionales y se aprovecha para reunir en este reclamo a Pedro Henríquez Ureña, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Antonio Fernández Spencer, Manuel Rueda, Franklin Mieses Burgos, y otros escribidores de nuestro país?
Indudablemente que la memoria de Bosch está viva: el político y el literato. Ambas son dos caras de una moneda. Bosch es indivisible, pero su obra literaria merece ser estudiada con más ahínco en las escuelas, en las universidades. La pregunta que nos hacemos algunos ingenuos o cándidos es, qué esperamos.
Desde cualquier perspectiva, Juan Bosch es un nombre literario y si no literario, es, sobre todas las cosas, un nombre sinónimo de la Literatura, ubicado en el trayecto productivo de autores de la importancia hispanoamericana de Pedro Henríquez Ureña, Horacio Quiroga y Julio Cortázar. Por supuesto, cada uno desde su propia circunstancia y desde su particular realidad como actores fundamentales de la cultura del siglo XX.
Y si esos escritores forman parte del acervo literario esencial-, insisto, cada uno desde su circunstancia particular- Bosch reúne, como ellos, y debería incluir aquí a novelistas de recia sensibilidad como Rómulo Gallegos, la particularidad ejemplar de haber colocado la Literatura y su quehacer intelectual al servicio de la política, como razón redentora de las clases desposeídas de su país y del entorno antillano y americano, como digno seguidor de las ideas de Eugenio María de Hostos.
Hay quienes han afirmado durante mucho tiempo que la actividad y el laborantismo político le restaron dimensión a su quehacer literario y ciertamente, fue el artífice de dos partidos políticos sobre los cuales se ha cimentado la democracia dominicana de la segunda mitad del siglo XX; el de la Liberación Dominicana (PLD) y Revolucionario Dominicano (PRD). El primero de ellos fue o significó la desvinculación de lo que el profesor Juan Bosch consideró la distorsión de los principios que dieron origen a una organización, el PRD, que al inicio de su fundación en Cuba, estaba destinado a regir el trayecto democrático de República Dominicana, una vez descabezada la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo y cuya cúpula, según las afirmaciones de sus biógrafos más connotados, fue contaminada e infiltrada por intereses ajenos a los que inspiraron su creación en 1939.
Lejos de distanciarlo de la misión que como escritor se había propuesto, la política le sirvió de catalizador en la búsqueda de soluciones a los conflictos sociales y las penurias que Bosch denunciaba en sus cuentos. Ambas disciplinas, la Literatura y la Política, se consubstanciaron en él, porque, quien lee con detenimiento sus cuentos Los Amos, La Mujer y su novela La Mañosa, de inmediato se entera de que esas piezas literarias forman parte documental de un pensamiento que, posteriormente, se acentuaría con su producción ensayística y teórica.
La desvinculación del Juan Bosch literato- en toda la magnitud que denota esa acepción- del Juan Bosch político, es imposible. Si analizamos las motivaciones que llevaron al cuentista- con una teoría sobre el arte de escribir cuentos aceptada por los artífices más avezados del género considerado el tigre de la fauna literaria- a salir de su país, nos daríamos cuenta de que se vio compelido a hacerlo cuando fue asediado por el tirano Trujillo, quien conociendo su estatura de intelectual dimensionado quiso que el autor de Camino Real formara parte del club de sus servidores y con tales fines deseaba postularlo como diputado. Bosch había visualizado que el régimen de Trujillo se tornaba de fuerza, y para un hombre con profundas convicciones democráticas, el escenario de su tierra presentaba una posibilidad inminente de frenar la autonomía de su libertad creadora, por un lado, y de anquilosamiento de las libertades públicas, por el otro.
Juan Bosch, que desde joven se perfilaba como una promesa de la Literatura, no concebía la vida del escritor ceñida a patrones e imposiciones de fuerza. Por algo era un admirador inconsumado de José Martí, el patricio cubano, cuya sensibilidad también descollaba en la poesía, y del maestro borinqueño Eugenio María de Hostos, de cuya obra Bosch fue organizador y comentarista.
