NÉSTOR MEDRANO
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera ser la brisa transparente y tránsfuga, que se cuela: quisiera ser lo que miran tus ojos: tu mirada,
Quisiera ser la intención que motiva tu alegría: quisiera ser esa parte de ti que aún buscas en algún recóndito lugar abismado de contradicciones, tu verdad; quisiera estar cerca de ella: de la verdad, la tuya; tu verdad, en la que crees, por la que vives.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera vestirte con mis labios carnosos; zambullirme en las costas de tus mares y tus cielos, tus infiernos y tus mareas; tus gemidos, tus alegrías y tus tristezas. Quisiera ser la luz de alguna de esas noches de sombras, cuando no hay camino o el camino; se desconstruye, se desubica, para clavarte los dardos; de
La angustia.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera ser lo que imploras cuando sola imploras lo implorable del dolor solitario de las formas; las formas de la ilusión curtidas por el fango de un espejismo de llanto postergado: quisiera ser la sábana sobre la cual tiendes tu cuerpo para reposar del cansancio del día: quisiera ser el acondicionador de aire para despojar de tu piel desnuda los cristales empañados del calor. Quisiera ser tu sudor: tus latidos, tu sí y tu no, ambas cosas, todo: un absoluto de magia, de besos y mejillas, en tu más pura naturaleza de mujer, desnuda, frente al metro de Seúl o de París, o de cualquier lugar donde lleguen tus lágrimas, de risas y nostalgias.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera medirte con la magia de mis caricias: que me representes tal y como eres, con tus prolongados silencios, con tus efímeras miradas, con tus sonrisas proclamadas de ruido; estrépito; desnuda, abierta a todos los horizontes más allá de la raya donde cielo y mar confinan el límite del mundo. Quisiera ser tu prédica y tu día; tus horas y sus minutos, sus segundos y sus soles en medio de las plazas, en los silencios de los bullicios, en la claridad única de las sombras.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera confesar lo confesable, aunque me creas inconfesable confeso. Quisiera decirte que siento tus silencios ahora más silencios que nunca: como si tal cosa fuera un rechazo, sin respuestas, sin palabras, como si de algún tranquilo reposo divinizara las zonas humanas; impenetrables; distante el calor de
Aquellas horas nunca existentes...hasta culminar en lo inconsumable. Quisiera despojarme del forro de la piel marchita para reconvertir cualquier idea, vaga, injusta y captar en tu pensamiento la lluvia, mi materia primordial: la lluvia y la madrugada, las noches adormecidas sin parpadeos válidos, con esa ira callada de asumir lo improcedente.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera iniciar el trayecto hacia nosotros: desfilarnos en un desfile de azules panorámicas citadinas: donde abunden las ideas sin concepto: sólo la naturaleza prohibida puesta al vapor de las exhalaciones infinitas: desaparecernos en la esquina del miércoles para aparecer el sábado a la una de la tarde. Quisiera untarme de algún pequeño espacio donde gravite tu cuerpo, donde se despierten las ansias, donde puedas descubrir que yo, antes de todo y después de todo, en el bien y en el mal, en el polvo cósmico de los sueños y los desvaríos: puedo ser tuyo, para siempre de todas las eternidades.
Quisiera ser la brisa transparente y tránsfuga, que se cuela: quisiera ser lo que miran tus ojos: tu mirada,
Quisiera ser la intención que motiva tu alegría: quisiera ser esa parte de ti que aún buscas en algún recóndito lugar abismado de contradicciones, tu verdad; quisiera estar cerca de ella: de la verdad, la tuya; tu verdad, en la que crees, por la que vives.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera vestirte con mis labios carnosos; zambullirme en las costas de tus mares y tus cielos, tus infiernos y tus mareas; tus gemidos, tus alegrías y tus tristezas. Quisiera ser la luz de alguna de esas noches de sombras, cuando no hay camino o el camino; se desconstruye, se desubica, para clavarte los dardos; de
La angustia.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera ser lo que imploras cuando sola imploras lo implorable del dolor solitario de las formas; las formas de la ilusión curtidas por el fango de un espejismo de llanto postergado: quisiera ser la sábana sobre la cual tiendes tu cuerpo para reposar del cansancio del día: quisiera ser el acondicionador de aire para despojar de tu piel desnuda los cristales empañados del calor. Quisiera ser tu sudor: tus latidos, tu sí y tu no, ambas cosas, todo: un absoluto de magia, de besos y mejillas, en tu más pura naturaleza de mujer, desnuda, frente al metro de Seúl o de París, o de cualquier lugar donde lleguen tus lágrimas, de risas y nostalgias.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera medirte con la magia de mis caricias: que me representes tal y como eres, con tus prolongados silencios, con tus efímeras miradas, con tus sonrisas proclamadas de ruido; estrépito; desnuda, abierta a todos los horizontes más allá de la raya donde cielo y mar confinan el límite del mundo. Quisiera ser tu prédica y tu día; tus horas y sus minutos, sus segundos y sus soles en medio de las plazas, en los silencios de los bullicios, en la claridad única de las sombras.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera confesar lo confesable, aunque me creas inconfesable confeso. Quisiera decirte que siento tus silencios ahora más silencios que nunca: como si tal cosa fuera un rechazo, sin respuestas, sin palabras, como si de algún tranquilo reposo divinizara las zonas humanas; impenetrables; distante el calor de
Aquellas horas nunca existentes...hasta culminar en lo inconsumable. Quisiera despojarme del forro de la piel marchita para reconvertir cualquier idea, vaga, injusta y captar en tu pensamiento la lluvia, mi materia primordial: la lluvia y la madrugada, las noches adormecidas sin parpadeos válidos, con esa ira callada de asumir lo improcedente.
Estás desnuda: muestra cristalina de lluvias.
Quisiera iniciar el trayecto hacia nosotros: desfilarnos en un desfile de azules panorámicas citadinas: donde abunden las ideas sin concepto: sólo la naturaleza prohibida puesta al vapor de las exhalaciones infinitas: desaparecernos en la esquina del miércoles para aparecer el sábado a la una de la tarde. Quisiera untarme de algún pequeño espacio donde gravite tu cuerpo, donde se despierten las ansias, donde puedas descubrir que yo, antes de todo y después de todo, en el bien y en el mal, en el polvo cósmico de los sueños y los desvaríos: puedo ser tuyo, para siempre de todas las eternidades.
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