De mi libro inédito: El Rastro Literario de Juan Bosch
Juan Bosch fue un cuentista. Como cuentista creó una obra que, aunque se perfilaba de gran contenido social, cuidó de no inmiscuir en sus argumentos, elementos “militantes”, como lo hizo en su poesía ideológica, Pablo Neruda.
En sus cuentos están latentes la vivencia rural y las vicisitudes y cotidianidades del hombre rural. Estas precisiones son quizás un preámbulo real de sustentación del siguiente razonamiento: Bosch fue un amante devoto de la poesía. La leía, incluso llegó a escribir algunos versos: tenía una preocupación social que no sabía cómo abordar poéticamente. Es por ello su satisfacción y su orgullo cuando comenta, en una entrevista que le hiciera Joelle Hullebroeck:
“Mira, yo tenía tanto estas preocupaciones que al presentar a Pedro Mir en la página literaria de Listín Diario, que yo escribía todos los domingos, en diciembre de 1937, pregunté: ¿será Pedro Mir el poeta social que espera el pueblo dominicano?”.
Presentó en la referida página literaria al hombre que más tarde se convertiría en el Poeta Nacional. Bosch admiraba a Pedro Mir, poeta petromacorisano de profundas convicciones sociales, manifiestas en su obra fundamental Hay un país en el mundo. Apostó por su sensibilidad y por su vena poética, porque Mir era esencialmente un poeta del pueblo. El Bosch literato vivía en sí la poesía en su significado sustancial más determinado en su ascendente originario de “poiesis”, que se cierne sobre el concepto de la creación literaria más amplio. De allí su admiración por el chileno Pablo Neruda, a quien conoció en Cuba, a través de otro poeta emblemático, Nicolás Guillén. Lo conoció en 1941, cuando el cuentista latinoamericano radicaba en Cuba. Vivía en la calle Jovellar, situada entre la Habana y el Vedado.
Bosch quedaría maravillado cuando la noche del día que ambos almorzaron juntos, el chileno leyó, en el ayuntamiento “Canto General a Chile”, un libro que al decir del autor de La Nochebuena de Encarnación Mendoza, “estaba ya a mucha distancia de Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Su afinidad con Bosch estimuló al poeta a dedicar su composición Versainograma a Santo Domingo, al hombre que además compartía sus labores literarias con escritores e intelectuales cubanos.
Para él, la grandeza en la creación de Neruda estaba en la riqueza de su expresión. En ese vasto campo del conocimiento de los horizontes y la Literatura; Bosch no era ajeno a ninguno de los temas, corrientes y parámetros de la preceptiva, la creación y la Teoría Literaria. Por ello conoce a los autores y explica los pormenores de su quehacer: estaba de acuerdo con Neruda en utilizar la Literatura, vaya la armonía, “como una verdadera arma”. En ese contexto manifestaba que su Canto General o su Canto a Stalingrado, son ejemplos de esta apreciación.
“La gente sigue peleando por eso y mucha gente se hizo comunista en América Latina por los versos de Neruda”, cita en entrevista aparecida en el libro Actas y Documentos del Encuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda, de septiembre de 1983, bajo los auspicios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Juan Bosch visualizaba al artífice chileno como aquel poeta, precedido por César Vallejo, cuyos aportes a la poesía hispanoamericana fueron en el aspecto político.
“Neruda había alcanzado ya el dominio de la libertad poética, cuando empezó a escribir poesía política y aplicó a ésta aquella libertad en la que había formado su técnica poética”, decía.
El autor de Camino Real se cuida, por supuesto, de no teorizar en el ámbito de la poesía: cuando alude a ese género opina, se expresa, pero no teoriza, como hace con el cuento, aunque herramientas no le faltan y sin que se tratara de la admisión de limitaciones al respecto, porque no se sentía una autoridad en esa materia.
Para él, un literato preocupado por el estudio y la lectura de la teoría, historia y evolución del cuento, los géneros literarios más próximos- y quizás resulte paradójico-, son el cuento y la poesía, lo que entendía, no acontecía con la novela. En esta creencia, Bosch preconizaba que el temperamento del novelista es más frío y calculador que el del poeta y el cuentista. Él se consideraba un esteta, su atención se fijaba no en la forma en que el escritor utiliza las palabras, sino en la belleza propia dicha o significada por un autor.