Esa salida de República Dominicana fue motorizada por la tiranía en ciernes: como ocurriera también con uno de los lingüistas, crítico literario, hispanista e intelectual puro, Pedro Henríquez Ureña, con un talento que fue reconocido de manera universal por Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros. La tiranía de Trujillo estimuló la salida de Bosch y de Pedro Henríquez Ureña, aunque el primero, por sus preocupaciones político-sociales, utilizó el escenario internacional, Cuba, Puerto Rico, Costa Rica, Venezuela, etcétera, para luchar contra ese régimen de fuerza ante el cual nunca se arrodillaría, a pesar de los intentos del tirano dominicano.
Bosch vivió en el exilio. En el exilio creó su obra literaria fundamental: Cuentos Escritos en el Exilio, Cuentos Escritos Antes del Exilio y Más Cuentos Escritos en el Exilio. Esa actividad literaria esencial- esencial porque en la cuentística se convirtió en un maestro-, impuso teorías y argumentó que el cuento para ser cuento tiene que contar con más de tres personajes, un tema único, sin desvíos, y el predominio de la intensidad en el argumento. De la tensión. Su pensamiento teórico sobre este difícil género hace hincapié en lo que los griegos denominaron “La teckné”, o la técnica, sin la cual, el escrito con intención narrativa, podrá ser un relato, una estampa, o cualquier cosa, menos un cuento, si no asume la concepción referida de tema único, síntesis y no más de tres personajes como ejes. El mismo Bosch reconoce las dificultades que puede tener un artífice de la cuentística para trabajar sobre una materia tan singular y excluyen.
Cuando le tocó escribir su Teoría “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, a petición del novelista Miguel Otero Silva, indicó que el trabajo sería fácil porque en lengua española no se había hecho un estudio pormenorizado del cuento como género literario.
Con todas sus preocupaciones en el orden político, su incesante labor intelectual, sacaba tiempo para escribir literatura, porque la Literatura significaba el mejor camino para llevar a la práctica sus esbozos y preocupaciones sobre la labor social, para la cual, evidentemente, había nacido.
Bosch, antes que todo se consideraba un cuentista. Pero su apreciación no fue fortuita. Había estudiado al dedillo la obra de los grandes cuentistas del siglo XIX y principios del XX, como los ingleses Rudyard Kipling y GK Cherterton, Hans Cristian Andersen; los rusos Antón Chejov y Leonidas Andreview. Según él mismo expone le dio seguimiento a autores emblemáticos como los norteamericanos Edgar Allan Poe, Sherwood Anderson, Ernest Heminguay y el uruguayo Horacio Quiroga.
El cuento atrajo a Juan Bosch y sus apuntes sobre el género fueron escritos, cuando quiso indagar con seriedad las diferencia existentes entre cuento, novela y relato.
“Pero debo decir que el aprendizaje iba haciéndose en la práctica, esto es, mientras escribía cuentos, de los cuales no son pocos los que fueron escritos para demostrarme a mí mismo si era o no era verdad tal o cual idea acerca del cuento que se me ocurría, con lo que quiero dar a entender que esas ideas respondían a criterios que a mi juicio aplicaban los grandes maestros. (Memorias de don Juan, pág.91. Luis de León).
El cuentista, cuya sensibilidad conceptual siempre se aplicaba al mundo rural con sus ambientes socioculturales; el hombre del campo con sus costumbres y su particular idiosincrasia, que muchas veces marcaban una diferencia abismal con la sociedad de mayor posicionamiento económico y las diferencias, incluso, en la forma de ver la vida, estaba conciente del esfuerzo técnico que se requiere para manejar el arte literario del cuento.
Llegó a tener la destreza facultativa que tuvieron en el manejo de la técnica Julio Cortázar, escritor de todo un ejercicio imbuido por sus concepciones ideológicas y más tarde otros que, esencialmente, son narradores universales que cultivaron el cuento, como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, dedicados y consagrados a la tarea novelística.
