Juan Bosch, el cuentista, el novelista, el ensayista y luego el político, debe ser difundido con el lanzamiento masivo de su obra y la promoción de sus valores entre la juventud, con concursos literarios que giren en torno a su nombre y que permitan la investigación biográfica, en su dimensión absoluta.
(ensayo)
NÉSTOR MEDRANO
Hispanoamérica ha tenido sus emblemas literarios, sus figuras literarias principales, e incluso, sus iconos, como el colombiano Gabriel García Márquez, el venezolano Arturo Uslar Pietri y dominicanos valiosos como Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch y Marcio Veloz Maggiolo. En Veloz Maggiolo-novelista consagrado de larga data-, poseemos en la actualidad a uno de los narradores vivos más auténticos del continente. Me arriesgo, sin temores, a escribir que Marcio Veloz Maggiolo, por la trascendencia y constancia de su obra puede situarse en la primera línea de los novelistas hispanoamericanos por el peso de sus novelas y el manejo innovador del fondo y la forma, además del clima y la atmósfera de creatividad de cada uno de sus temas, con una vasta narrativa referencial que incluye aspectos vitales de la era de Trujillo. República Dominicana ha hecho su apuesta. Tiene hombres de la talla de Veloz Maggiolo. Pero no sólo Veloz Maggiolo nos ha proyectado con una novelística de timbres universales, recientemente reconocidos y valorados por editoras internacionales y nominaciones a premios literarios de trascendencia. En el pasado tuvimos al poeta Manuel del Cabral, cuya obra ingeniosa y dotada de una calidad estética insuperable, nos colocó más allá de nuestras fronteras. Otros autores, sobre todo muy jóvenes, han iniciado un trayecto literario con esperanzas de trascendencia internacional, como Junot Díaz, acreedor desde ya de uno de los más prestigiosos galardones del mundo que es el Premio Pulitzer, con su primeriza novela, Brief Wondrous Life of Oscar Wao ("La prodigiosa vida breve de Oscar Wao), que lo inserta en la estelaridad de los universales; o el caso del vegano Pedro Antonio Valdez, cuya novela Carnaval de Sodoma fue adaptada al cine. En Pedro Henríquez Ureña, ya para hablar de “ligas mayores” poseemos la representación de un verdadero perseguidor de nuestras conexiones ibéricas del pensamiento, un valor reconocido, admirado y seguido por las luminarias, mientras ejerció su oficio de literato integral en México y Argentina. Vuelvo a decir, no obstante cualquier planteamiento, que si bien contamos con esos autores universales, como lo fue Manuel Rueda, poeta, pianista y sobre todo dramaturgo; Con Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, René del Risco Bermúdez, Pedro Mir y otros de gran importancia que no han trascendido el ámbito internacional, en Juan Bosch se llega al techo de la trascendencia. Para muestra la novela El Oro y la Paz, de corte generacional, ambientada en otra nación y con el tema del oro, la ambición y la selva, a veces nos acerca a La Vorágine de José Eustasio Rivera y otras novelas monumentales de la selva. Porque Bosch esquematizaba su narrativa en valores que iban más allá de los localismos dibujados en sus cuentos, con la idiosincrasia coloquial y simple del lenguaje del campo y de ese español rural de la región del Cibao.
Bosch supo trascender porque cuando escribía poseía una clara conciencia de los manejos técnicos-formales de la narrativa. Y la narrativa, según su propia concepción- no podía limitarse a las cuatro paredes de insularidad de su país. Claro, Bosch fue ayudado por su actividad incesante en el exterior. En Cuba se hizo famoso como cuentista. Su paso por Puerto Rico le permitió abrevar de una fuente sustancial que marcaría el derrotero de su futuro: Eugenio María de Hostos. Hostos era un pensador con alma de maestro que produjo una revolución en la educación dominicana. Como escritor universal Bosch creció, porque como dice su biógrafo Euclides Gutiérrez Félix, “debe significarse que La Mañosa, Camino Real, Dos pesos de agua, Todo un hombre, la Nochebuena de Encarnación Mendoza y el Socio, reflejan el conocimiento y el dominio del autor, del medio donde crea y sitúa a sus personajes”.
La universalidad de Juan Bosch, como uno de los probables precursores del Realismo Mágico- ahí está su cuento el Socio- se empeñó en desnudar la condición del ser humano, sus bondades y mezquindades, como queda expresado en Los Amos. ¿Cuáles son los puntos comunes en autores grandes como Pedro Henríquez Ureña, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Pablo Neruda? Que sus obras han sobrevivido y superado sus propios nombres. Pero, ¿puede la posteridad nominar por sí sola a la inmortalidad a un autor? La respuesta es compleja y no admite un “sí” o un “no”, simples, para escabullirnos por el flanco más fácil. La inmortalidad de un autor se ampara en el peso inextinguible de su obra- que en el caso de Bosch no resiste dudas-, como ha ocurrido con el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, o con Cien años de soledad de García Márquez.