“Si te pones a leer a García Márquez, por ejemplo, páginas independientes, sin que veas el desarrollo de los hechos, su lenguaje no tiene ningún brillo. Lo que tiene gracia es la cosa que dice”, decía para validar sus creencias, sin que esa explicación implicara un denuesto al novelista colombiano, Premio Nobel de Literatura, que alguna vez fuera su alumno.
Como teórico del cuento y amante de la poesía se atrevía a plantear que en su caso, en el cuento lo más importante no es la forma sino la acción. La acción lo presupone todo y porque es un valiosísimo narrador no puede suponer ni sustentar otra cosa.
La pasión nerudiana de Bosch no era casual. También la tenía Pedro Mir, quien dedicó al vate chileno una de sus obras más significativas, representativas y enérgicas: Huracán Neruda. Decía el poeta dominicano, sin embargo, que su pieza así titulada no tenía nada que ver con Neruda. “No es una búsqueda de Neruda. Es un poema destinado a destacar el papel de Neruda en la vida contemporánea, su papel como hombre, el cumplimiento que todo hombre debe tener con su época”. A Neruda también lo admiraba la gran poeta criolla Aida Cartagena Portalatín, quien confesó haber leído como obra primaria del poeta socialista “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Neruda poseía criterios similares a estos literatos criollos, incluso la misma autora de Escalera para Electra, dijo que a él no le gustaba Santo Domingo, pero que compartía el sufrimiento del pueblo dominicano en aquella era fatídica que representó Rafael Leonidas Trujillo. Neruda padeció en carne propia la experiencia del exilio.
“No le gustaba, le preocupaba Santo Domingo, porque aquí había un régimen que era la tiranía más grande que había en ese momento en América” Diría Cartagena Portalatín.
La pasión nerudiana de estos escritores fue más bien pasiva y circunstancial, lo que no ocurrió con Juan Bosch. El autor dominicano, con una mayor dimensión en el ámbito internacional, incluso su grandeza llegaba a niveles trascendentales si tomamos en cuenta que el novelista venezolano Rómulo Gallegos, le pidió que prologara sus obras completas y Bosch se negó.
Conoció a Pablo Neruda, porque Neruda, en visita a Cuba, quiso conocerlo y lo hizo a través de Nicolás Guillén. Quiere decir que esa parte de la obra y la biografía, así como la tradición literaria “Boschista” es casi desconocida en su país. El autor de El Socio, Dos Pesos de Agua y Luis Pie, a veces también escribía versos, como aquellos que compuso como una obra musical y que están recogidos en el libro Memorias de don Juan, del profesor Luis de León:
Músicas
Esa música antes: clave del sol al irnos
(murmurar de arroyuelos y susurrar de pinos)
y la música de hoy: fusa en clase de fa
han sido como un grito de asombro al despertar.
Otros versos como “Romance del retorno triste”, que Bosch dedicó a la memoria de su abuelo Juan Gaviño, inician evocando una tierra:
San Francisco, frente al cerro:
la tierra de sed se muere.
Por el camino pelado
van meciéndose dos bueyes.
En este ensayo no se pretende calificar la calidad de esos versos, sino plantear que en Juan Bosch se codificaba toda la multiplicidad literaria de un artista integral, que sin embargo conocía sus limitaciones, no porque lo haya admitido, sino porque así lo expresa en su producción narrativa y ensayística. Esa arteria poética le fluía, y posteriormente, preso en la Torre del Homenaje de la Fortaleza Ozama escribió La Gaviota, una criollada cuya música le fue armonizada por Julio Gautreaux.
El literato Bosch era un observador joven y contemporáneo de los grandes poetas, aunque sus preocupaciones estéticas más entrañables no estaban en la búsqueda de la verdad poética. Su búsqueda se circunscribía a la verdad del cuento cuando logró manejar sus técnicas, consolidado y reconocido en ese ámbito, se externaron preocupaciones vinculadas al conocimiento sociológico y a la realidad dominicana y latinoamericana.
