15 enero 2009

Un chin de mí

Con el Cardenal en la faena periodística.




Néstor Medrano

Hay algo que me gusta de mí mismo: me precio de ser un tipo que no le para bolas a nada. Si se puede se puede y si no, pues hasta la vista, chao, so long y seguimos el party en paz, o en guerra, depende de quién se trate, y en esta ocasión se trata de mí.
La dificultad mayor es hablar de mí mismo, cuando hay tantas cosas en este mundo de las que puedo hablar, más importantes claro, que yo, pero, como si de joder se tratara, tengo que buscar la manera de hablar de mí hoy, porque, el momento lo amerita. No me gusta hablar mucho en clave, para qué si al final hasta el más imbécil sabe, por lo menos de reojo, cuáles son nuestras penas, nuestras miserias, nuestras aspiraciones y regularmente, los tormentos de la hembra que queremos para acompañarnos, aunque amemos a dos mujeres, o a tres: quién sabe, el mundo es amplio y las perspectivas del alma ingobernables. He visto de cerca las tentaciones de la vanidad en los últimos meses. Se ha depositado en mil presencias, en la calle, en alguna recepción, en alguna reunión social, aunque macho, les juro que las actividades sociales se han reducido a un espectro tan estrecho, que a veces solo me queda compartir, de manera egoísta conmigo o Néstor el chiquito, o con Camila, pero vamos, que ellos todavía no entienden de estas vainas que sentimos los que somos la gente adulta, viva el mundo de los niños. Al finalizar el 2008 fue bueno, una vaina como ofender a Dios, sería decir otra cosa, pero, en mi defensa puedo decir que cerró bien. Alguna resonancia social que traspasó mis propias fronteras, un acercamiento íntimo, descarnado, y profundo- cuánto he sudado escribiendo cosas que no puedo revelar porque están en fase de evaluación-, la persecución de una mujer en la cual trato de descifrar los aspectos más recónditos en el ámbito de lo femenino, más que de competencia o de preparación académica- una mujer siempre me enloquecerá cuando tenga algo de levantisca, de loca, de vamos a asumirnos sin darle mucha mente a la vaina, con el contraste y aquí está la jodida piedra angular del asunto, de que siempre que me enamoro, algo en mí como que se pierde y vaga. Entonces me da con internarme en las viejas escapadas a los innombrables lugares de la zona colonial donde tantas historias coleccionamos quienes nos aventábamos como aprendices inmateriales de escritores, cuando nos escapábamos de las clases nocturnas en la universidad para caer, en medio del can, el sexo, el trago y otras acciones prohibidas en la avenida del puerto y aparecían, por supuesto que entre ellos yo, quienes nos estrujábamos con esa necesidad de la carne a veces recalentada por besitos provocativos de chicas que vivían su época, adheridas al Grupo Eagle y al Hotel California, o recalábamos en el colmadito de la calle Las Damas y nos metíamos en Casa de Teatro a degustar un gratuito y sabroso Brugal con Coca Cola- antes, ahora me gusta el whisky, le saco algún saborcillo a la beerra, bien fría, como buen dominicano universal y localista al mismo tiempo. Porque, lo digo aquí, me gusta asumir la vida como debe asumirse, con cierta responsabilidad, reconociendo que hay muchísimos compromisos, pero que la vida es tan dulce que uno no puede agotarla nada más que quemándose el caco, se debe vivir un chin. Además, he aprendido a no creerme todo lo que me dicen, detectando, vaya leones, que no todo lo que brilla es oro y que el oro no siempre te dora la existencia.
Quienes me conocen lo saben. Soy un tipo claro, tan claro que a veces no parezco negro, y uno de mis principales problemas es que, me paso de claro. Es por ello que al hablar hablo, me saco lo del corazón sin medias tinas, poco político y más imbécil y hasta soñador, siempre me creo que el otro recibirá mis mensajes con la misma sinceridad con la que yo los abono. Es igual cuando chateo, cuando hablo. Digo las cosas que siento, después de todo, para qué hablar si no es para sacarnos la mierda de adentro o la frescura de adentro o la verdad de adentro. Pero una cosa es segura, seguiré metido en la misma vaina, escribiendo las mismas jodiendas y cayéndole atrás a la chica que, también me ama, pero teme darme un besito de más de tres minutos.

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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.