Juan Bosch escribió “La Mujer” en 1932, según sus palabras, cuando iniciaba el camino formativo como cuentista. El mensaje es el pueblo y sus luchas, a partir del análisis lineal del argumento que el hombre de letras abordó de manera magistral, el tema de la violencia doméstica, con lo que se explica que este relato vertiginoso es un importante documento sociológico, que penetra la psicología y el pensamiento del hombre y la mujer dominicanos.
El mismo Bosch, en cuanto a intelectual, con concepciones de comprensión política y social enraizadas en un quehacer indivisible, se considera un instrumento de esa dualidad que lo resalta: la Política y la Literatura. Una inseparable de la otra y muy al dedillo de sus convicciones.
No se veía sólo como un literato, ni se considera únicamente un político. Él es un pensador-literato-político, cuyo destino final, como objetivo más ponderado, es el bienestar de su pueblo.
“En mi caso la Literatura, los cuentos y las otras materias de que me he ocupado escribiendo, así como la lucha política, me han dado siempre satisfacciones y solo satisfacciones, honores que no merezco. Si creyera lo contrario me colocaría por encima de mi pueblo, y si me colocara por encima de mi pueblo, no estaría expresándolo a él en las cosas en las que él no puede hacer manifestaciones”, escribió el autor de La Mañosa, para confirmar esas apreciaciones antes expuestas.
La falta o ausencia metódica en el país literario dominicano de una crítica literaria no limitada simplemente al comentario festivo y amistoso de editores de segmentos periódicos y reseñas laudatorias de libros, ha permeado de forma significativa la labor de escritores de la talla de Juan Bosch, porque en él, reitero, está expresada la más alta expresión nacional de la cuentística y, coincido con el biógrafo Euclides Gutiérrez Félix, se trata del autor criollo más difundido y conocido en el ámbito mundial, junto al humanista Pedro Henríquez Ureña.
Actualmente otros dominicanos han logrado trascender, fruto de una labor incesante y de una calidad universal en el ámbito de la narrativa, como ha sucedido con el novelista y antropólogo Marcio Veloz Maggiolo, incorporado a los catálogos de importantes casas editoras extranjeras, gracias a su manejo técnico del relato, que, sin miedo a equivocarme, repunta al autor de Materia Prima, Los Ángeles de Hueso y De Abril en Adelante, como el artífice literario más importante del presente.
Haciendo acopio de ese esquema, hay que significar que estos escritores como Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo y Roberto Marcallé Abreu, Pedro Antonio Valdez, entre otros, han conocido un escenario propicio para la creación literaria. En las últimas décadas el auge de la novelística y el cuento, el ensayo y la producción pedagógica, ha encontrado un terreno fértil para que editoras del prestigio de Alfaguara, Planeta y Norma, fijaran su vista en los literatos criollos.
La situación política se desenvuelve sin cortapisas y sin censuras para la labor creativa y, se puede decir que no existe una pugna interna de riesgo y persecución por la expresión de las ideas. Juan Bosch sí tuvo que enfrentar esas situaciones adversas. Su producción literaria, prolífica y rigurosa, se gestó en circunstancias apremiantes por la coyuntura política de una nación cercenada por el imperio de los Trujillo.
Esas circunstancias inspiran a Bosch a participar de ideas e iniciativas de carácter político como fue la creación del Partido Revolucionario Dominicano, como fue la búsqueda de contactos con líderes liberales y demócratas a carta cabal en Hispanoamérica para concentrar esfuerzos destinados a derrocar a Trujillo. Esto conllevó viajes intensos, agendas llenas, trajinar en conceptualizaciones como sucedió con su participación en la Constitución cubana y su apoyo intelectual a Prío Socarrás.
En Juan Bosch es indeclinable admitir que su causa literaria desbordaba, a la vez el quehacer literario fictivo o de creación, para incluirse en una labor de pura sociología pragmática que confunde al intelectual con el estadista que busca una explicación científica a los hechos constitutivos de la estratificación nacional, representada en la tesis de su libro Composición Social Dominicana.