En sus narraciones emblemáticas como Dos pesos de agua, los Amos, el río y su enemigo, e incluso La mancha indeleble, subyace un fondo poético-narrativo que, por el tratamiento del autor a sus temas, quizás pase inadvertido y como ha pasado con gran parte de los cuentistas dominicanos, éstos han sabido salpicar sus obras ficticias-narrativas, con el aura poética: “Mi abuelo era un hombre adusto, hecho al silencio majestuoso del campo. Alto y flaco; calvo, amplia la cara; tostado el color...la nariz roma, alta y grande, cobijaba una boca ancha, fina, regularmente encogida por cierto uestecillo agrio”. En esa fracción descriptiva de su abuelo, Bosch deja derramar una vez más su ascendencia poética substancial, que matiza de la forma siguiente:
La cara del abuelo denunciaba la intensa vida
interior de aquel silencioso...”.
Créase o no, el cuentista era capaz de llenar de belleza rítmica sus creaciones narrativas, lo que se hace constar en el retrato que dibuja a pulso, de su abuelo. No hay forma de separar la poesía intrínseca de algunos de los textos narrativos de Bosch y no por modismos o clisés de una función extraviada del cuentista que no puede escribir poesía, sino por esa misma concepción social que él veía en la Literatura.
Tanto en sus escritos laudatorios sobre el Poeta Nacional, Pedro Mir, como en sus planteamientos estéticos formales, Juan Bosch vertebra una aspiración trascendental por la poesía. Aunque ese aspecto no haya sido tomado en cuenta nunca por sus biógrafos que, como Euclides Gutiérrez Félix, historiador, articulista de larga data y otros, mantuvieron un fervor mayor, por el deslumbramiento político, que por sus luces literarias.
El tema de este trabajo, sin mayores ambiciones, es la proyección sensible de Bosch en el espectro de la poesía, porque aquellos eran tiempos de ideologías, de sacudones de la conciencia política y de la lucha de los pueblos por afirmarse entre embestidas sociales, como lo fueron las dictaduras. El mismo Bosch admite que no sabía cómo abordar la problemática social, a través del poema, como o hicieran Peblo Neruda o Pedro Mir. No podemos olvidar que el trabajo literario de Bosch estuvo conectado con una realidad de anhelos en el exilio, de vivencias y de reflexiones que sólo después pudieron contener Martí y Hostos. De ambos se nutrió. Ambos tenían en común con él dos aspectos vinculantes: la poesía y la dominicanidad. ¿Poesía? ¿Anhelo? Eugenio María de Hostos era un maestro del cual el artífice de la Mañosa se sentía discípulo, e incluso, compiló y organizó su obra. El trabajo fue arduo, el pensamiento de Hostos lo irradió, hasta el puntro de que se trasladaría a Cuba para dirigir los trabajos de edición de las obras completas del maestro antillano. Como dice en su biografía:
“ En la obra de Hostos, confesó Bosch en múltiples ocasiones, encontró una nueva y definitiva motivación de su vida como intelectual y patriota” (Juan Bosch, colección Biografías Dominicanas”.
La labor de Eugenio María de Hostos, dicho sea de paso, sirvió para fomentar un sistema educativo sin precedentes en República Dominicana, que luego fue abortado por los pérfidos accidentes históricos que ha vivido el país. José Martí, poeta y prócer libertaria de la historia libertaria de Cuba, siempre tuvo la deuda de gratitud con el dominicano Máximo Gómez, controversial libertador que se opuso a los intereses de su propia patria, pero que supo luchar por la patria vecina.
“El caso de Martí, como expresión carnal de la forma solapada pero firme como trabaja la Historia es de los más complejos y curiosos que pueden darse. Había nacido con la sensibilidad necesaria para ser, como lo fue, uno de los más grandes poetas y tal vez el más grande escritor de su habla en el siglo XIX...” , escribió Juan Bosch.
No se trata de un sentimiento por la Poesía per se, únicamente Bosch poseía la conciencia de saber que ese género de la Literatura, difícil y conciso, había servido de plataforma a hombres forrados de grandeza para canalizar las preocupaciones de la colectividad.
