17 diciembre 2007

Huellas de agua

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas, el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos y tu boca que tiene la sonrisa del agua. .. Poema 19: 2o Poemas de amor y una canción desesperada (Pablo Neruda)

Volví sobre mis pasos esa misma noche. Había residuos de lluvia en los adoquines de la calle El Conde, y las huellas huidizas de tus pisadas se habían borrado con la misma lluvia que todo lo envolvía en su aura de nostalgias, chasquidos y pasos acelerados de gente que prefería guarecerse a hacerme compañía bajo el chaparrón.


No me quedó más alternativa que sacar la cajetilla de cigarrillos Marlboro e intentar fumar, pero, estaba chamuscada y los fósforos inservibles. Ese pequeño desastre estimuló mis instintos y la ansiedad me hizo correr, correr, hasta llegar al punto donde siempre llegábamos en aquellos tiempos, cuando todavía éramos apenas dos ramas de un mismo árbol, o letras de una misma sílaba, que nos moríamos y nos vivíamos, nos compenetrábamos y nos olvidábamos de que a nuestro alrededor, existían otras personas.



Pero ese punto, al parecer había desaparecido, lo había borrado la lluvia o el sol antes de existir la lluvia, o tú misma con esa negativa permanente a quererte hasta el infinito y dejarme quererte a ti hasta el infinito o que me quisieras hasta el infinito y nos quisiéramos ambos hasta el infinito, hasta reducirnos al fruto de uno, despejarnos hasta que no existieran los cuerpos y que sólo quedara en la cama el resto seminal de nuestra huella marcada de...humedad.


Caminé empapado. La mirada caminaba sobre las paredes amarillentas de las antiguas casonas de Las Damas; los colmados abiertos, el tigueraje en su rutina de ron y dominó y de algún lugar desguarnecido el reguetón rompía los espacios de una armonía perdida, que, caso extraño, también sonaba bien, porque traía recuerdos, recuerdos verdes y azules mezclados con tu sonrisa, con un t-shirt que se ceñía a tu cuerpo y dibujaba de manera perfecta esos senos que, personalmente Dios había colocado sobre tu pecho para hacerlos la fruta perpetua de algún bendecido que, quizá, alguna vez pude haber sido yo o fui yo o lo seré, porque en este plano todos los posibles se confunden y se hacen verdades y mentiras, mentiras y verdades que ambos, los dos desconocemos o desconocíamos y que, ahora me instiga la soledad a seguir corriendo, persiguiendo tu olor en estas viejas calles tantas veces desandadas, recorridas y descorridas; plazas, moteles, lugares conocidos y por conocer, el daiquiri a medianoche el cigarrillo en nuestros labios, el humo en nuestras bocas y nuestras lenguas atascadas en esa danza del amor que... aún no sabemos si está por nacer o... si murió.


Me detuve de repente. Nuevamente me disfrazaba de lluvia, paralizado como estatua, diluyéndome entre la línea de luces de neón recién encendidas y en el aroma de tu cuerpo desnudo que gravitaba en todas partes. Cerré los ojos y recuperé mi mirada y mi quietud, porque las había perdido, también la serenidad, la poca emoción de saberme solo en el constante bullicio de una ciudad aspirante perpetua a metrópoli, con sus miserias, sus humedales de discordia, sus tarantines y sus fritangas, sus tapones malditos y endiablados. Me detuve a pensar en ti, en todo lo que eres, todo lo que eras, todo lo que serás, todo lo que es tu sonrisa, todo lo que es tu pelo, todo lo que es tu mirada; todo lo que será tu sonrisa, todo lo que será tu mirada, cuando esa misma distancia nos duela a los dos...por tantas cosas. Mientras, en el colmado, mirando de reojo al tigueraje, encendí un cigarrillo recién adquirido.



Néstor Medrano

1 comentario:

Yalo dijo...

¿Y cuál es la sonrisa del agua? ¡Miérquina!
Y.

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Acerca de mí

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Periodista, escritor, ganador del Premio Único de Poesía de la Centenaria Alianza Cibaeña de Santiago de Los Caballeros y autor de la novela infantojuvenil Héroes, Villanos y Una aldea, publicada por el Grupo Editorial Norma. Reportero del matutino dominicano Listín Diario.