Conocía al dominicano rústico del pueblo, al echa madrugada inmigrante del campo, al chiripero que es el mismo hombre de sus cuentos y el mismo hombre, tema o ser social por el cual aspira a generar los cambios fundamentales en el país que quería dirigir. No ha existido una crítica literaria-en realidad la falta de espacio en los periódicos, la desaparición de los suplementos literarios y otras manifestaciones anticulturales- que ubique a Bosch en el justo contexto de su magnitud literaria. Era un visionario: por algo su novela La Mañosa fue texto prohibido por más de quince años en su país, sin importar que las intenciones del autor eran denunciar las vaguedades de las supuestas revoluciones.
Su universalidad literaria se manifiesta en el manejo de los temas: el hombre del campo es uno e indivisible en República Dominicana, en Venezuela y en cualquiera de nuestras naciones hispánicas.
Tampoco ha existido un esfuerzo masificado, con todos los instrumentos del marketing moderno y la idealización dirigida de lo que significa Juan Bosch- en el ámbito literario; su obra y su pensamiento, en lo relativo a las nuevas generaciones. Los esfuerzos por difundir a Bosch han sido pocos, sin explicar las excusas que para ello exista y sin que nadie pretenda sentirse ofendido-, este trabajo está sustentado en un enfoque legítimo a partir de lo que fue el gran literato, despejando cualquier interés partidarista.
Los niños de entre 8 y 13 años no saben quien fue Juan Bosch. Los adolescentes tampoco y los jóvenes, lo conocen de refilón. Se sabe de intentos por compilar la obra, incluso Alfaguara tiene una antología de sus cuentos; pero no se han pensado de manera sistemática en la versión escolar de sus cuentos y novelas. Pocos conocen la sensibilidad de Bosch con los niños, para quienes escribió una de las piezas narrativas más hermosas de la Literatura dominicana: Cuento de Navidad. Juan Bosch labró su camino de cuentista conociendo las dificultades que enfrentaba su país con el analfabetismo y todavía hoy, a pesar de los programas que se han intentado para frenar este mal social, persiste en la juventud, mejor dicho, en una parte de la juventud, un desinterés mayúsculo por la lectura, lo que si se suma a la revolución tecnológica, con herramientas como internet, sepulta en muchos casos la memoria y el legado de los grandes autores criollos.
El Juan Bosch cuentista-novelista- dos novelas: El Oro y la Paz y La Mañosa, - ensayista, sociólogo e historiador-, no ha contado con el esfuerzo determinado de ninguna institución, salvo los de la Fundación Juan Bosch, que lo fortalezca como máxima figura del cuento dominicano y una de sus autoridades a escala universal.
Esto se hace lamentable porque en su propio país, las posiciones de los actores políticos adversos a Bosch- una verdadera maquinaria que viene de aquellos tiempos en los que se fomentó la componenda para derrocar su gobierno sietemesino-y que se reafirmó luego de la estructuración del Partido de la Liberación Dominicana, con patrones inconsecuentes que esparcieron versiones insanas sobre el nombre y la conducta de Bosch. Esa misma actividad política por la cual se inclinó como uno de los abanderados de las justas sociales, fue contraria a él y sus propios opositores y ciertos sectores de la Iglesia Católica y de la cúpula empresarial, se desbordaron en su contra, disminuyendo, de algún modo, su impronta literaria.
Del mismo modo puede consignarse después de una observación detallada, que los mismos vínculos políticos de Juan Bosch, con sus estructuras partidaristas y un instrumento de formación ideológica de búsqueda del poder, él como orientador y guía de una organización cerrada, definida como logia, de corte piramidal con una autoridad definida, produjeron un efecto excluyente, que distanció a Bosch- el cuentista de visos universales-,el político decidido a ejercer el poder con pureza de una gran parte de ese pueblo militante y admirador de líderes como Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez.
Esa circunstacia motivó, sin lugar a dudas, a incentivar el sectarismo, e incitó a que los millones de dominicanos militantes de los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, fueron orientados contra Bosch y Bosch fue crítico ácido de esos líderes políticos, perdiéndose en gran medida mucho del posible interés del cuentista, que en naciones como Cuba y Venezuela, era reconocido como un maestro de la narrativa.