Néstor Medrano
Juan Bosch fue un cuentista. Como cuentista creó una obra que, aunque se perfilaba de gran contenido social, cuidó de no inmiscuir en sus argumentos, elementos “militantes”, como lo hizo en su poesía ideológica, Pablo Neruda.
En sus cuentos están latentes la vivencia rural y las vicisitudes y cotidianidades del hombre rural. Estas precisiones son quizás un preámbulo real de sustentación del siguiente razonamiento: Bosch fue un amante devoto de la poesía. La leía, incluso llegó a escribir algunos versos: tenía una preocupación social que no sabía cómo abordar poéticamente. Es por ello su satisfacción y su orgullo cuando comenta, en una entrevista que le hiciera Joelle Hullebroeck:
“Mira, yo tenía tanto estas preocupaciones que al presentar a Pedro Mir en la página literaria de Listín Diario, que yo escribía todos los domingos, en diciembre de 1937, pregunté: ¿será Pedro Mir el poeta social que espera el pueblo dominicano?”.
Presentó en la referida página literaria al hombre que más tarde se convertiría en el Poeta Nacional. Bosch admiraba a Pedro Mir, poeta petromacorisano de profundas convicciones sociales, manifiestas en su obra fundamental Hay un país en el mundo. Apostó por su sensibilidad y por su vena poética, porque Mir era esencialmente un poeta del pueblo. El Bosch literato vivía en sí la poesía en su significado sustancial más determinado en su ascendente originario de “poiesis”, que se cierne sobre el concepto de la creación literaria más amplio. De allí su admiración por el chileno Pablo Neruda, a quien conoció en Cuba, a través de otro poeta emblemático, Nicolás Guillén. Lo conoció en 1941, cuando el cuentista latinoamericano radicaba en Cuba. Vivía en la calle Jovellar, situada entre la Habana y el Vedado.
Bosch quedaría maravillado cuando la noche del día que ambos almorzaron juntos, el chileno leyó, en el ayuntamiento “Canto General a Chile”, un libro que al decir del autor de La Nochebuena de Encarnación Mendoza, “estaba ya a mucha distancia de Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Su afinidad con Bosch estimuló al poeta a dedicar su composición Versainograma a Santo Domingo, al hombre que además compartía sus labores literarias con escritores e intelectuales cubanos.
Para él, la grandeza en la creación de Neruda estaba en la riqueza de su expresión. En ese vasto campo del conocimiento de los horizontes y la Literatura; Bosch no era ajeno a ninguno de los temas, corrientes y parámetros de la preceptiva, la creación y la Teoría Literaria. Por ello conoce a los autores y explica los pormenores de su quehacer: estaba de acuerdo con Neruda en utilizar la Literatura, vaya la armonía, “como una verdadera arma”. En ese contexto manifestaba que su Canto General o su Canto a Stalingrado, son ejemplos de esta apreciación.
“La gente sigue peleando por eso y mucha gente se hizo comunista en América Latina por los versos de Neruda”, cita en entrevista aparecida en el libro Actas y Documentos del Encuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda, de septiembre de 1983, bajo los auspicios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Juan Bosch visualizaba al artífice chileno como aquel poeta, precedido por César Vallejo, cuyos aportes a la poesía hispanoamericana fueron en el aspecto político.
“Neruda había alcanzado ya el dominio de la libertad poética, cuando empezó a escribir poesía política y aplicó a ésta aquella libertad en la que había formado su técnica poética”, decía.
El autor de Camino Real se cuida, por supuesto, de no teorizar en el ámbito de la poesía: cuando alude a ese género opina, se expresa, pero no teoriza, como hace con el cuento, aunque herramientas no le faltan y sin que se tratara de la admisión de limitaciones al respecto, porque no se sentía una autoridad en esa materia.
Para él, un literato preocupado por el estudio y la lectura de la teoría, historia y evolución del cuento, los géneros literarios más próximos- y quizás resulte paradójico-, son el cuento y la poesía, lo que entendía, no acontecía con la novela. En esta creencia, Bosch preconizaba que el temperamento del novelista es más frío y calculador que el del poeta y el cuentista. Él se consideraba un esteta, su atención se fijaba no en la forma en que el escritor utiliza las palabras, sino en la belleza propia dicha o significada por un autor.
