NÉSTOR MEDRANO
El presidente Leonel Fernández tiene ante sí un gran reto por delante. Eso es un hecho conocido por todos, sobre todo por aquellos que están en la acera opuesta en sentido político, en espera de que los errores sean mayores que los aciertos. Esta situación es manejable, a pesar de la sensación de malestar que agobia a los sectores más sensibles de la población, porque le indica a las autoridades que cualquier fórmula que se aplique para enfrentar los efectos devastadores de la crisis, con los ya consabidos clichés de las alzas en los precios del barril del petróleo, la situación del calentamiento global, los caprichos de la factura petrolera, no puede, de ninguna manera, cargar más la miseria y la desesperanza en los barrios y ciudades del país. El momento es para buscar alternativas. El gobierno puede contar con los partidos de oposición para que éstos contribuyan con sus técnicos, con la sociedad civil-muchos sectores de la sociedad civil tienen décadas elaborando planes y proyectos, incluso con la ayuda de organismos internacionales, conocen al dedillo el esqueleto de los problemas fundamentales de la población, han convivido en los barrios y tienen diagnósticos que dada la crisis actual, sólo deben ser actualizados, porque son profundos y cuentan con estimaciones del número de habitantes haitianos en los barrios marginados, para citar un caso. A pesar de la cerrazón de muchos de los dirigentes “impetuosos e intempestivos” de los partidos de oposición, ellos cuentan con técnicos capacitados, “no quemados y no responsables de desatinos de anteriores gestiones gubernamentales que hoy se pintan de inocentes”, con experiencia de Estado, que colaboran en los diagnósticos que elaboran los organismos internacionales sobre el país y sobre la región, el gobierno tiene la oportunidad de buscar esos talentos para definir las estrategias que coadyuvarán con la solución, a largo plazo, de problemas vitales que no serán resueltos en dos o tres días.
Con la sociedad civil ocurre lo mismo. Cuentan con sus mediciones y con los instrumentos para encarar situaciones de conflictividad, porque se han dedicado al estudio de esos patrones. Pero además están las universidades: el presidente Leonel Fernández debe abrir los canales para que recintos de la categoría del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y otros centros superiores, participen en la definición de un plan nacional, como una especie de gran libreto dividido en varias fases, el corto, mediano y largo plazos, y determinar de inmediato con el sector empresarial, una estrategia de choque inmediato, con tendencia a resolver el día a día en los sentidos de estabilidad cambiaria, mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y fortalecimiento de la estructura jurídica del país, para que la inversión extranjera, se fortalezca sin contratiempos. Es claro que organismos como el Fondo Monetario Internacional, los bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo (BID), así como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), son sujetos de apoyo en estos esfuerzos. Estas sugerencias, de ningún modo significan que el presidente Leonel Fernández no contará con su equipo como eje central para las confrontaciones de los conflictos; en sus manos está dirigir el juego, por ello fue respaldado en las urnas en las pasadas elecciones. Pero, sin lugar dudas, esto, a contrapelo de muchos fundamentalistas del gobierno y de la oposición, no es más que un mensaje para que ambas partes se olviden de protagonismos escénicos: no se trata de quién resolvió el problema ni con cuáles recetas se resolvieron. De lo que se trata es de llevar a la acción programática la convocatoria hecha por Fernández Reyna la noche que se supo ganador de las elecciones, momento en el cual tuvo la lucidez de pedir el concurso de todos para enfrentar los retos, que, como estadista, sabía se incubaban y contra quienes se requiere una fuerza de choque capaz de revertir sus efectos adversos.
El jefe de Estado está en una coyuntura que lo favorece ante la mirada pública nacional e internacional, con logros recientes, como arribar a un tercer período de gobierno, en una nación de liderazgos renovados que lo apuntalan como la vanguardia de los mismos. Sabe que un líder actual, en condiciones de primer mandatario, ya no puede contar sólo con las fuerzas de su propio gobierno para hacer frente a coyunturas tan difíciles que han trastornado mercados de la importancia de potencias como Estados Unidos. Tampoco podrá embarcarse en medidas populistas de “conseguir el pan de hoy y mañana veremos”, lo que se aconseja en este momento es, además de manejar las crisis y obtener resultados, como se hizo con los empresarios del transporte público y de cargas, para garantizar al menos la tranquilidad social y aminorar los efectos de la presión de esos grupos, graduados Magna Cum laude en joder la paciencia, buscar alternativas. Las hay. Con esos equipos el gobierno deberá “sincerizar” una serie de cuestiones relativas al gasto público, no sólo del Poder Ejecutivo, sino de los senadores, diputados, ayuntamientos; hacer énfasis en la aplicación de la Ley de Austeridad, reencauzar algunos tributos, liberar otras penalizaciones y mejorar condiciones en grupos de empleados públicos, con verdaderos sueldos de miseria como los miembros de la Policía Nacional. El presidente debe buscar la forma de que haya una mayor atención a la producción agropecuaria, no la que se limita a enriquecer a los grandes hacendados y ganaderos sino la que tiene que ver con la producción de la tierra, los empleos e incentivos, así como distribución de tierra a los campesinos. El gobierno, tiene que pensar, en esas iniciativas de consenso, con los equipos técnicos y con el rigor adecuado, que facilite que cada dominicano pueda comer al mediodía, ir a los hospitales públicos y asumir sin tapujos ni cortapisas las riendas de la Seguridad Social, minimizando las ganancias de las ARS y optimizando más los servicios médicos. El gobierno, tiene de donde asumir esas políticas de beneficios a las grandes mayorías y creo que deberá hacerlo cuanto antes, para que el país sienta que sus autoridades son sensibles a su dolor, como en efecto se percibe en los deseos del jefe de Estado.
