23 julio 2008

LA IMPRONTA DE BOSCH EN LA NOVELA


NÉSTOR MEDRANO

Ya se sabe lo suficiente que la figura de Juan Emilio Bosch y Gaviño trascendió el espectro literario de este continente, pero su militancia y activismo democráticos, denunciando en el exterior los abusos de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, son consubstanciales a su accionar político y literario.Se expresaba con la literatura. Bosch fue antitrujillista porque contrario a otros, no quiso acoplarse a las invitaciones para que se sumara al séquito de los intelectuales de la corte de ese emperador insular. Esas inquietudes de conocer en su país las distintas reyertas y escaramuzas, en una patria de caudillos y de jefes militares con una autoridad mesiánica antediluviana, motorizó en él la necesidad de la elaboración de su novela de las revoluciones: La Mañosa. Cuentista que incursiona en la novelística para decir algo bien dicho que no cabía en la rígida intensidad de un cuento, para Bosch esta novela fue una búsqueda constante e inextinta de la perfección narrativa, que incluso le mereció varias correcciones cuando la obra había sido publicada. Escrita en 1935-, la dictadura de Trujillo tenía cinco de los treinta y un largos años que duraría-, y no se leyó en Santo Domingo por más de quince años.
Aunque Bosch precisa y todos conocen el hecho de que se trata de un texto dedicado a las revoluciones, el autor admitió alguna vez que su interés al escribirla, era expresamente literario.
“En La Mañosa, según el plan que me hice, debía haber un personaje central y sería la guerra civil y todos los seres vivos que desfilaron por las páginas del libro, sin exceptuar la mula que le daría el nombre, deberían ser, en un sentido y otro, víctimas de ese personaje central”. Juan Bosch quiso plantear y así lo significó siempre, una tesis crítica de los efectos negativos causados por las revoluciones, a partir de un ambiente narrativo que compartía rasgos si no autobiográficos, se remontaba a fotografías y reminiscencias de hechos y situaciones de su entorno familiar. El autor, un curioso de los fenómenos genéricos de la Literatura, experimentó con los autores consagrados del género cuento y se alimentó de las preceptivas hasta domar con artilugio de mago su línea, conexiones y misterios, que cuando constató su dominio de la “teckné” amplió su cultura y curiosidad intelectual.
Con la novela aconteció lo mismo.
“ La Mañosa fue un esfuerzo juvenil en ese camino de novedades; un camino que dejé abandonado cuando los infortunios dominicanos me forzaron a dedicar mi limitada capacidad de escritor a la lucha política”. No resistía los retos. No se había formulado el pensamiento de Jorge Luis Borges de odiar la novela hasta el grado de no leer ni intentar escribir nada que se escribiera bajo esa designación, salvo el Quijote, ni hizo lo que algunos cotejaban en sus archivos por simple abulia, Bosch se dijo que podía escribir novelas y las escribió. Para él los retos intelectuales se constituían en alicientes que movilizaban el engranaje de su intelecto. La novela retaba las fibras de su pensamiento vivo, porque como género poseía y posee, las singularidades del largo aliento, que debe sustentarse en mostrarle al lector interés y atractivo para mantener una lectura rítmica hasta el final. A Bosch le preocupaba el aspecto técnico de la obra. El fondo, la forma y demostrarse primero él, luego a los demás, que contaba con la abnegación y entereza para consagrarse. Esa novela fue un aliciente de la nostalgia, porque evoca rasgos, pasajes y atmósferas de los que él abrevó en su niñez y temprana adolescencia:
“Los nombres del padre, de la madre, de los niños y de José Veras, son auténticos, José Veras fue como dice en el libro, la casa existió en el Pino. Papá tuvo negocios de recuas”, dice. El novelista expone que su padre tenía una mula que se llama la Melada que en la obra se llama La Mañosa. Es, como todo escritor, un hombre que en múltiples ocasiones acude a la memoria, sus grietas sulfuradas de recuerdos y traduce vivencias que desea revivir o por lo menos impedir que mueran cuando también él se extinguiera de la vida que conocemos. ¿Acaso no ha sucedido lo mismo con Gabriel García Márquez? En Cien Años de Soledad hay pasajes y frescos relativos a su familia en Aracataca; lo mismo en el Amor en los tiempos del Cólera; sus sueños anhelos, los de sus padres, que más tarde ratificaría o certificaría en Vivir para Contarla, su autobiografía. ¿No ocurrió lo mismo con Mario Vargas Llosa y La Ciudad y los Perros- donde narra episodios medulares de su juventud en el colegio militar Leoncio Prado? Y luego en La Tía Julia y el Escribidor, recoge los amoríos escandalizantes con una tía política. Pero, es sabido que la memoria evocativa de Juan Bosch, está recogida en sus cuentos. Hombres y mujeres de naturaleza rural, y sin instrucción alguna, a quienes vio en su época de niño. La tierra con su fértil misterio reproductivos y sus anclajes de ambiciones y pasiones humanas, descarnadas, desgarrantes y humanizantes al mismo tiempo. Desde el nombre de la novela La Mañosa, con la metáfora de la mula protagonista hay una alegría inminente que llama a la reflexión. Ni los mismos biógrafos fundamentales de Bosch, han determinado nunca las razones de la dictadura de Trujillo para prohibir o sacar del escenario el libro cuando el texto no giraba en torno a la línea de sangre que ya entonces se advertía en su horizonte. Lo cierto, sin embargo, es que el tirano quería asimilar al cuentista a su gobierno, Bosch, en vía contraria, rechazó ser diputado por La Vega y prefirió el camino del exilio.
Allí, en el libro La Mañosa, expuso una inquietud crítica que en su formulación siempre lo atormentó: República Dominicana vivía en un callejón sin salidas en siglos pasados. El caciquismo dominaba las provincias y existía la conciencia de que esas luchas internas, desgarrantes y mortíferas, auspiciaron la intervención militar estadounidense de 1916. En su conciencia crítica, de escritor comprometido con la gente y con las ideas interesantes y proyectadas hacia esa misma gente de donde se extraen sus narraciones más representativas.
No podemos, no obstante, decir de manera íntegra que Bosch fue un novelista. Puede lucir antagónico y contradictorio a los juicios antes expuestos en este trabajo, pero su condición de cuentista es infranqueable por la concentración y la elaboración y constancia, además de teorías, construidas al canto del cuento. Novelista fue Rómulo Gallegos y es Marcio Veloz Maggiolo. Este razonamiento está plasmado en la concepción sistemática y continua de lo que es la novela. De Gabriel García Márquez se conocen sus cuentos y sus cientos de reportajes y artículos periodísticos; de Vargas Llosa sus esfuerzos en el campo de la dramaturgia y el ensayo, al igual que el periodismo, pero ambos, por más bailes en otras fiestas que gocen, son novelistas. La Mañosa y El Oro y la Paz, son retos superados de un hombre para quien en la literatura no había zonas prohibidas.


El autor es periodista de Listín Diario











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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.