“Si te pones a leer a García Márquez, por ejemplo, páginas independientes, sin que veas el desarrollo de los hechos, su lenguaje no tiene ningún brillo. Lo que tiene gracia es la cosa que dice”, decía para validar sus creencias, sin que esa explicación implicara un denuesto al novelista colombiano, Premio Nobel de Literatura, que alguna vez fuera su alumno.
Como teórico del cuento y amante de la poesía se atrevía a plantear que en su caso, en el cuento lo más importante no es la forma sino la acción. La acción lo presupone todo y porque es un valiosísimo narrador no puede suponer ni sustentar otra cosa.
La pasión nerudiana de Bosch no era casual. También la tenía Pedro Mir, quien dedicó al vate chileno una de sus obras más significativas, representativas y enérgicas: Huracán Neruda. Decía el poeta dominicano, sin embargo, que su pieza así titulada no tenía nada que ver con Neruda. “No es una búsqueda de Neruda. Es un poema destinado a destacar el papel de Neruda en la vida contemporánea, su papel como hombre, el cumplimiento que todo hombre debe tener con su época”. A Neruda también lo admiraba la gran poeta criolla Aida Cartagena Portalatín, quien confesó haber leído como obra primaria del poeta socialista “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Neruda poseía criterios similares a estos literatos criollos, incluso la misma autora de Escalera para Electra, dijo que a él no le gustaba Santo Domingo, pero que compartía el sufrimiento del pueblo dominicano en aquella era fatídica que representó Rafael Leonidas Trujillo. Neruda padeció en carne propia la experiencia del exilio.
“No le gustaba, le preocupaba Santo Domingo, porque aquí había un régimen que era la tiranía más grande que había en ese momento en América” Diría Cartagena Portalatín.
La pasión nerudiana de estos escritores fue más bien pasiva y circunstancial, lo que no ocurrió con Juan Bosch. El autor dominicano, con una mayor dimensión en el ámbito internacional, incluso su grandeza llegaba a niveles trascendentales si tomamos en cuenta que el novelista venezolano Rómulo Gallegos, le pidió que prologara sus obras completas y Bosch se negó.
Conoció a Pablo Neruda, porque Neruda, en visita a Cuba, quiso conocerlo y lo hizo a través de Nicolás Guillén. Quiere decir que esa parte de la obra y la biografía, así como la tradición literaria “Boschista” es casi desconocida en su país. El autor de El Socio, Dos Pesos de Agua y Luis Pie, a veces también escribía versos, como aquellos que compuso como una obra musical y que están recogidos en el libro Memorias de don Juan, del profesor Luis de León:
Músicas
Esa música antes: clave del sol al irnos
(murmurar de arroyuelos y susurrar de pinos)
y la música de hoy: fusa en clase de fa
han sido como un grito de asombro al despertar.
Otros versos como “Romance del retorno triste”, que Bosch dedicó a la memoria de su abuelo Juan Gaviño, inician evocando una tierra:
San Francisco, frente al cerro:
la tierra de sed se muere.
Por el camino pelado
van meciéndose dos bueyes.
En este ensayo no se pretende calificar la calidad de esos versos, sino plantear que en Juan Bosch se codificaba toda la multiplicidad literaria de un artista integral, que sin embargo conocía sus limitaciones, no porque lo haya admitido, sino porque así lo expresa en su producción narrativa y ensayística. Esa arteria poética le fluía, y posteriormente, preso en la Torre del Homenaje de la Fortaleza Ozama escribió La Gaviota, una criollada cuya música le fue armonizada por Julio Gautreaux.
El literato Bosch era un observador joven y contemporáneo de los grandes poetas, aunque sus preocupaciones estéticas más entrañables no estaban en la búsqueda de la verdad poética. Su búsqueda se circunscribía a la verdad del cuento cuando logró manejar sus técnicas, consolidado y reconocido en ese ámbito, se externaron preocupaciones vinculadas al conocimiento sociológico y a la realidad dominicana y latinoamericana.
