03 agosto 2007

Hay que salvar la Literatura


Necesito saber cuál es el rumbo de la Literatura en mi país. Pero no sólo la Literatura como concepto abstracto y aéreo del arte de la apreciación y la concepción creativa, a partir de los valores de la estética y de la preceptiva. No.


Me refiero a la unidad recíproca entre factores fundamentales como los niveles de lectura, cuando sabemos que una gran parte de la población adulta no tiene afinidad por la lectura, otro porcentaje inexacto, pero de seguro elevadísimo, es que la juventud pocas veces le importa leer un buen libro, o un mal libro. Sobre todo en este tiempo de distracciones tan necesarias y de doble filo como la internet, además de la dinámica propia, pura y simple de su vida rápida, atada a las diversiones y a la capacitación tecnológica. Porque, en la medida en que el mundo se hace más global, más tecnológico y se crean los inventos más perfectos e insospechados, los valores de la lectura literaria, se deshumanizan hasta escabullirse con ánimo de desaparecer.


Los índices de lectura, según un famoso plan quinquenal que ha impulsado el gobierno para los próximos cinco años, pintan un panorama triste: en República Dominicana en los actuales momentos se percibe una gran deficiencia en la capacidad lectora que muestran, tanto la población en general, como los integrantes de la escuela del nivel básico.


No pretendo citar cifras, porque odio que mis escritos, de cualquier tipo, narrativos, ensayísticos o periodísticos, sean aburridos y no hay una vaina más aburrida que las cifras. De lo que sí hablaré es de los factores nocivos que atentan no sólo contra la Literatura, sino contra los hacedores de Literatura.


Esos factores nocivos se resumen en varias líneas: la falta de una verdadera decisión o voluntad política del sistema-no de coyunturas- para restaurar la educación o el sistema educativo que legó el puertorriqueño universal, Eugenio María de Hostos. Más que las toneladas de millones de pesos que se necesitan para levantar las infraestructuras necesarias destinadas a la educación, es pertinente que haya una mayor capacitación, tecnificación, remuneración y valoración de los profesores dominicanos. Que tengan deseo de enseñar a sus alumnos, que se establezcan programas científicos capaces de crear una interacción entre el maestro y el alumno, con la lectura como elemento filosófico relevante.


La Literatura dominicana no podrá florecer mientras no haya un “mercado de lectores”. Ese término es, aparentemente contradictorio, porque implica algo tan vulgar como comercio y lectura, una mezcla tan disgregante como el agua y el aceite. Pero, no ha habido error en ese enunciado. Hay que crear un mercado de lectores, haciendo esfuerzos enormes e institucionales por incentivar la lectura, por empezar con la infancia, con la niñez, que significará una inversión en el futuro. La misión sin embargo, es del Estado.



El Estado debe hacer ese descomunal esfuerzo por hacer que los niños se sientan atraídos por la lectura. Creo, de manera tajante y si lo pensamos bien, apocalíptica, de que si no se hace de esa forma, la crisis en la Literatura será total.

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.