No se puede escribir un ensayo de aliento sobre Juan Bosch, tomando un único ángulo. La política es indivisible en él porque evidenció una gran capacidad de trabajo y de estrategia en su accionar, al momento de fundar dos partidos políticos que conjuntamente con el Reformista Social Cristiano, de Joaquín Balaguer, han incidido de manera fundamental en la vida democrática actual. Es una tesis simple que quizás muchos no se atrevan a advertir concientemente. Pero como bien dicen sus seguidores en el ámbito político, que no necesariamente lo sean en el literario, Juan Bosch fue un visionario, incluso en el manejo de la controversia histórica o espiritual, y supo, como supieron otros autores romper barreras y tabúes con temáticas vulnerables y fuertemente cuestionadas por el cristianismo.
Bosch, como pocos escritores en su tiempo, se atrevió a escribir Judas Iscariote el Calumniado, un texto de temática compleja por su propia naturaleza y, esto más acentuado, dado el hecho de que el citado libro es un volumen que intenta presentar un esquema distinto al conocido históricamente acerca de la misión que como discípulo de Cristo llevó a cabo el personaje que se suicidó ahorcándose de un árbol.
Antes de seguir debo retomar la inexpugnable condición política de Bosch y hacer la precisión siguiente: si bien es cierto que los opositores a su filosofía como José Francisco Peña Gómez, que fue uno de sus discípulos políticos más avezados en el Partido Revolucionario Dominicano y cuyas diferencias conceptuales se materializaron cuando el líder quiso postular su tesis de la Dictadura con Respaldo Popular, y que el mismo Joaquín Balaguer, por más de veinte años la figura política fuerte del país, también alentó a su maquinaria de seguidores a desconocer los méritos políticos e intelectuales de Juan Bosch, es de rigor exponer que ese accionar adverso contra el autor de Los Amos, a lo interno de sus organizaciones políticas era legítimo, como lo era el quehacer del literato nacido en La Vega.
En este ensayo no se cuestiona este aspecto: no es intención mostrar el peso específico del hombre de letras en detrimento moral de otras figuras- que con todas las objeciones y factores negativos en su órbita- son personajes fundamentales de la historia política dominicana.
La intención es simple: destacar, como creo que ya se ha hecho en las páginas precedentes, que Juan Bosch no tenido la oportunidad de ser magnificado en su justa dimensión, porque no ha existido un programa real destinado a dimensionarlo.
Parte de esa responsabilidad también la tuvo el mismo Juan Bosch. Su tarea de escritor fue solitaria y excluyente.- como lo es la tarea de los intelectuales. Él no se molestó en formar seguidores literario- en hacer escuela- como dirían los leones del patio, sino seguidores políticos. Lo que se ha visto, luego de su deceso el primero de noviembre del año 2001 es que sus discípulos aprendieron la concepción del poder y el tinglado para mantenerlo o ganarlo en los procesos electorales y ya su sueño político más acariciado, el Partido de la Liberación Dominicana ha sido gobierno dos veces y compite con intenciones de retener el control del Estado.
¿De quién es la responsabilidad de mantener la estela de Bosch como un patrimonio dominicano, no de los peledeístas ni de la clase política únicamente, sino de todos los dominicanos? ¿Por qué no auspician esfuerzos conjuntos coordinados por la Secretaría de Estado de Cultura y de Educación, para que Juan Bosch sea institucionalizado como figura cimera de las letras nacionales y se aprovecha para reunir en este reclamo a Pedro Henríquez Ureña, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Antonio Fernández Spencer, Manuel Rueda, Franklin Mieses Burgos, y otros escribidores de nuestro país?
Indudablemente que la memoria de Bosch está viva: el político y el literato. Ambas son dos caras de una moneda. Bosch es indivisible, pero su obra literaria merece ser estudiada con más ahínco en las escuelas, en las universidades. La pregunta que nos hacemos algunos ingenuos o cándidos es, qué esperamos.
Néstor Medrano
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