En sus narraciones emblemáticas como Dos pesos de agua, los Amos, el río y su enemigo, e incluso La mancha indeleble, subyace un fondo poético-narrativo que, por el tratamiento del autor a sus temas, quizás pase inadvertido y como ha pasado con gran parte de los cuentistas dominicanos, éstos han sabido salpicar sus obras ficticias-narrativas, con el aura poética: “Mi abuelo era un hombre adusto, hecho al silencio majestuoso del campo. Alto y flaco; calvo, amplia la cara; tostado el color...la nariz roma, alta y grande, cobijaba una boca ancha, fina, regularmente encogida por cierto uestecillo agrio”. En esa fracción descriptiva de su abuelo, Bosch deja derramar una vez más su ascendencia poética substancial, que matiza de la forma siguiente:
La cara del abuelo denunciaba la intensa vida
interior de aquel silencioso...”.
Créase o no, el cuentista era capaz de llenar de belleza rítmica sus creaciones narrativas, lo que se hace constar en el retrato que dibuja a pulso, de su abuelo. No hay forma de separar la poesía intrínseca de algunos de los textos narrativos de Bosch y no por modismos o clisés de una función extraviada del cuentista que no puede escribir poesía, sino por esa misma concepción social que él veía en la Literatura.
Tanto en sus escritos laudatorios sobre el Poeta Nacional, Pedro Mir, como en sus planteamientos estéticos formales, Juan Bosch vertebra una aspiración trascendental por la poesía. Aunque ese aspecto no haya sido tomado en cuenta nunca por sus biógrafos que, como Euclides Gutiérrez Félix, historiador, articulista de larga data y otros, mantuvieron un fervor mayor, por el deslumbramiento político, que por sus luces literarias.
El tema de este trabajo, sin mayores ambiciones, es la proyección sensible de Bosch en el espectro de la poesía, porque aquellos eran tiempos de ideologías, de sacudones de la conciencia política y de la lucha de los pueblos por afirmarse entre embestidas sociales, como lo fueron las dictaduras. El mismo Bosch admite que no sabía cómo abordar la problemática social, a través del poema, como o hicieran Peblo Neruda o Pedro Mir. No podemos olvidar que el trabajo literario de Bosch estuvo conectado con una realidad de anhelos en el exilio, de vivencias y de reflexiones que sólo después pudieron contener Martí y Hostos. De ambos se nutrió. Ambos tenían en común con él dos aspectos vinculantes: la poesía y la dominicanidad. ¿Poesía? ¿Anhelo? Eugenio María de Hostos era un maestro del cual el artífice de la Mañosa se sentía discípulo, e incluso, compiló y organizó su obra. El trabajo fue arduo, el pensamiento de Hostos lo irradió, hasta el puntro de que se trasladaría a Cuba para dirigir los trabajos de edición de las obras completas del maestro antillano. Como dice en su biografía:
“ En la obra de Hostos, confesó Bosch en múltiples ocasiones, encontró una nueva y definitiva motivación de su vida como intelectual y patriota” (Juan Bosch, colección Biografías Dominicanas”.
La labor de Eugenio María de Hostos, dicho sea de paso, sirvió para fomentar un sistema educativo sin precedentes en República Dominicana, que luego fue abortado por los pérfidos accidentes históricos que ha vivido el país. José Martí, poeta y prócer libertaria de la historia libertaria de Cuba, siempre tuvo la deuda de gratitud con el dominicano Máximo Gómez, controversial libertador que se opuso a los intereses de su propia patria, pero que supo luchar por la patria vecina.
“El caso de Martí, como expresión carnal de la forma solapada pero firme como trabaja la Historia es de los más complejos y curiosos que pueden darse. Había nacido con la sensibilidad necesaria para ser, como lo fue, uno de los más grandes poetas y tal vez el más grande escritor de su habla en el siglo XIX...” , escribió Juan Bosch.
No se trata de un sentimiento por la Poesía per se, únicamente Bosch poseía la conciencia de saber que ese género de la Literatura, difícil y conciso, había servido de plataforma a hombres forrados de grandeza para canalizar las preocupaciones de la colectividad.
Néstor Medrano
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