El grado imperecedero que da pie al camino de la inmortalidad está cimentado en los valores de la producción intrínsecamente reinantes de la obra. Sin embargo, cabe esto como veracidad de contraste, la inmortalidad se logra por el esfuerzo institucional que haga un país, para preservar, difundir y dinamizar la memoria histórica de un autor. Tenemos la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que debería ser el cuerpo viviente de la cultura nacional y de las manifestaciones de las artes plásticas, el teatro, el cine; junto a las demás universidades, deben integrarse al esfuerzo de hacer valer estas aseveraciones. Juan Bosch, el cuentista, el novelista, el ensayista y luego el político, debe ser difundidos con el lanzamiento masivo de su obra y la promoción de sus valores entre la juventud, con concursos literarios que giren en torno a su nombre y que permitan la investigación biográfica, en toda su dimensión absoluta.
Los intentos por recordar al insigne cuentista se han hecho en el ámbito político-gubernamental, nombrando puentes, como el que enlaza al Distrito Nacional con el municipio Santo Domingo Este, paralelo al Juan Pablo Duarte. También un aeropuerto en Samaná fue designado con su nombre.
Pero, para no salir del ámbito contextual de este trabajo- eminentemente de enfoque y búsqueda literarios-, Juan Bosch tiene que ser rescatado del olvido de unos que sólo lo recuerdan como político y ex presidente, con un gobierno interrumpido a los siete meses y otros, las nuevas generaciones, o nunca han escuchado su nombre o lo conocen parcialmente.
¿Conocen los niños su Cuento de Navidad?, relato en el sentido amplio de la palabra, con unos valores intrínsecos tan universales que hoy pueden ser escogidos como renglones de una lectura para jóvenes, adolescentes y niños. Si bien Charles Dickens escribió sus evocaciones navideñas con los viejos fantasmas de las navidades pasadas y futuras, para ablandar el corazón de un viejo avaro, malo, rico y huraño, que odia esas festividades, Bosch no se quedó atrás y dejó constancia de su sensibilidad para un segmento de población lectorial de sensibilidad especial como es el público infantil. El caso de los grandes de la narrativa es así. Incursionan en todos los ámbitos aunque se corten un dedo al intentarlo. Como Marcio Veloz Maggiolo, nuestro novelista por excelencia, que escribió poesía e hizo literatura dirigida a los infantes. ¿Resiste la obra de Bosch el escrutinio de la posteridad? Los valores de sus libros estaban realzados con la visión estética del hombre que clama por el hombre y su destino.
En Juan Bosch se combinaron los elementos necesarios que sirvieron para curtir su corteza intelectual y hacerlo un visionario. Su formación autosostenida y autogestionada lo hizo un autodidacta, cuyo talento no conoció fronteras. ¿Por qué esas galas de reconocimiento expreso? Precisamente porque República Dominicana vive una etapa de su vida institucional, de desconocimiento real de su identidad y de pérdida de valores de tal magnitud que más vale el rápido enriquecimiento que dedicarse a escribir libros para morir en la pobreza. Bosch se dedicó a escribir libros, a hacer literatura y ser además un oficiante creativo que sobre esa sólida formación literaria, impregnó su obra de una condición ética y moral incuestionable.
Tenía un temperamento de alcurnia cívica, como la tenía Rómulo Gallegos y por eso la simbología de sus obras fundamentales, la lucha de la barbarie y la civilización, de la luz y las sombras reflejados en novelas de la aristocracia cualitativa de Doña Bárbara, su protagonista Santos Luzardo, Mister Danger, en ese poderoso juego que sólo autores de sus convicciones y creencias morales podían entretejer. No en vano Bosch opinó que Rómulo Gallegos era merecedor del Premio Nobel de Literatura cuando le fue adjudicado al guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
“Me sorprendió siempre que a Rómulo Gallegos no se le diera el Premio Nobel de Literatura y sin embargo se le diera a Miguel Ángel Asturias. En su caso me alegré por ser un escritor latinoamericano y Gallegos había muerto hacía años. Pero la obra de Asturias no puede compararse con la de Gallegos”. El mismo Bosch admiraba al venezolano, por sus rasgos similares, porque era un novelista con una extensa producción. Los valores éticos y morales lo atraían. Rómulo Gallegos había sido presidente de Venezuela y no se había enriquecido con tal condición. ¿Puede consustanciarse a los valores de una obra la calidad moral y sin dobleces de su autor? Aunque esto sea considerado como un valor extraliterario, el perfil moral de un escritor es lo que queda plasmado en su obra. Porque su obra es expresión magnánima de su pensamiento y como tal, hay un carácter indisoluble.
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