Con la sociedad civil ocurre lo mismo. Cuentan con sus mediciones y con los instrumentos para encarar situaciones de conflictividad, porque se han dedicado al estudio de esos patrones. Pero además están las universidades: el presidente Leonel Fernández debe abrir los canales para que recintos de la categoría del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y otros centros superiores, participen en la definición de un plan nacional, como una especie de gran libreto dividido en varias fases, el corto, mediano y largo plazos, y determinar de inmediato con el sector empresarial, una estrategia de choque inmediato, con tendencia a resolver el día a día en los sentidos de estabilidad cambiaria, mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y fortalecimiento de la estructura jurídica del país, para que la inversión extranjera, se fortalezca sin contratiempos. Es claro que organismos como el Fondo Monetario Internacional, los bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo (BID), así como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), son sujetos de apoyo en estos esfuerzos. Estas sugerencias, de ningún modo significan que el presidente Leonel Fernández no contará con su equipo como eje central para las confrontaciones de los conflictos; en sus manos está dirigir el juego, por ello fue respaldado en las urnas en las pasadas elecciones. Pero, sin lugar dudas, esto, a contrapelo de muchos fundamentalistas del gobierno y de la oposición, no es más que un mensaje para que ambas partes se olviden de protagonismos escénicos: no se trata de quién resolvió el problema ni con cuáles recetas se resolvieron. De lo que se trata es de llevar a la acción programática la convocatoria hecha por Fernández Reyna la noche que se supo ganador de las elecciones, momento en el cual tuvo la lucidez de pedir el concurso de todos para enfrentar los retos, que, como estadista, sabía se incubaban y contra quienes se requiere una fuerza de choque capaz de revertir sus efectos adversos.
El jefe de Estado está en una coyuntura que lo favorece ante la mirada pública nacional e internacional, con logros recientes, como arribar a un tercer período de gobierno, en una nación de liderazgos renovados que lo apuntalan como la vanguardia de los mismos. Sabe que un líder actual, en condiciones de primer mandatario, ya no puede contar sólo con las fuerzas de su propio gobierno para hacer frente a coyunturas tan difíciles que han trastornado mercados de la importancia de potencias como Estados Unidos. Tampoco podrá embarcarse en medidas populistas de “conseguir el pan de hoy y mañana veremos”, lo que se aconseja en este momento es, además de manejar las crisis y obtener resultados, como se hizo con los empresarios del transporte público y de cargas, para garantizar al menos la tranquilidad social y aminorar los efectos de la presión de esos grupos, graduados Magna Cum laude en joder la paciencia, buscar alternativas. Las hay. Con esos equipos el gobierno deberá “sincerizar” una serie de cuestiones relativas al gasto público, no sólo del Poder Ejecutivo, sino de los senadores, diputados, ayuntamientos; hacer énfasis en la aplicación de la Ley de Austeridad, reencauzar algunos tributos, liberar otras penalizaciones y mejorar condiciones en grupos de empleados públicos, con verdaderos sueldos de miseria como los miembros de la Policía Nacional. El presidente debe buscar la forma de que haya una mayor atención a la producción agropecuaria, no la que se limita a enriquecer a los grandes hacendados y ganaderos sino la que tiene que ver con la producción de la tierra, los empleos e incentivos, así como distribución de tierra a los campesinos. El gobierno, tiene que pensar, en esas iniciativas de consenso, con los equipos técnicos y con el rigor adecuado, que facilite que cada dominicano pueda comer al mediodía, ir a los hospitales públicos y asumir sin tapujos ni cortapisas las riendas de la Seguridad Social, minimizando las ganancias de las ARS y optimizando más los servicios médicos. El gobierno, tiene de donde asumir esas políticas de beneficios a las grandes mayorías y creo que deberá hacerlo cuanto antes, para que el país sienta que sus autoridades son sensibles a su dolor, como en efecto se percibe en los deseos del jefe de Estado.
El autor es periodista del Listín Diario
No hay comentarios.:
Publicar un comentario